Volviendo a la “normalidad” de un modelo de desarrollo excluyente

Imagen de referencia tomada de EFE

El modelo de desarrollo de Colombia es excluyente por las razones que aquí da el autor.

Por Héctor Vásquez Fernández

En el segundo trimestre de 2021 la economía colombiana creció 17,6%, dato que motivó en el presidente Duque la afirmación de que este ha sido “el trimestre de mayor crecimiento en lo que va corrido del siglo XXI en el país”. Aunque esto es cierto, si se compara esta cifra con el crecimiento promedio que ha tenido la economía colombiana en las dos últimas décadas, no se puede perder de vista que la base a partir de la cual se mide este crecimiento fue el primer año de la pandemia, en el que la economía se contrajo -6,8%.

Aun así, es necesario destacar la relevancia de esta cifra, pues en el primer trimestre la economía apenas había crecido 1,1%, un resultado que le permite al presidente mantener su optimismo en relación con el crecimiento final de la economía en 2021, que estima estará alrededor del 7%. La pregunta, sin embargo, es acerca del impacto que el crecimiento de la economía está teniendo sobre la calidad del empleo que se está generando y su impacto sobre la pobreza y la distribución del ingreso.

Durante la primera década de este siglo la economía creció en promedio 4,06%, con el indicador más alto en 2006, 6,7%. En esta década, la tasa de desempleo promedio se ubicó en 12,8%, con el pico más bajo en 2007, 11,2%, (veníamos de una caída del PIB del -4,4% en 1999, año en que la tasa de desempleo fue de 17,1%). Por su parte el trabajo informal por tamaño de empresa fue en promedio del 52,4%, (inicio en 54,5% y terminó en 51,6%); y el trabajo informal por exclusión del sistema de protección social, (en este caso por la afiliación a pensiones), en promedio fue del 69,8% de la población trabajadora. Por su parte el índice de GINI de distribución del ingreso, se ubicó en estos años en 0,56 promedio, un indicador que nos pone como una de las naciones más desiguales del planeta. (El índice de GINI va de 0, igualdad absoluta, a 1, desigualdad absoluta. Los países con el GINI más bajo, entre 0,25 y 0,3, son los países con la más fuerte implantación del sindicalismo y de la negociación colectiva.)

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En la segunda década de este siglo, la economía colombiana crece en promedio 3,6%, (excluimos el año 2020, año de pandemia, en el que la economía se contrae en -6,8%), con el pico más alto en 2011, 6,9%. Durante esta década, la tasa promedio de desempleo fue del 9,7%, la tasa promedio de trabajo informal, (por tamaño de empresa), fue del 48,4%, y la tasa de informalidad por exclusión del sistema de protección social fue del 65,5% de la población ocupada; por su parte, la pobreza extrema en materia de ingresos o indigencia afectó en promedio al 6,2% de la población, y la pobreza al 36,7%; finalmente, el índice de GINI se ubicó en 0,526 en promedio.

2020 fue un año completamente atípico por la pandemia del Covid 19 y sus efectos sobre la economía y el empleo, situación que agravó los problemas de pobreza, exclusión y precariedad propios de nuestro modelo de desarrollo. En efecto, la economía se contrajo en -6,8%, la tasa de desempleo subió al 16,1%, (aunque si sumamos los nuevos “inactivos” que la pandemia expulsó del mercado laboral, la tasa de desempleo real sería del 19,5%), la tasa de trabajo informal por tamaño de empresa fue del 46,8%, y por exclusión del sistema de protección social del 62,4%, la pobreza extrema subió al 16% y la pobreza por ingresos al 42,5%, (estos dos indicadores habían mejorado hasta antes del gobierno de Duque, ubicándose en el 2018 en 5,9% y 34,5%, respectivamente), y el coeficiente de GINI volvió y subió al 0,54.

La buena noticia ha sido, pues, el crecimiento del PIB del 17,6% en el segundo trimestre de 2021, un indicador que estuvo acompañado de un incremento en la tasa de ocupación en 5 puntos porcentuales, de la disminución de la tasa de desempleo, que paso del 19,8% al 14,4% en un año, y de una disminución de la población “inactiva”[1], que paso de 16.9 millones en junio de 2020, a 16.2 millones en junio de este año. Antes de la pandemia del Covid, la población inactiva estaba constituida por 14.6 millones de personas, con el pico más alto en el mes de abril de 2020, 19.1 millones, entre ellas 8.3 millones dedicadas a “oficios del hogar”, en su inmensa mayoría mujeres. Este incremento de la “inactividad” fue consecuencia del confinamiento obligado por la pandemia, que provocó la desaparición de empresas, negocios y puestos de trabajo, lo que obligó a miles de personas a no tener más alternativa que la “inactividad”, lo que al mismo tiempo sirvió para que la tasa de desempleo no fuera mayor.

