La lógica productivista en el sector de las flores: una pandemia consentida que enferma trabajadoras y comunidades

Imagen de referencia tomada de Semana.com

En el cultivo de las flores presenta múltiples problemas. Aquí se analiza el de la salud laboral de sus trabajadoras.

Por Luisa Fernanda Delgado Martínez

El producto del trabajo del cultivo de las flores ha generado muchas sonrisas, alegrías y satisfacciones a sus consumidores finales, así lo podrían afirmar quienes han celebrado los mejores momentos de su vida teniendo entre sus manos las bellas variedades de las flores colombianas. No obstante, tras las flores se evidencian varias problemáticas para las trabajadoras y sus comunidades, derivadas de esta actividad económica  .

En primer lugar, el proceso productivo de las flores a escala transnacional demanda el uso de gran cantidad de agua y agrotóxicos, condición que se traduce en daños al ambiente y a la salud de las trabajadoras y sus comunidades, así mismo, los tratados de libre comercio, lejos de garantizar los derechos humanos laborales, han abierto la puerta para la vulneración de los mismos, al fomentar la subcontratación y la inestabilidad laboral, situación que se agudiza en el caso de las madres cabeza de familia, para quienes, en muchos casos, su única posibilidad de subsistencia es el trabajo precario que se ofrece en gran parte de este sector productivo. Esto, por su parte, revela otra problemática social, los altos índices de inasistencia alimentaria, otra modalidad de violencia contra las mujeres, que no solo se traduce en el abandono de los hombres con estas mujeres y sus hijos, sino peor aún, en el abandono por parte del Estado que, mediante políticas públicas permisivas con estos hombres que siguen fingiendo que no son padres, muestra su incapacidad para garantizar los derechos y la protección de mujeres, niños y niñas y jóvenes de nuestro país.

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Como lo evidenció el Informe No. 11 del Observatorio de Multinacionales en América Latina (OMAL), la razón de que la fuerza de trabajo en esta actividad económica esté encabezada por mujeres no se debe a que ellas “son más delicadas, tienen más paciencia para cultivar y cosechar algo tan frágil como las flores […] explicación oficial de los empresarios. Varios estudios apuntan a otras razones más crudas. En la mayoría de los casos se trata de mujeres cabeza de familia, sin cualificación ni otras posibilidades de empleo que realizan jornadas agotadoras y largas, que pueden superar las doce horas […]”.

Esta dependencia del trabajo se convierte en un dispositivo de control que impone relaciones sumamente desiguales y posibilita el ejercicio abusivo del poder, como se demuestra en el mismo informe, al afirmar que “para las empresas es bueno que sean madres porque necesitan más el trabajo”. Es decir, una condición que debería ser motivo de protección de derechos, nuevamente se convierte en la excusa y medio de explotación laboral al margen de la protección del Estado.

No obstante, aquí no para la vulneración a los derechos de las trabajadoras de las flores, si observamos como la lógica productivista se implanta restringiendo el ejercicio de derechos que determinan el derecho a la salud, toda vez que estas mujeres, por las demandas del trabajo remunerado y el trabajo de cuidado doméstico no remunerado, ven restringido su acceso a la educación; y, así mismo, por las condiciones de trabajo, caracterizadas por contratación flexible, inestabilidad en el trabajo y bajos salarios, encuentran limitaciones en el disfrute de sus derechos a la vivienda adecuada, a la alimentación y a la seguridad social. 

Adicionalmente, la lógica productivista impacta el cuerpo y la psique de estas personas, vulnerando el derecho a la salud, en relación con el derecho al trabajo digno, toda vez que en un contexto donde lo que prima es el lucro, la seguridad y la salud en el trabajo pasa a un segundo plano, como lo evidencia el reportaje de eldiario.es titulado “Explotación laboral y daños a la salud: la realidad tras las rosas colombianas que se regalan en San Valentín”:

«´Las cortadoras de flores sufren dolencias como el síndrome del túnel carpiano, el espolón calcáneo y el manguito rotador. También hay enfermedades psicológicas porque el hecho de estar tan presionado, a la gente le estresa, y a veces sufren depresión´, explica María. En los picos de demanda, las operarias se ven forzadas a realizar jornadas por encima de las doce e incluso las quince horas diarias, y cortar 400 flores por hora, lo que requiere un ritmo de trabajo frenético. La consecuencia lógica de realizar un movimiento tan repetitivo durante 12, 14 o 16 horas diarias es la pérdida de movilidad y fuerza en la mano”.

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Las enfermedades laborales en la agroindustria de las flores

De acuerdo con cifras del Ministerio de Salud, recopiladas y analizadas por el equipo de investigación sociolaboral de los Centros de Atención Laboral (CAL), en los últimos 10 años, en la actividad económica de la producción de flores se reportan altas tasas de Accidentes de Trabajo y Enfermedades Laborales (ATEL) con respecto a la tasa de accidentalidad nacional.

En cuanto a enfermedades laborales, para el año 2019, por ejemplo, mientras que la tasa nacional fue de 83,15 enfermedades por 100.000 trabajadores afiliados al Sistema General de Riesgo Laborales (SGRL), en el sector de la agricultura se presentó una tasa de morbilidad de 326,48, siendo la mayor tasa con respecto a los demás sectores económicos, y, por su parte, en la actividad de las flores la tasa fue de 1.420,51, la más alta de los últimos 10 años.

