El silencio, el dolor y la incertidumbre duraron 21 años para Eduardo Bejarano. No tener la certeza de quiénes ni por qué mataron a su papá, el profesor Jesús Antonio, o Chucho, como le decían sus amigos, era como una punzada que no le dejaba estar en paz. Por eso, cuando el pasado 3 de octubre se conoció una carta en la que el Partido Farc reconoció ante la Jurisdicción Especial para la Paz (JEP) este crimen y el de otras cinco personas, él y su familia sintieron una luz de esperanza.
A partir de ese mismo instante, la Comisión de la Verdad contactó a la familia de Bejarano, con el apoyo de la Universidad Nacional, con el fin de facilitar un espacio en donde el reconocimiento de responsabilidades, expresado en una carta, se hiciera de manera directa y pública.
Quizás sin los efectos de la pandemia este momento habría reunido a ambas partes en un mismo escenario, pero el virus obligó a que el encuentro se llevase a cabo de manera semipresencial. Eduardo Bejarano tuvo que ver a través de la pantalla de un computador el momento exacto en el que Julián Gallo Cubillos, conocido como Carlos Antonio Lozada y antiguo miembro del secretariado de las FARC-EP, subió a un atril de cristal instalado en las oficinas de la Comisión de la Verdad para pedir perdón por el asesinato de su padre.
“Venimos a reconocer el asesinato del profesor por parte de un comando de las FARC-EP. Nos hacemos responsables del daño causado a su familia, amigos, académicos, intelectuales y a la Universidad Nacional (…) No tenemos explicación alguna ni convincente para este hecho que violó el derecho internacional humanitario. Tenemos sentimiento de vergüenza y ganas de devolver el tiempo para evitar que esto ocurriera”, fueron las palabras de Gallo.
Incluso, el excombatiente fue más allá. Reconoció que la guerra desatada fue fratricida, que la revolución perdió la objetividad con el paso del tiempo y sus integrantes olvidaron la capacidad de reconocer, con realismo, qué era lo justo. En ese sentido, a la hora de ejecutar la orden de asesinar a Bejarano, pasaron por alto que el profesor había entendido mejor que muchos la solución de los conflictos y quizás con él “hubiéramos logrado un mejor acuerdo de paz”, expresó Gallo.
El firmante de la paz agradeció precisamente por eso, por poder estar frente a las familias de sus víctimas, frente a la Comisión de la Verdad luego de cuatro años del Acuerdo del Teatro Colón, y manifestó que su intención, y la de sus compañeros, es la de seguir aportando a la verdad, para que la sociedad se pueda reconocer desde las diferencias. Este deseo, agregó, se sostiene a pesar del asesinato de 234 excombatientes desde noviembre de 2016.
Una vez más, antes de bajar del atril en el que reconoció la responsabilidad de la antigua guerrilla, reiteró: “Pedimos perdón convencidos de que la reconciliación es el único camino que nos queda como sociedad”.
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La familia de Bejarano pide una verdad completa
Este homenaje no era el primero al que asistía Eduardo. Recordó que antes hubo varios, pero dijo que ahora siente, por fin, que se abre una puerta para la verdad y la justicia. Cuando asesinaron a su padre, junto a la familia tocaron varias puertas para saber el porqué y no pudieron obtener respuesta.
Eduardo valoró la presencia de Gallo y su reconocimiento del homicidio, pero fue enfático al afirmar que esperan que esta manifestación de arrepentimiento sea validada con pruebas suficientes ante la JEP.
“Me llama la atención lo que dijo el señor Lozada. Me causa curiosidad que digan que no tienen explicación convincente para lo que pasó. Pues les va a tocar encontrarla porque esto no puede quedar a medias. Que nos digan quién ordenó su homicidio, cómo se financió y se adelantó ese operativo y las razones para ordenar el asesinato. Esto no pudo ser fruto de una rabieta, tienen que existir razones de peso”, aseveró.
