Jorge Coronel López*
Economista, profesor universitario
El camino a la codiciada Presidencia de la República ha estado como el camino al infierno: abarrotado de buenas intenciones, pero con las huellas que dejan los rastros de sangre en la arena.
A juzgar por lo que ha ocurrido en ese trasegar político es palpable el hecho de que los candidatos en pasarela han lucido impecables, transparentes, impolutos diría un ex presidente que hoy enfrenta problemas con la justicia; pero cuando se bajan de las pasarelas o cuando los han dejado bajar vivos, porque a otros los han matado -directa o indirectamente- en la misma pasarela, cuando los dejan bajar se quitan sin escrúpulos sus chaquetas de buena conducta, sus corbatas de principios y se arremangan su moral para esconder los puños de la dignidad. Y ahí empieza todo lo secreto, todo lo que luego se sabrá cuando algún renacuajo cante o cuando la traición a otro lo llene de valor y decida hablar y contar, como el renacuajo paseador, la verdad.
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La falta de escrúpulos para alcanzar el fin sin importar el respeto por los medios ha sido constante. Las alianzas con empresarios “de bien” buscando financiamiento para luego compensarles con beneficios tributarios, contratos o mejores posiciones en el “mercado” para sus actividades económicas, es tal vez la práctica más utilizada en el país pero la menos peligrosa, porque se ha recurrido a otras alianzas -con la mafia y los paramilitares- que sí han dejado rastros de sangre en el camino al infierno presidencial.
Hace dos décadas -por señalar algún caso- el presidente Samper fue investigado por sus vínculos con la mafia, específicamente con el Cartel de Cali. Aquello se conoció en el país como el proceso 8.000. Las denuncias, que llegaron justo antes de posesionarse, vinieron de interceptaciones telefónicas que involucraban su candidatura con la mafia y ponían en evidencia financiamiento ilegal.
Esta investigación desgastó a las instituciones del Estado y al mismo Presidente Samper, quien por estar pensando en su defensa y en las frecuentes alocuciones para defender su inocencia o que “todo fue a sus espaldas” no se dio cuenta que le quitaron la visa a Estados Unidos; luego el país tuvo una crisis política interna y un representante del Estado que no podía visitar a su principal socio comercial y político, máxime cuando habían transcurrido tan solo cinco años de apertura económica y se discutía un Área de Libre Comercio para las Américas, que no prosperó.
Hoy, cuando las circunstancias del país son otras, el expresidente Álvaro Uribe Vélez, que ejerce como Senador y confía gobernar en el cuerpo ajeno de Iván Duque, es llamado a indagatoria por la Corte Suprema de Justicia y se enfrenta a una posible captura.
Ante este hecho se observa cómo el “presidente electo” por 10 millones de ciudadanos y ciudadanas ha salido en defensa de su líder, de su “presidente eterno”, de su mentor, de quién lo puso a ocupar el Solio de Bolívar y ha manifestado sin pudor, como para que no lo regañen luego, su apoyo a Uribe y a su familia, cuando ha debido enviar otro mensaje como jefe de Estado que será.
Esto ratifica dos cosas, primero que sin duda alguna la voz cantante es la del Senador Uribe y que difícilmente podrá separarse de él; y segundo, que es probable que parte de su gobierno lo dedique a defenderlo, así como Samper, aunque con la diferencia de que Samper se defendía el mismo, mientras que acá es el presidente defendiendo a quien sabemos su jefe, quien le mueve los hilos, literalmente los hilos.
Si a Samper se le fue la visa y el tiempo defendiéndose: ¿Se repetirá la historia?
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LUIS EDUARDO GALINDO SAAVEDRA:
06/08/2018,La doble moral de Uribe y sus compinches no tiene limites, se declara perseguido político, que la justicia le hace montajes, Duque jura con pies y manos que su amo es un ser ejemplar y respetable; lo que se les olvida es que la justicia cojea pero llega, la impunidad con la que han tratado a Uribe es escandalosa, tantos delitos, pagan sus compinches y el sano y si alguien de los implicados al sentirse utilizado habla, se convierte en un muerto bueno.