Dilanye tiene 21 años y vive con su mamá en Facatativá. Esta es la historia de cómo fue discriminada, acosada y despedida después de sufrir un grave accidente laboral en la empresa Colibrí. A Pesar de tener un contrato a término indefinido, a sus empleadores eso no les importó y el año anterior, en medio de la pandemia, la despidieron, después de un proceso disciplinario que puede ser considerado absurdo.
Dilanye comenzó a trabajar en Colibrí en 2019. Un año antes había empezado su vida laboral recién cumplió los 18 años en Santa Barbara, otra empresa de flores. La protagonista de esta historia hacía todas las labores que se requieren en un cultivo: bonchar, clasificar, cortar, embalar, peinar las camas, limpiarlas, desyerbarlas y barrerlas.
Los terrenos donde se encuentran los cultivos de la empresa Colibrí son un poco agrestes. No hay un área completamente plana. Dilanye relata que ella estuvo en el lote 24 A, el área más alta de la finca.
El accidente laboral
Dilanye solo llevaba dos meses laborando en la empresa Colibrí. “Recuerdo que estaba lloviendo y fui al baño con todos mis elementos de protección personal. Tenía las botas de caucho que se utilizan en ese terreno. Pero el área del baño también es alta, y además hay una piedra por la que escurre agua, esa zona permanece mojada. Cuando estaba saliendo del baño para regresar a mi puesto de trabajo, me resbalé, los pies se me fueron hacia adelante y caí sentada.”
Un compañero la auxilió. Después llegaron otros a quienes les dijo lo que le había acabado de suceder y les pidió el favor de llamar a gestión humana. Los compañeros lo tomaron en charla y comenzaron a burlase de ella, incluso a morbosearla. A Dilanye esto la disgustó y siguió con sus labores normales a pesar de sentir un fuerte dolor en la parte baja de la espalda, debido al golpe que se había dado al caer.
La empresa, de una u otra forma castiga a sus empleados que dejan de hacer sus labores por algún motivo. Dilanye dice que en la empresa hay persecución laboral por todo: “Es un regaño por todo, sancionan por todo, ósea, hacen informes por todo, amedrentan demasiado a la gente”. Por eso ella sintió temor de informar a la brigadista sobre su caída. Además, solo faltaban 10 minutos para terminar su turno.
Ese día terminó sus labores y con un fuerte dolor tomó el transporte hasta su casa. Cuando llegó, no se pudo bajar por si sola del bus. La coordinadora de la ruta tuvo que auxiliarla.
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Comienza la lucha por su salud
La madre de Dilanye también es trabajadora de las flores. Ella lleva toda su vida trabajando en el sector y sabe mucho más sobre los reportes que hay que hacerle a la ARL cada vez que sucede cualquier accidente. Ella le reclamó a su hija por no haberlo hecho. Dilanye le contestó que pensó que había sido una caída normal, pero definitivamente no lo fue. Había que reportar el accidente porque lo que se vendría después era muy grave.
Dilanye reportó el accidente el día 29 de mayo, un día después de que este sucedió. Contó con suerte de que había un testigo, su compañero, el primero que la auxilió dijo que efectivamente ella se había golpeado muy fuerte. Después del reporte ella tuvo que irse para la clínica, por sus propios medios, pues la empresa no le dio ni siquiera el transporte.
Ya en el centro asistencial lo primero que hicieron fue sacarle una radiografía. Pero las noticias no fueron buenas. Desde ese día su vida cambió para siempre.
Con el examen en mano, los médicos determinaron que había sufrido una luxación del coxis. Para tratar de arreglar la situación los médicos hicieron una reducción anal, un procedimiento que Dilanye dice ser muy doloroso. Pero con eso no se solucionó nada. Su dolor era constante y fuerte, ya se le irradiaba en la cadera, la cual sentía adormecida.
Después la remitieron a Bogotá. Su ARL Seguros Bolívar la incapacitó por un mes y su EPS por 5 más. Fueron días difíciles. Dilanye tuvo que soportar nuevos procedimientos que no contribuían a que su dolor cesara. Le realizaron un TAC de coxis y le dijeron que no tenía nada. Inexplicable esa respuesta porque el dolor era insoportable.
Después, ella cuenta lo que pasó: “Una doctora de la Nueva EPS me envió con el ortopedista, quien vio los exámenes y me dijo que tuve una fisura y luxación de 90° grados en el hueso del coxis y que este se metió al lado del intestino, lo que me causó una incontinencia fecal leve, que me hacía manchar mi ropa interior.”