El clamor de una verdad completa también fue expresado por Francisco de Roux, presidente de la Comisión de la Verdad, quien manifestó que acompañarán a la familia en esa búsqueda. Sin embargo, señaló: “A pesar de que logremos todas las explicaciones y tener todos los datos, el asesinato siempre será un absurdo”.
De Roux recordó que las puertas de la Comisión están abiertas para todos los responsables que quieran aportar en el esclarecimiento de lo que ocurrió durante el conflicto armado colombiano, pues los reconocimientos son un pilar fundamental para el cambio y la transición.
Además, como un homenaje a la figura del profesor Bejarano, quiso dejar esta reflexión: “A la dignidad humana pueden tratar de asesinarla, destruirla, quitarla del camino, pero nunca lograrán borrarla de la memoria, de la imagen y del legado”.
Por su parte, el comisionado Saúl Franco subrayó la importancia de la verdad para sanar los dolores y dignificar a las familias de las víctimas. También hizo un llamado a pensar en cómo la universidad colombiana ha sufrido el conflicto armado.
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La semblanza del profesor
El acto de reconocimiento no fue solo un encuentro para hablar de las responsabilidades. Beethoven Herrera, profesor de la Universidad Externado y amigo de Bejarano, recordó la figura de su compañero y cómo siempre sus esfuerzos estuvieron enfocados en lograr la paz en el país.
Tolimense, hijo de trabajadores, estudiante de un colegio público y curioso por el debate, la rigurosidad y la libertad. Así lo describe Herrera y reseñó que, cuando llegó a estudiar a Bogotá en la Universidad Nacional estaba en auge el triunfo de la Revolución Cubana, pero pese a esto su amigo, Chucho, “siempre dijo que aunque muchos optaron por las armas, él prefería apostarle a los libros”.
Una anécdota, que quizás podría dar un poco de luz sobre las razones de su asesinato, fue cuando el profesor Bejarano consiguió que uno de los jefes de la antigua guerrilla de las Farc se tomara una foto con un reloj que hacía parte de la campaña presidencial de Andrés Pastrana, pues eso sería un impulso a la solución del conflicto mediante el diálogo. El candidato resultó electo y una vez asumió su mandato empezó el proceso de paz del Caguán.
No obstante, Herrera indicó que luego el profesor Bejarano se desencantó de cómo evolucionaron las cosas. El despeje de una extensa zona, una agenda demasiado amplia y la falta de mediadores calificados fueron algunas de las razones que él enumeraba para dudar de un desenlace positivo de las conversaciones de paz.
Despreciado por el Gobierno y graduado como enemigo de la paz por la antigua guerrilla de las Farc, Herrera expresó que su amigo “pagó con su vida por haber tenido la razón”. Una sentencia injusta, agregó, para alguien que nunca traicionó a nadie porque no militó en organización alguna.
Camilo Borrero, profesor de la Universidad Nacional, quiso agregar que el homicidio de Chucho “fue un acto deliberado que quería desestabilizar a la comunidad entera, y se logró. El campus nunca más fue el mismo. Algo se rompió muy adentro”.
En el mismo sentido se manifestó Dolly Montoya, rectora de la Universidad Nacional. La violencia, observó, ha ocasionado la muerte de estudiantes y profesores, pero también desplazamientos y exilios que hieren y estigmatizan la misión de la academia. Por eso pidió que una vez silenciados los fusiles y entregadas las armas, no se usen más los claustros para la guerra.
* Este texto fue publicado originalmente en la página de la Comisión, puede leer el texto aquí.
Creemos que el Sistema Integral de Verdad Justicia Reparación y no Repetición, SIVJRNR es muy importante para la construcción de paz en el país y el movimiento sindical debe estar enterado de lo que está pasando con él, por eso republicaremos algunas de las noticias de la Jurisdicción Especial para la Paz, JEP y de la Comisión para el Esclarecimiento de la Verdad.
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