La AFL-CIO, principal confederación sindical de Estados Unidos, honró al expresidente del Brasil, Luiz Inácio Lula da Silva –hoy prisionero político en ese país– con su premio de derechos humanos George Meany-Lane Kirkland, versión 2019.
Con este premio, la AFL-CIO reconoce las décadas que Lula de Silva lleva en la lucha por avances en los derechos de los trabajadores, el fortalecimiento de la democracia brasileña, y el logro de una mayor igualdad y justicia en el mundo. Resalta su respetado liderazgo entre aquellos que creen que una economía global sostenible depende de una mejor distribución de la prosperidad y la riqueza.
“Las mujeres y hombres de la AFL-CIO conceden este premio a Lula y prometen continuar la solidaridad con la lucha por la justicia y la democracia en Brasil y en el mundo”, señala la organización sindical estadounidense en el acta de concesión del premio.
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Recuerda que, como migrante, trabajador, líder sindical y visionario político, Lula da Silva pasó su vida luchando por la democracia y por los derechos de los trabajadores y comunidades excluidas en Brasil. Como presidente, de 2003 a 2010, rescató a millones de personas de la pobreza y extendió el acceso a la educación superior y a la vivienda a miles de ciudadanos de bajos ingresos.
La AFL-CIO resalta que Lula ha sido fiel a sus orígenes en el nordeste brasileño, donde vivió antes de migrar con su madre y hermanos a Sao Paulo, donde a finales de los años 70, como líder de un importante sindicato metalúrgico, condujo a los trabajadores que se enfrentaban a la dictadura militar en procura de democratizar los lugares de trabajo y los sindicatos. Como también destaca su participación crucial en la amplia alianza de movimientos sociales de masa, artistas e intelectuales, mujeres y hombres, y brasileños de todas las razas, que restableció la democracia en Brasil en 1985.
“En aquella joven democracia, Lula luchó sin descansar para colocar el mayor número posible de personas en una situación de igualdad de derechos y de una vida decente que un país tan grande como Brasil podría ofrecer a su pueblo. Durante su presidencia, Brasil presentó un progreso concreto y consistente en términos de inclusión social, y todos los brasileños prosperaron”, subraya en el acta la AFL.-CIO.
Denuncia cómo desde el 2015 los “opositores al progreso” aprovecharon la retracción económica y el resentimiento de las élites por haber perdido el control, para llevar al país en retroceso, congelando las inversiones en educación y salud por veinte años, minando derechos laborales, revirtiendo avances en igualdad racial y de género, amenazando la selva amazónica y sus pueblos indígenas, y sembrando el odio y el miedo en sus discursos y acciones.
Para avanzar en su agenda –se lee en el acta– estas élites minaron las frágiles instituciones democráticas brasileñas, especialmente las del poder judicial, y tomaron medidas extraordinarias e ilegales para impedir que Lula concurriera a la elección presidencial en octubre de 2018, cuando las encuestas le daban amplia ventaja para lograr la victoria.
Desde el 7 de abril de 2018 Lula da Silva es un prisionero político en su país, condenado por «actos oficiales no especificados». Las únicas pruebas contra él son informaciones originadas en delaciones premiadas, sin aportes de documentación. De esa manera, contrariando la Constitución brasileña, aún permanece preso. Incluso le fue negado el permiso para asistir al funeral de su hermano, cuando en Brasil tales permisos son corrientes.
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“Mientras estaba preso durante la dictadura en los años 70, Lula tuvo más acceso a sus derechos que en el Brasil de hoy”, se lee en el acta, que insiste en que su crimen fue tener la audacia de sacar a más de 30 millones de personas de la pobreza y desafiar los privilegios de la poderosa elite que desde hace muchos años actúa como la dueña de Brasil.
Con el premio de derechos humanos George Meany-Lane Kirkland, la AFL-CIO se une al Comité de Derechos Humanos de las Naciones Unidas en el pedido para que los derechos políticos integrales de Lula da Silva sean restaurados. “Nos unimos con el movimiento laboral global en la demanda para que Lula sea absuelto inmediatamente y liberado de una persecución política profundamente injusta”, agrega.
Y aboga para que Lula da Silva y los movimientos sociales brasileños continúen siendo actores reales en la lucha por justicia social en Brasil, así como símbolos de la esperanza por el retorno de la democracia en muchos países que actualmente pasan por períodos sombríos, que se manifiestan en el aumento de la desigualdad y el odio contra migrantes, trabajadores, líderes y visionarios comprometidos con justicia social.
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