Ya el daño estaba hecho. El neurocirujano dijo que no podía operar porque ya había pasado mucho tiempo desde el accidente y el coxis se había angulado mucho y había lastimado el intestino. “Con la operación yo corría el riesgo de tener que usar pañal de por vida; lo único era esperar que el coxis no se siguiera moviendo. Me dijeron que iba a quedar con dolor crónico en esa parte por ser un hueso demasiado delicado, y que el manchado de mi ropa interior iba a ser esporádicamente, si no se movía más.”
Tristes noticias para una joven de 20 años.
Con la historia clínica que le dieron en la EPS se fue a pelear a la ARL. Allí le hicieron un bloqueo regional en la parte del sacro. Le inyectaron anestesia para evitar el dolor en tres meses. “Duré con pañal como siete días, una situación terrible. En esa época tenía 19 años. Desde entonces he tenido episodios de incontinencia fecal, hasta hoy que tengo 21 años.”
Después de eso la salud mental se vio afectada. La depresión llegó. Lloraba todo el tiempo. No quería volver a la empresa. Empezó a tomar medicamentos que el psiquiatra le recetó por que no podía dormir. Incluso llegó a pensar en el suicidio como forma de acabar con su sufrimiento y su dolor.
Lo que pasó en su empresa
Después de esos duros seis meses de incapacidad el medico laboral le dio unas restricciones médicas. Pero la empresa Colibrí no las acató: “La persona de seguridad y salud en el trabajo me hacía llorar porque comenzó a hacerme sentir inútil, decía que a pesar de mi restricción médica yo tenía que hacer lo que estaba estipulado en el contrato”.
Después de rogarle varias veces a esta jefa, la dejaron trabajar tres meses en un terreno plano. Allí se podía mover más fácilmente, sin embargo, seguía haciendo las mismas labores, las mismas que el médico le había dicho que no hiciera más por su condición de salud.
Todo eso llevó a que Dilanye tuviera que ir varias veces al médico. Requería que le calmaran el dolor, el cual seguía siendo fuerte. También la incapacitaban temporalmente.
El trato de la empresa no mejoraba a pesar de que ella era insistente en que le respetaran sus restricciones médicas. “Me mandaron a Yadira Carrillo que es en la parte más lejana y con los terrenos más inestables que hay en la empresa Colibrí, sede Corito.”
El médico también le había dicho que evitara transportarse en los puestos de atrás del bus, pero ni eso se lo respetaban.
Los supervisores la trataban mal. Por ejemplo, un día un ingeniero la cuestionó, si ella estaba borracha el día del accidente, porque esa caída era muy rara, según él. También le recriminó por no tener “ojeras” porque si sentía tanto dolor, debería tenerlas. La enviaban a almorzar a la parte más alta, lo que implicaba subir hasta 45 escalones, cuando sus restricciones decían que no le era permitido un solo escalón.
A Dilanye le entorpecían todo, sus labores, su salud y la dignidad. Una vez sintió mucho dolor, “le comenté a la brigadista, que por conducto regular es quien autoriza para salir del área de trabajo, o sino a uno lo sancionan; le pedí permiso para ir a la oficina de la encargada de salud y seguridad en el trabajo. La brigadista dijo que no sabía qué hacer en ese caso y me indicó que hablara con la cargaflor, quien me dijo que llamara a la jefa porque ella tampoco sabía qué hacer. Entonces llamé a la jefa y le comenté que si podía dirigirme a la oficina para que me dieran permiso para salir; de mala manera me autorizó. Cuando llegué a la oficina me enviaron a buscar, en una zona lejana, a otra jefa, para que me diera un papelito de permiso, con ese dolor que tenía tuve que ir y regresar a la oficina a hablar con una doctora de gestión humana, quien dijo “ah, bueno, váyase, tranquila que acá ya tiene la autorización de la jefa”.
Pero al otro día la sancionaron. ¿Y por qué? Porque había llamado a su jefa estando en horario laboral y no se podía utilizar el teléfono.
La persecución era tenaz. Le contaban el tiempo que se demoraba para ir al baño, cosa que no hacían con nadie más.
La actitud que ella notaba en sus jefes era de total desprecio, como “lárguese, váyase, usted ya es un estorbo en esta empresa”. Cada que ella hablaba sobre su estado de salud empeoraban las cosas.
