La hiperinflación puede hacer que la economía mundial colapse en los próximo meses o años. Análisis del Director de la Escuela Nacional Sindical
Por Carlos Julio Díaz Lotero
El colapso del sistema de globalización cada vez se hace más irreversible: una burbuja especulativa de $US1.800 billones que se derrumba, unos rendimientos parasitarios del sector financiero que son insostenibles, una crisis global de los sistemas de seguridad social y de salud basados en el lucro, un sistema educativo decadente, y poco pertinente, que niega el acceso a la mayor parte de los jóvenes, inseguridad y violencias en muchos países como Colombia, y ahora se suma una hiperinflación acelerada que devora nuestros ingresos. Todo, con el telón de fondo de una pandemia que aún no se controla y los riesgos geopolíticos de una confrontación entre las mayores potencias nucleares del planeta.
Ha llegado a su fin un modelo en el que predominan los intereses del capital financiero y las ganancias a costa del deterioro de las condiciones de vida de la fuerza laboral. Para las elites oligárquicas no existe el interés general ni el bien común, solo existen sus apetitos personales y sus privilegios. Los paraísos fiscales, no solo son territorios que se utilizan para la evasión tributaria, también se usan para ocultar y legalizar actividades criminales como el secuestro, el terrorismo, la corrupción y el narcotráfico.
Hoy el sistema financiero se sostiene, no por los créditos que le otorga al sector empresarial, sino por las operaciones de lavado de activos que provienen del narcotráfico y de las actividades criminales conexas, que incluyen la especulación parasitaria de las operaciones financieras.
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Ante el desplome inevitable de esta burbuja especulativa, desde el FMI y el Foro Económico Mundial, dirigido este por el oligarca Klaus Schwab, se promueve un gran reseteo global con un capitalismo verde, que busca detener el desplome financiero con una nueva burbuja creada con “créditos verdes” en el mercado de las energías renovables. Pero es un reseteo que se queda en la ilusión ante la realidad que se impone: hoy vivimos un proceso hiperinflacionario cada vez peor, que puede llevarnos a un caos global, como el ocurrido a inicios del presente siglo en Argentina, conocido como el corralito, donde se limitó el uso del dinero y no funcionaron los cajeros, ni las tarjetas de las cuentas de ahorros, ni las tarjetas de crédito.
La hiperinflación le hará perder valor al dinero, a nuestros salarios y mesadas pensionales. Los bancos podrían no funcionar, las gasolineras se podrían quedar sin gasolina, las farmacias se podrían quedar sin medicamentos o cerradas, en el supermercado el alza de los precios escalaría hasta las nubes, y las cuentas de los servicios públicos domiciliarios serían impagables.
En lo que va corrido del año el precio del algodón ha subido 47% a nivel internacional. ¿Será que la demanda de camisas y pantalones de algodón ha subido en ese porcentaje? No lo creo. Igualmente, el precio de los fertilizantes se duplicó en el mismo periodo. ¿La oferta de fertilizantes ha caído a la mitad, o la demanda se duplicó? Nada de esto es cierto.
En Estado Unidos el precio del petróleo se ha incrementado 65% y el gas natural 112%, ¿Es un problema de oferta o demanda? Las fluctuaciones de precios siempre se han dado en un mercado abierto, pero esto no explica lo que está pasando hoy.
En Europa es peor: el precio del gas se acerca ahora a los 2.000 dólares por 1.000 metros cúbicos, cifra diez veces superior al precio medio registrado el año pasado. Es cierto que la demanda de gas ha crecido ahora que se acerca el invierno, ¿pero 10 veces? En Italia se pronostica que la electricidad aumentará 900% para navidad, y en España ha crecido 5 veces, mientras en el Reino Unido el precio de la energía se ha multiplicado por cuatro, lo que ha llevado a que empiece a parar, por ahora, sus trenes de carga.
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India depende del carbón de Indonesia para producir energía, y su costo de abril a esta parte aumentó de 86 dólares a 162 dólares la tonelada. ¿Oferta y demanda? En Líbano hay apagones, porque no hay dinero para comprar petróleo o carbón. China ha cerrado varias plantas porque el precio del carbón que importa de Australia aumentó 250% en los últimos meses. El costo de transporte de un conteiner de China a Estados Unidos pasó de 2.000 a 20.000 dólares, y desde Chile hasta Estados Unidos pasó de 1.500 a 18.000 dólares, más de 12 veces.
¿Qué pasa? ¿Es un problema de oferta y demanda? ¿Es la varita mágica de la mano invisible? Nada de eso. La causa es una hiperinflación general de los precios de los activos financieros, que ahora, a tasas crecientes, se expresa como una hiperinflación de los precios de las materias primas. Se presenta una tremenda especulación con derivados financieros, como los contratos Forward y el mercado spot de Rotterdam, los cuales dominan el comercio de corto plazo de las materias primas.
También hay una escasez artificial y un acaparamiento por parte de los especuladores, a la espera de mejores precios el día de mañana o de la semana siguiente. Está ocurriendo algo similar a lo que sufrió la Alemania de Weimar en el año 1923, o a la crisis bursátil de 1929, o, más antiguamente, a lo sucedido con la llamada “burbuja de los tulipanes”, que estalló en 1637 y llevó a la quiebra la economía de Holanda.
