Análisis sobre la compra de ISA por parte de Ecopetrol.
Por Jorge Iván González
Urgido de caja. Con toda razón, el Gobierno está muy satisfecho con la operación financiera que permitió la compra de ISA por parte de Ecopetrol. Es un hecho sin precedentes. No solamente por el volumen de recursos negociados, $14,2 billones, sino también por las implicaciones que debería tener sobre las funciones misionales de ISA y de Ecopetrol. La compra de 51,4% de las acciones de ISA plantea numerosos interrogantes.
La primera reflexión tiene que ver con el propósito de la compra. Tanto el Gobierno, como la presidencia de Ecopetrol, han dicho que la principal razón de la adquisición es el fortalecimiento de la estrategia ambiental de Ecopetrol. Pero, por otro lado, frente a esta visión, es imposible desconocer el afán que tiene el Gobierno de obtener recursos frescos. Así que es inevitable la tensión entre el enfoque de caja y el estratégico.
Por la forma como se ha llevado a cabo la compra de ISA es posible afirmar que el factor determinante ha sido las necesidades de caja. Y para justificar esta decisión se han introducido, ex post, y sin mucha claridad, los argumentos de carácter estratégicos relacionados con los asuntos ambientales.
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El manejo contable de la transacción le permite al Gobierno obtener de un solo golpe un monto significativo de recursos, que ni siquiera se lograrán con la reforma tributaria que se discute en el Congreso. Es una hábil maniobra que permite compensar una parte del déficit fiscal. El resultado positivo sobre la caja del Ministerio de Hacienda es evidente. Además, la suma de Ecopetrol e ISA tendrá resultados positivos en indicadores como el Ebitda.
Pero persisten las dudas sobre la forma como esta compra va a favorecer la matriz energética del país. Se ha dicho que ISA continuará realizando las actividades relacionadas con la transmisión de energía y la construcción de vías. No se han propuesto alternativas que permitan vislumbrar de qué manera el control que va a ejercer Ecopetrol sobre ISA, se reflejará en una visión corporativa en la que la transformación de la matriz energética sea prioritaria.
Y por el lado de Ecopetrol, la empresa ha dicho que la compra de ISA no impactará el “core” del negocio, que continuará siendo el petróleo y el gas. Su participación en la generación del Ebitda continuará siendo de 70%-75%. El protagonismo de los hidrocarburos continuará. Se ha dicho que después de una década, se irá modificando levemente la participación de los hidrocarburos. El ritmo al que pretende avanzar Ecopetrol en la transformación energética es excesivamente lento, sobre todo en estos momentos, después de que el informe del Panel de Cambio Climático ha insistido en la necesidad de tomar decisiones urgentes. La compra de ISA no va a modificar las prioridades de ninguna de las dos empresas. No es una operación que implique un replanteamiento de sus tareas misionales. Apenas se han insinuado cambios ligeros, que no son suficientes para liderar los procesos hacia una economía limpia.
Finalmente, para completar los recursos necesarios para la compra de ISA, Ecopetrol tendrá que vender una parte de las acciones. El asunto de la privatización se debería poner a discusión de manera explícita, porque hasta ahora no se han revelado sus ventajas. Como si el Gobierno tuviera vergüenza, en el Marco Fiscal de Mediano Plazo este tipo de operación no se llama “privatización” sino “optimización de activos”.
Esta columna fue publicada originalmente en La República y puede ser leída aquí
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