Pero lo que vendría sería peor. La discriminación y el irrespeto iban en aumento.
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Se afilió al sindicato y la violencia empeoró
Dilanye se afilió al Sindicato Nacional de Trabajadores de la Industria Agropecuaria, Sintrainagro. Ella conocía a una afiliada de la otra empresa donde había trabajado y creyó que sus condiciones laborales cambiarían al afiliarse a una organización sindical.
“En el sindicato me dijeron que fuera consciente de que yo iba ser una entre mil, porque allá prácticamente nadie está sindicalizado. Yo dije, me voy a sindicalizar, a la de Dios, me sindicalicé y fue peor.”
El sindicato envió cartas a la empresa Colibrí pidiendo que respetaran las restricciones médicas de Dilanye, pero la persecución fue aún más terrible. Sus supervisores le decían cosas como: “es que usted debe hacer lo que está estipulado en su contrato de trabajo; que usted sea de un sindicato no quiere decir que usted viene a hacer lo que se le da la gana”.
A Dilanye le decían frases despectivas y humillantes como que no servía para nada. Además, los compañeros de trabajo también empezaron a discriminarla, hasta le llegaron a decir: “debería tirarse a ese lago y ahogarse con la dona que le dieron para sentarse y no venir acá”. Incluso un día alguien la agredió físicamente.
Todos los días lloraba. No quería ir a trabajar.
“También comenzaron a decirme la loca de los perros porque yo me refugiaba en las mascotas de la empresa. Ellos eran los únicos que me recibían contentos, me acompañaban hasta el área y me dejaban allá, se acostaban entre las camas y me esperaban.”
Dilanye cree que la discriminación por parte de sus compañeros se daba por que “ellos idolatran la empresa. Ellos dicen tan hermosa mi empresa, tan linda mi empresa”. Pero no son conscientes de la explotación y la vulneración de los derechos a la que son sometidos. Por ejemplo, para que les den la bonificación de fin de año tienen en cuenta que no hayan faltado al trabajo ni una sola vez en todo el año, incluso si fue por un tema de salud.
El comentario que tienen los trabajadores cuando alguien que se afilia a un sindicato es que “van a acabar la empresa. Dicen que los sindicalistas son una escoria”, frases que aumentan la discriminación y la estigmatización y que se convierten en violencia antisindical.
«Una vez si me pude hacer una amiga. Una trabajadora que llegó nueva, cuando ella comenzó a pasársela conmigo, la echaron por qué se enteraron de que ella también quería afiliarse al sindicato. Me quedé solita otra vez como un hongo. Duramos como un mes de amigas».
Y finalmente la despidieron
“Me echaron como a un perro” con esa frase resumen Dilanye el despido del que fue víctima. A Colibrí no le importó que estuviera en un tratamiento médico, ni que tuviera fuero sindical, nada de eso. Le hicieron un proceso disciplinario y como resultado la despidieron.
Un viernes, más o menos a las 5 de la tarde la llamaron de la ARL para decirle que le habían asignado una cita el lunes a las 9:00 am. Ella le informó la situación a su jefa. Pero al siguiente día, el sábado, la llamaron nuevamente de la ARL y le informaron que su cita había sido reagendada para la 1 pm. Dilanye esta vez no dijo nada, sintió temor de que le hicieran un nuevo llamado de atención por haber contestado el teléfono en horario laboral.
El lunes Dilanye se madrugó para Bogotá. Asistió a su cita a la 1 pm. EL martes cuando se presentó a la empresa la recibieron con un llamado de atención. Le pidieron los soportes de la cita y le dijeron que ella había hecho fraude porque no había sido a las 9 sino a la 1 y que por lo tanto la iban a despedir.
Antes le habían hecho otro llamado de atención. “Según mi restricción médica, yo no podía cortar ni empujar carro, entonces lo que me dijo un día la jefa fue, “tranquila, no te preocupes, corta sin carro, vas cortando de a 10 flores, vas dejando encima de la cama y al finalizar tomas todas las flores y las pones en el carro que está afuera y las embalas”. Le pregunté ¿en serio jefe? porque como acá eso no es permitido. A lo que ella respondió, delante de la encargada de salud, “sí, tranquila, no se preocupe que acá estamos para apoyarla en todo”
Pero después, otro jefe le dijo que él no sabía nada de esa autorización. Quienes se la habían dado verbalmente lo negaron y le pidieron la constancia por escrito, algo que evidentemente ella no tenía.
