La pandemia y lo esencial

Imagen de referencia tomada de antena2.com

Quienes se oponen a la discusión del cambio climático lo que están impidiendo es la búsqueda de modos de producción más razonables, menos homicida.

Por Jorge Coronel López *

Sin que el Covid-19 haya terminado ya se definió el cronograma de reapertura que se extenderá hasta casi el fin de año. Esto marca el camino hacia una supuesta “vuelta a la normalidad”. Ante este escenario, cabe reflexionar sobre lo que fue esencial en el tiempo de pandemia.

Al principio lo esencial estuvo inclinado hacia la determinación de la causa de la pandemia. Se buscó con insistencia en la geopolítica, pero era una búsqueda sin sentido. Se sabía que no lograría trascender hacia otros campos, como el económico, para sacudir de su modelo los supuestos que habían permitido el raquitismo en el sistema de salud, entre otros problemas.

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A nivel mundial se dieron voces que animaban el debate sobre una vieja relación: hombre-naturaleza. La misma relación que se discute desde el cambio climático. Una relación que lleva en su seno nada más y menos que la cuestión de la supervivencia del hombre en la tierra. Quienes se oponen a la discusión del cambio climático lo que están impidiendo es la búsqueda de modos de producción más razonables, menos homicida y precario.

El confinamiento emerge de la necesidad de detener contagios. Significó apuñalar el corazón de la economía, y ante la debilidad de la política social, millones de personas fueron lanzadas a la deriva, incluidos pequeños empresarios y trabajadores. Nadie ha salido seriamente a su rescate y las ayudas irrisorias fueron temporales.

Algunas discusiones trataron de promoverse desde las relaciones: economía-salud, vida-muerte y confinamiento-inmunidad de rebaño.

Mientras ello ocurría la tasa de desempleo se duplicó de 10 a 20 por ciento, pasando de 2,3 millones a 4,4 millones de desempleados. Los inactivos, que son personas que no presionan el mercado de trabajo por razones de estudio, imposibilidad para laborar o desempeñan oficios del hogar, pasaron de 14,4 millones a 17,8 millones, agravando más el panorama social.

Según el Pulso Social del Dane, 7,6 millones de jefes de hogar no pueden ahorrar parte de sus ingresos; mientras que 3,2 millones ni siquiera tienen ingresos. Con este panorama, la pandemia no parece haber animado reformas profundas en sentido de mejorar la posición social de las personas para sacarlas de la precariedad en la que estaban o a donde llegaron. No se comprendió la necesidad de construir pisos de protección social sólidos, pero en cambio se crearon pisos jabonosos y frágiles como los derivados del Decreto 1174.

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Lo esencial no estuvo en discutir asuntos como la jornada laboral, la eliminación de exenciones tributarias y un sistema más equilibrado; tampoco pasó por los arreglos institucionales y sobre el papel del Estado, y menos, sobre el fortalecimiento del sistema de salud.

Lejos estuvo el urgente debate sobre la pérdida de confianza en las instituciones públicas, la necesidad de recuperar el Estado de Derecho y de afianzar un sistema de investigación científica más preventivo y humano que aprovechara la transformación digital que se aceleró. Y más lejos aún, estuvo la idea de preparar a la sociedad para una próxima tragedia, cualquiera que ella sea. ¿Cuál era el cambio del que tanto se habló en medio del apretado confinamiento? Urge un nuevo contrato social.

*Esta columna fue publicada en el Diario Portafolio y la puedes leer aquí

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