En Colombia el proceso hiperinflacionario ya se nota en el aumento de los precios de los alimentos, por efecto de la tasa de cambio y de los altos costos de los fertilizantes, y en el incremento del costo de la energía, por causa de la corrupción en Electricaribe e Hidorituango, que están pasando a las facturas de los usuarios. No es un problema de aumento de la demanda, en todo caso, pues los bajos ingresos y el desempleo registrado por el DANE al mes de agosto del presente año, del 12,3%, así como la tasa de ocupación del 53,7% y la tasa global de participación de 61,2%, no retornan siquiera a los niveles previos a la pandemia. Adicional a eso, según el DANE la pobreza monetaria pasó del 35,7% en 2019 al 42,6% en el 2020.
La demanda interna aun no regresa al nivel del año 2019, a pesar de que la población ha crecido. La encuesta ‘Pulso social’ del DANE así lo confirma: el 23,5% de los hogares urbanos del país no tiene ingresos para comer; y la encuesta #MiVozMiCiudad, realizada por la red de ciudades Cómo Vamos y la Fundación Corona, reveló que la inseguridad alimentaria afecta a una de cada tres personas/hogares (33%).
Según el DANE, en lo corrido de 2021 (enero – septiembre) la inflación acumulada es del 4,33%, mientras que para los alimentos y bebidas no alcohólicas el acumulado es del 12,21% y para restaurantes y hoteles del 6,15%. Entre enero y septiembre de este año el precio de la carne de res subió 24,7 %, el de la carne de pollo el 23,7 % y el de la de cerdo 16,7 %. La causa de estos incrementos son los mayores precios de los concentrados e insumos importados.
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Este panorama se agravará más, debido al incremento de las tasas de interés por parte del Banco de la República. Su siniestra e inepta Junta Directiva considera que se viene presentando un crecimiento de la demanda interna, al igual que la que proviene de los principales socios comerciales. En qué planeta vivirán estos señores, es la pregunta, porque su decisión frenará cualquier posibilidad de una autentica recuperación económica que aporte al empleo y reducción de la pobreza y la desigualdad. Hoy mucha gente está consumiendo alimentos al debe, con tarjetas de crédito, deudas que no podrán pagar, y vendrá el cierre de muchas empresas que medio empezaban a reanimarse.
La causa sistémica de este proceso hiperinflacionario es la desconexión del sistema financiero con la economía productiva, pues los flujos monetarios vienen alimentando una burbuja financiera que se acompaña de un colapso de la economía física. Pero como lo ha mostrado la experiencia pasada, las burbujas funcionan muy bien, hasta que dejan de funcionar. La burbuja de hoy ya no se sostiene con emisiones cuantitativas y programas de austeridad, y los incrementos de tasas de interés acelerarán el desplome de todo el sistema.
La crisis hiperinflacionaria de la energía la agravó la política del gran reseteo verde, la cual viene recortando los usos de combustibles fósiles para transitar hacia las energías renovables. Como es imposible que con molinos de viento y paneles solares, que participan con menos del 2% de las fuentes de energía globales, se genere el 86% de la energía mundial que producen los combustibles fósiles. Países como China y Rusia anunciaron que seguirán produciendo energía con el carbón y usando combustibles fósiles, porque lo primero es el desarrollo.
Los sistemas de energía renovables, que se vienen promoviendo como alternativa a los combustibles fósiles, aún son poco fiables y de alto costo por su ineficiencia, se necesitan fuentes energéticas más densas, abundantes y baratas. Como la energía hídrica y la energía nuclear de tercera y cuarta generación, que son ciento por ciento seguras. O el reactor nuclear comercial, sin uranio, con base en torio y sal fundida, que China empezó a probar en septiembre de este año, así como el reactor nuclear ligero y portátil que unos ingenieros de EE.UU., que trabajaron en la empresa SpaceX, decidieron adaptar para la tierra de un proyecto que habían desarrollado para futuras bases en el paneta Marte. Son líneas de investigación más prometedoras en la futura transición a las energías limpias.
Es necesario que la economía del país proporcione a la población agua limpia, alimentos de calidad, asistencia sanitaria accesible y moderna, pensiones en la vejez, seguridad en el trabajo, educación de calidad, comunicaciones modernas y, sobre todo, energía barata y suficiente con altas densidades de flujo energético, precios poco variables en los bienes y servicios, empleos estables y bien remunerados. Es lo ideal, y para ello se requieren cuatro medidas en el sistema internacional, que actúen en concordancia con las economías nacionales, a saber:
- Una reforma bancaria basada en los principios de la ley Glass-Steagall, de Franklin Delano Roosevelt en 1933, para separar las inversiones especulativas de las productivas, y facilitar el funcionamiento de la banca comercial que suministra créditos al desarrollo empresarial.
- Acuerdos bancarios nacionales, por los cuales los gobiernos puedan ofrecer crédito a largo plazo y a bajas tasas de interés, a fin de impulsar el aparato productivo y la infraestructura económica y social.
- Un sistema monetario de paridades fijas, que brinde estabilidad y certidumbre a las inversiones que se trasladen a la economía real.
- Inversión en desarrollo científico y tecnológico, con especial atención a los temas energéticos, de salud y transporte. No olvidemos que la investigación científica y la aplicación de las nuevas tecnologías al proceso productivo aumenta la productividad de la mano de obra y de las capacidades industriales y agrícolas de una nación. La productividad es, por tanto, el principal antídoto contra la inflación.
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