Así las cosas, ya Dilanye tenía dos llamados de atención y con el tercero, que era el supuesto fraude porque la cita no había sido a las 9 am sino a la 1 pm, eran tres y a los tres daba para despido. “Dijeron que yo estaba atentando contra la producción de la empresa, y eso daba para despido. Cuando les dije que seguía con un problema de salud en la parte del coxis, que no me habían solucionado y que necesitaba que me siguiera atendiendo la ARL, me dijeron con desprecio, sabe qué, usted se puede ir tranquila, váyase que a usted la ARL la va a atender de por vida”. Ese día que me echaron, cuando fui al vestier mandaron a la celadora a rasgarme el logotipo de mi buso de la empresa. Me mandaron a quitar el buso, le arrancaron el logo y me lo entregaron. La trabajadora dijo, “discúlpame, pero me mandaron de la oficina. Yo me puse fue a llorar y me fui”.
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Después que la despidieron en junio de 2020 la depresión aumentó. Dilanye comenzó a buscar empleo, pero ni siquiera la llamaban de las empresas a las cuales enviaba su hoja de vida. Una amiga le contó que ella aparecía reportada como sindicalizada y con un problema de salud en la ARL y por eso no le daban trabajo. “Vivir con mi incontinencia fecal ha sido complicado porque no me dan trabajo en ninguna parte; además amanecer y sentir que usted está literalmente poposeada, y verme tan joven, me ha deprimido.”
Su situación emporó tanto que estuvo recluida por algunos días en una clínica de salud mental. Allí nuevamente volvieron las ideas suicidas.
Por el despido el tema económico también se le complicó. Además, su madre, la persona con la que vive también tiene problemas de salud como consecuencia del trabajo, y ella es quien la cuida. Ahora, con todas las diligencias que tiene que hacer para su madre poco tiempo le queda para ella.
“Aún tengo mi problema, quedé con ansiedad desde esa experiencia. A veces me llegan esos momentos de depresión y ansiedad y no puedo dormir, y cuando me llega el dolor en el coxis es peor”
Dilanye también les da un consejo a todas las trabajadoras de las empresas de flores y en general para cualquier sector: “No dejen a un lado su salud física y mental por una empresa que el día de mañana cuando usted presente una enfermedad laboral o, accidente laboral, no los va a apoyar y los van a ver como a un cero a la izquierda y con despreció. Cuiden de su salud porque ustedes son los dueños de su cuerpo, por lo tanto, deben cuidar de él, ya que ese motor es el que los va a acompañar durante toda su vida”
Historias de vida, salud trabajo en los Centros de Atención Laboral
Esta historia hace parte de una serie de narrativas que se están recopilando en los Centros de Atención Laboral a través de su estrategia Salud ENSuTrabajo. La estrategia tiene como propósito generar espacios de investigación y co-formación que privilegian el diálogo de saberes entre los y las trabajadoras y el equipo profesional del proyecto. Se busca identificar las vulneraciones y fortalecer las estrategias y capacidades técnico-políticas para la defensa del derecho a la salud en términos de trabajo digno.
Una de las acciones de la estrategia es la realización de es la realización del curso «encuentros por el derecho a la salud de los/as trabajadores/as de los cinco sectores priorizados por el Plan de Acción Laboral”. En estos espacios surgen historias como estas que son contadas de primera mano por sus protagonistas y que se publican íntegramente en la página web de los Centros de Atención Laboral y que, en un futuro, harán parte de un libro de acceso gratuito.
*Worker-Driven Labor Law Enforcement Centers: es un proyecto financiado por el Departamento de Trabajo de los Estados Unidos. Bajo el acuerdo de cooperación IL-33979-19-75-K.
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María Helena Montaño:
22/09/2021,En Colombia aún existe la esclavitud, para muestra este caso de indolencia del patrón hacia la trabajadora quien ha debido acudir a la oficina de trabajo o al menos escribir una carta a mi trabajo reportando su caso y con las respectivas constancias e incapaces médicas. Además en las empresas debe existir un comité laboral ante el cual se pueden ventilar estas situaciones que el patrón debería atender. El Mintrabajo debería hacer un permanente trabajo de información sobre derechos y deberes de trabajadores y patronos humanizando estas relaciones laborales. En Colombia existe una mentalidad medieval en este aspecto.
Alvaro Ríos:
06/10/2021,La esclavitud moderna, en un pais donde se le hace pensar que el trabajo es un favor y no un derecho.