Adicional a la alta tasa de enfermedad laboral, se evidencia en los últimos 10 años una brecha significativa entre el número de enfermedades laborales (EL) reportadas y calificadas. En el año 2019, por ejemplo, mientras se reportaron 1123 enfermedades, el SGRL calificó 713, lo que afecta el derecho que tienen las trabajadoras para acceder a las prestaciones económicas y asistenciales derivadas de los accidentes de trabajo y enfermedades laborales.

En cuanto a los accidentes de trabajo, se registró un aumento significativo entre el año 2019 con respecto al año 2018, pasando de una tasa de accidentalidad de 9,14 a 11,55 accidentes por cada 100 trabajadoras afiliadas al SGRL. Resulta pertinente mencionar que para el mismo año la tasa de accidentalidad nacional fue de 5,96, mientras que la tasa para el sector de la agricultura alcanzó 16,31, siendo la más alta de todos los sectores productivos, seguida por minas y canteras que registró 12,79 accidentes por cada 100 trabajadores.

La brecha entre accidentes de trabajo reportados y calificados por el SGRL en el sector floricultura, ha sido amplia y constante en los últimos 10 años, a excepción del año 2019 cuando se evidencia un cierre que puede ser atribuido a la calificación de accidentes de años anteriores:

Los ATEL no han dejado solo lesiones e incapacidades, también han ocasionado la muerte de trabajadoras, eventos fatales que al parecer son calificados mucho tiempo después del reporte de los sucesos, como se puede evidenciar en el año 2018, cuando no se reportó ningún evento, pero se calificaron 15 decesos por accidentes de trabajo y 98 por enfermedades laborales.

Por lo anterior, resulta fundamental reconocer que el proceso salud-enfermedad de las trabajadoras de las flores está íntimamente relacionado con las condiciones y organización del trabajo, realidad que demanda de los actores involucrados asumir un compromiso real con la seguridad y la salud en el trabajo, mediante la prevención de accidentes de trabajo y enfermedades laborales. Trabajar de manera segura y reduciendo los riesgos para la salud y la vida es posible, esto nos los han demostrado algunas empresas que, en el contexto de la actual pandemia, se han esforzado por aplicar de manera responsable los protocolos de bioseguridad para la mitigación de la COVD-19.

El compromiso con los Sistemas de Gestión de Seguridad y Salud en el Trabajo, su vigilancia por parte de los órganos de control y garantizar el acceso oportuno a las prestaciones del SGRL, es uno de los pasos que se puede dar y reforzar para superar la vulneración de derechos humanos laborales y garantizar el trabajo digno de las trabajadoras de las flores. Prevenir los riesgos de mayor exposición en esta actividad económica, como son los biomecánicos y psicosociales que vienen generando las enfermedades osteomusculares y derivadas del estrés, respectivamente, es una responsabilidad social que debe prevalecer, el desafío al que estamos llamados es a reorganizar el trabajo priorizando la salud y vida sobre el lucro, algo que parece utópico en nuestra sociedad contemporánea.

No obstante, sin abandonar la aspiración social de que el trabajo constituya el medio para alcanzar la riqueza colectiva, el fin en sí mismo de salud y desarrollo de capacidades humanas y, el patrimonio de saberes que nos permita cuidar y garantizar la vida de las comunidades y territorios, es posible construir lugares y prácticas de trabajo que posibiliten el ejercicio del derecho a la salud de las trabajadoras de las flores.

Hoy en día, resulta más que pertinente garantizar el derecho a la salud, mediante la exigibilidad del derecho al trabajo digno, más aún en medio de la atmosfera de la reactivación económica, que debería asegurar el trabajo, pero sin volver a la normalidad de la lógica productivista que trae consigo el despojo de los derechos de las trabajadoras, práctica muy presente en el sector agroindustrial, por lo que está llamado a asumir responsabilidades en la misma escala en la que este opera, es decir, a nivel global, toda vez que las vulneraciones a los derechos pueden ser identificadas en toda la cadena de producción de las flores en países como Colombia, Ecuador y Kenia, tres actores claves en el tema de producción y exportación de flores a nivel global.    

*Los Centros de Atención Laboral es un proyecto implementado por la Escuela Nacional Sindical y financiado por el Departamento de Trabajo de los Estados Unidos (USDOL).

Luisa Fernanda Delgado Martínez

Luisa Fernanda Delgado Martínez es Psicóloga de la Universidad Cooperativa de Colombia, Especialista en Salud Ocupacional de la Universidad Manuela Beltrán, Maestra en Psicología Institucional de la Universidad Federal de Espíritu Santo (Becaria del Programa OEA‐GCUB 2012) y Doctora en Ciencias en Salud Colectiva de la Universidad Autónoma Metropolitana Unidad Xochimilco (Becaria CONACYT). En la actualidad trabaja como Experta en Salud Ocupacional de los Centros de Atención Laboral en la Escuela Nacional Sindical.

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