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¿Y el modelo de desarrollo?

Frente a los resultados anteriores, las preguntas son acerca de que tanto este crecimiento ha impactado en la calidad del empleo y en la distribución del ingreso, pues una característica esencial de nuestro modelo de desarrollo ha sido la alta proporción de trabajo informal, de trabajo sin derechos y por fuera del sistema de protección social, los bajos ingresos laborales, los altos niveles de pobreza y de pobreza extrema, y la profunda desigualdad en la distribución del ingreso.

Las propias cifras del DANE nos permiten hacer este cruce y encontrar las respuestas pertinentes. Al mes de junio de este año, el país contaba con una población en edad de trabajar (PET) de 40.3 millones, de las cuales, 22.6 millones estaban ocupadas[2], 2.3 millones más que en el mismo mes del año anterior; 16.2 millones estaban en la condición de “inactivos”, 721 mil menos que en el año anterior; y 3.5 millones estaban desempleadas[3], 1.1 millones menos que en el 2020. De los ocupados, solamente el 37,4% estaba afiliado al sistema de protección social (pensiones), y según los datos de FASECOLDA, entre junio 2020 y junio 2021, los afiliados al sistema de riesgos laborales apena se incrementaron en 808 mil personas, dato que indica que el 65% de las personas que encontraron un empleo gracias a la reactivación económica, lo encontraron en actividades informales, actividades que les reportan algún ingreso, pero que no significan en ningún sentido condiciones de Trabajo Decente. Finalmente, el PIB por ingresos reportado por el DANE, (datos para el primer trimestre), nos indican que mientras la remuneración del capital (excedente de explotación + ingreso mixto), incremento su participación en el PIB del 51,8% al 54,5%, la remuneración de los asalariados bajo del 32,1% al 30,9.

Estos datos lo que significan es que hemos recuperado los estándares “normales” propios de nuestro modelo económico de desarrollo, el mismo que describe muy precisamente Ricardo Bonilla, el director académico de la Misión Alternativa de Empleo en Ingresos:  “desde hace 60 años, sobre Colombia ondea un reconocimiento negativo: el de ser uno de los países con mayor desigualdad (Comisión Económica para América Latina y el Caribe [Cepal], 2019), en riqueza e ingresos, y una de las más altas tasas de desempleo del mundo. Ambos factores siguen sin corregirse, pues todos los gobiernos han confundido reducir la desigualdad con disminuir la pobreza, prefiriendo entregar subsidios a crear nuevas oportunidades para la población. La pobreza se reduce momentáneamente con subsidios, la desigualdad no. Para combatir esta última se necesitan transformaciones efectivas en la tenencia y la propiedad de la tierra, reducir sustancialmente los costos financieros, bajar los costos de transporte, recentrar el urbanismo, darle calidad a los bienes públicos, así como acceso universal y efectivo a salud y educación y abrir oportunidades novedosas de trabajo decente”.


[1] Población Económicamente Inactiva (PEI): comprende a todas las personas en edad de trabajar que no participan en la producción de bienes y servicios porque no necesitan, no pueden o no están interesadas en tener actividad remunerada. A este grupo pertenecen estudiantes, amas de casa, pensionados, jubilados, rentistas, inválidos (incapacitados permanentemente para trabajar), personas que no les llama la atención o creen que no vale la pena trabajar. Población inactiva desalentada: son aquellas personas que dejaron de buscar trabajo porque no había disponibilidad de un empleo, por alguna enfermedad, porque estaban cansados de buscar, porque se consideraban no estar calificados, por la edad, o por adquirir responsabilidades familiares.

[2] Población ocupada: personas que durante el período de referencia se encontraban trabajando por lo menos una hora remunerada; o que no trabajaron la semana de referencia, pero tenían un trabajo; o eran “trabajadores familiares sin remuneración”, que trabajaron en la semana de referencia por lo menos 1 hora. )DANE, Glosario).

[3] Desocupados (D): son las personas que en la semana de referencia se encontraban en una de las siguientes situaciones: Desempleo abierto: 1. Sin empleo en la semana de referencia. 2. Hicieron diligencias en el último mes. 3. Disponibilidad. 2. Desempleo oculto: 1. Sin empleo en la semana de referencia. 2. No hicieron diligencias en el último mes, pero sí en los últimos 12 meses y tienen una razón válida de desaliento. 3. Disponibilidad (DANE, glosario).

Héctor Vásquez Fernández

Héctor Vásquez Fernández es Socio y fundador de la ENS. Exmiembro del Comité Ejecutivo de la Cut Antioquia. Docente, investigador y asesor de la ENS. Experto en temas sindicales y laborales

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