Por el reconocimiento, la dignificación y la reparación al sindicalismo

Foto: John Jairo Ortiz Herrera - Cristian Garavito. Tomada de El Espectador

El 9 de abril se conmemoró en Colombia el “Día nacional de la memoria y la solidaridad con las víctimas”.

Colombia ha sido un país marcado por el conflicto armado y múltiples violencias, que se han exacerbado en el marco del mismo, dejando a su paso más de nueve millones de víctimas, según el reporte de la Unidad para las Víctimas. Así lo corrobora, el informe final de la Comisión de la Verdad el cual afirma que más del 20% de la población colombiana ha sido víctima directa de los hechos en diferentes épocas del conflicto.

Una historia de victimización que aún no llega a su punto final, devela rostros de sujetos plurales, individuales y colectivos, y entre millones se encuentran las víctimas de la violencia antisindical. En efecto, el pasado 24 de marzo, la Unidad para las Víctimas expidió una resolución mediante la cual reconoce “la existencia de los daños colectivos” contra miembros de la CUT, CTC, CGT y Fecode, y los incluye en el registro único de víctimas.

En el marco del 9 de abril, este se constituye en un hecho histórico. En primer lugar, es un logro de las luchas por los derechos de las víctimas de la violencia antisindical, segundo representa un avance significativo en un proceso con avances muy limitados pese a la existencia de una Mesa Permanente de Concertación para la Reparación Colectiva al Sindicalismo, desde siete años atrás. Adicionalmente, se reconoce al sindicalismo como una red para la defensa de derechos, como víctima sujeto de derechos, despejando el camino para avanzar en el proceso de diagnóstico del daño, la construcción e implementación del plan para hacer efectiva la reparación colectiva e integral al movimiento sindical.

Hoy resulta fundamental reiterar la importancia de reparar el movimiento sindical colombiano, el más estigmatizado y perseguido en el mundo, así lo dejan ver alrededor de 15.785 violaciones a la vida, la libertad y la integridad cometidas contra sindicalistas en Colombia entre el 01 de enero de 1971 y el 31 de marzo de 2023, de las cuales 3.317 han sido homicidios. Tan solo en el último año se ha presentado un incremento en los casos documentados, pasamos de 153 casos documentados en el año 2021, de los cuales 14 fueron homicidios, a 287 casos registrados en 2022, entre ellos 21 homicidios de sindicalistas (Sinderh, ENS). La violencia antisindical no cesa.

Si bien, aún no se salda la deuda con las víctimas de la violencia antisindical en materia de verdad, justicia, reparación y garantías de no repetición; esta larga historia de violencia antisindical sistemática y selectiva, y sus impactos, incluso ha sido reconocida en el reciente informe final entregado por la Comisión de la Verdad, así como en el caso anexo “Verdades inaplazables: violencia antisindical en el marco del conflicto armado interno”, en el cual se recoge parte del relato entregado por el sindicalismo ante esta entidad de la justicia transicional. Frente a este grave fenómeno, la Comisión de la Verdad se pronuncia de forma histórica reconociendo la violencia antisindical en Colombia como un trauma colectivo, una huella de dolor en la identidad del país, una herida profunda a la democracia, y un ataque a la actividad política y social, lo cual generó impactos masivos e intolerables.

A continuación, y a propósito de la importancia de reivindicar la memoria como un pilar de cara a la reparación de las víctimas, compartimos dos testimonios que hacen parte de la narrativa construida por la Comisión de la Verdad.

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¿Qué nos querrán decir?

Una de las historias contenidas en el tomo testimonial, “cuando los pájaros no cantaban” tiene que ver con un dirigente sindical que ayudó a fundar la Federación Sindical Unitaria de Trabajadores de Antioquia, Fesutran. El protagonista narra cómo se convirtió en secretario de la Federación, la amenaza que recibió y el homicidio del secretario de solidaridad ocurrido el 26 de septiembre de 1994.

El dirigente sindical cuenta que el 2 de mayo de 1994, después de haberse dirigido a sus compañeros en la marcha del 1 de mayo, recibió una amenaza de muerte en su casa. Cuando llegó, su esposa, le mostró un papel que habían dejado debajo de la puerta, “Era en un papel así, como todo ordinario”, dice el testimonio.

Después, relata cómo fue el homicidio de Hugo Zapata, quien era el secretario de solidaridad de la federación y directivo del sindicato de la empresa Frontino Gold Mine. Aunque el texto de la Comisión no menciona a Zapata, si da cuenta de los hechos ocurridos en el piso 14 de un edificio en el centro de Medellín.

El protagonista del relato cuenta que ese día, en la mañana, recibió una llamada, cuando contestó, le pusieron una ráfaga de fusil. Posteriormente, narra que les contó a sus compañeros lo sucedido. Al parecer, el protagonista salió y cuando iba de regreso, había mucha gente en la entrada del edificio. Llamó a la oficina y nadie contestó, después se enteró del homicidio de su compañero y de las heridas que le habían causado a otro.

“Un atentado en el que se subieron hasta acá. Eso no se lo creía uno”. Finaliza la narración.

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No se supo más de ella

Otro de los relatos está contenido en un libro, que también hace parte de la producción de la Comisión de la Verdad.  El documento se denomina “Caso «Verdades inaplazables: violencia antisindical en el marco del conflicto armado colombiano», documentos que hacen parte del Informe Final y el legado de la Comisión de la Verdad

El relato cuenta como desaparecieron y torturaron a la hermana de la protagonista. Ella era docente afiliada al Sindicato Único de Trabajadores de la Educación del Valle, SUTEV. La protagonista fue retenida por un sujeto apodado “La Escoba” en una cafetería de Buenaventura. Más tarde se supo que dicho sujeto era Alberto Botero, un agente del F2 del entonces.

La profesora, al ser retenida, se opuso, gritó que la auxiliaran, que la iban a matar, pero fue nuevamente retenida y conducida en una camioneta de la policía. Fue dejada a disposición del comandante Guillermo Julio Chávez. Durante toda la noche sufrió torturas porque se escuchaban los gritos y porque al día siguiente fue llevada, al parecer, sin sentido al hospital por dos agentes de policías que dijeron haberla capturado en una redada y que necesitaban que la reanimaran. Los médicos y las enfermeras hicieron su trabajo y les pidieron a los policías que la dejaran hospitalizada, pero estos se la llevaron nuevamente. No se supo más de ella. 

Los anteriores relatos pueden ser consultados en la página web del Comisión de la Verdad donde están todos los documentos construidos.

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