La palma en Colombia es una industria que se ha venido desarrollando desde hace más de 50 años.
Por Daniel Hawkins, Director del Área de Investigación de la ENS.
Coordinador del proyecto financiado por la FNV Mondiaal sobre el trabajo decente en la cadena de suministro de la palma de aceite en Colombia.
Las cualidades de la palma de aceite (Elaeis guineensis), nativa de África y que prospera en climas tropicales, parecen mágicas: el aceite que se extrae de sus semillas es el más versátil del mundo: se mezcla bien con otros aceites, tiene varios tipos de grasas y una consistencia que lo convierte en un ingrediente casi esencial para productos de la industria alimenticia horneada; además de que es, hoy en día, esencial para los champús, detergentes, jabones y una diversidad de productos cosméticos y farmacéuticos, sin mencionar su creciente uso como biodiesel.
La palma, más que casi todos los cultivos agrícolas globales de hoy, se inscribe de forma perfecta en la definición de lo que es un cultivo flexible (flex crop): tiene múltiples usos; se intercambia según lo que dicte el mercado (Borras Jnr., citado en: Piñeros, 2019: 76); sus tasas de rendimiento por hectárea son más altas que cualquiera de los otros aceites vegetales, y todas las variedades de la plantas producen fruta hasta por 30 años.
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Adicionalmente, a diferencia de otras plantas de aceite, la palma produce fruto durante todo el año, por esto, requiere mano de obra intensiva y ofrece la posibilidad de que pequeños productores, así como sus familiares la cultiven y vendan su fruto, algo que ha hecho que se impulsen programas para el desarrollo rural con base en la expansión geográfica de plantaciones y cultivos de este fruto. En Indonesia, por ejemplo, se estima que los pequeños productores independientes participan con un cuarto de la producción total de aceite de palma y sus derivados en el país (más de 31 millones de toneladas por año) (Suhada, et al., 2018).
Es un producto ideal para el mercado capitalista contemporáneo y para los discursos gubernamentales que pretenden que la economía campesina sea factible en un mundo que gira alrededor de la obligación de ser competitivo. Por cierto, el crecimiento vertiginoso de la palma de aceite en las últimas décadas ha ido de la mano de la globalización del capital y de la integración de cadenas de suministro mundial para el procesamiento industrial de productos agrícolas.
Tan solo entre 1995 y 2015 la producción mundial de aceite de palma se cuadruplicó, al pasar de 15,2 a 62,6 millones de toneladas, haciendo que las plantaciones de palma participen con el 10 % de los cultivos agrícolas globales. Indonesia y Malasia son los dos gigantes de la producción del mundo, que participan con más del 85% del total mundial, seguidos por Tailandia; Colombia por su parte participa con un poco más del 2 %.
Mientras crece la producción y el uso del aceite de palma alrededor del mundo, así como su importancia en los mercados futuros, también aumenta la devastación ambiental asociada a su imparable dispersión geográfica, sobre todo en la selva tropical, afectando la biodiversidad de la flora, la fauna y la diversidad socio-cultural.
Bajo la premisa del discurso ortodoxo de la sostenibilidad, se han hecho grandes esfuerzos en los últimos 15 años para mejorar las prácticas ambientales y sociales de la producción de palma de aceite, como forma de detoxificar su imagen ante los países consumidores con ingresos per cápita más altos. La tendencia es clara, ya que la Unión Europea –destino principal para las exportaciones de palma de los grandes productores, incluida Colombia– se ha comprometido a importar solo el aceite de palma que haya sido producido de manera sostenible (Goggin, et al., 2018). Mientras que en los países asiáticos la sostenibilidad se enfoca de la necesidad de frenar el arrollador proceso de la deforestación, en países como Colombia priman las discusiones sobre cómo limpiar la cuestionada reputación de esta industria luego de su disputada asociación, en algunos casos concretos, con procesos de desplazamiento, colusión con grupos armados ilegales y procesos de violencia en contra de campesinos y trabajadores sindicalizados (ver: Grajales, 2011; Palacios, 2012; Castaño, 2019; Michalowski, et al., 2018).
Sin embargo, las discusiones sobre las condiciones de trabajo y los derechos laborales en ambos continentes han sido minimizadas. Incluso, en Colombia, donde los desarrollos científicos (impulsados por Cenipalma, filial de Fedepalma) han alcanzado reconocimiento y prestigio mundial, el tema del trabajo sigue siendo tratado como un mero factor de producción, tratando a los trabajadores como si fueran tierra o capital.
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Bajo esta perspectiva, el manejo de las relaciones laborales se ha enfocado en la reducción de los costos marginales de producción con el fin de que las empresas sean más competitivas en el mercado global de la palma, pero ignora y desconoce la condición humana de la fuerza laboral, en el entendido de que el trabajo es un proceso enmarcado en raíces sociales definitivas (Sen, 2000).
Tal enfoque es bastante anticuado en una industria cada vez más conectada con las demandas del mercado mundial y con la cadena de suministro, en las cuales, el esfuerzo por reducir los costos laborales, descuida otro elemento clave en el proceso productivo: los estándares de calidad y los estándares socio-laborales que resaltan del hecho de que los trabajadores también son personas con dignidad y derechos (Barrientos et al., 2011: 322; Trienekens, 2011).
Estas discusiones se incluyen, desde diversas ópticas, en los textos que componen la edición Nº 94 de la revista Cultura & Trabajo, de la Escuela Nacional Sindical (ENS). El enfoque sobre el tema de trabajo decente en la cadena de suministro de la palma de aceite en Colombia ha sido fruto del apoyo financiero, político y, como siempre, fraternal, de la FNV Mondiaal, organización sindical solidaria con los sindicatos y con las entidades que les prestan apoyo técnico en diversos países, como Colombia.
En todos los artículos, a pesar de la diversidad temática, el hilo conductor son las relaciones de trabajo, que se expresan, al menos de forma implícita, en la necesidad de fortalecer los procesos de diálogo social más integrales, entre todos los actores involucrados en esta cadena de suministro: trabajadores, organizaciones sindicales, empleadores y sus asociaciones, gobierno y entidades estatales, ONG y consumidores.
Históricamente en Colombia, los conflictos laborales (tanto en la palma como en casi todas las ramas económicas) se destacan por las posiciones intolerantes, en lugar del respeto mutuo; con antagonismos en lugar de discusiones reflexivas y cordiales. Los resultados no han sido positivos, pues con frecuencia las partes terminan en espacios administrativos y/o penales, con un alto costo para todos los involucrados. Esperamos que los planteamientos desarrollados en los siguientes artículos estimulen debates como elemento fundamental para cualquier democracia, pero que sean críticos y propositivos por el bien del país y de su gente, buscando construir un camino de paz y respeto ante la existencia de grandes diferencias.
Otros artículos de la Revista:
Bibliografía
Barrientos, Stephanie, Gereffi, Gary y Arianna Rossi (2011). Economic and social upgrading inglobal production networks: Anew paradigm for a changing world. International Labour Review. 150(3-4).
Castaño, Eugenio (2019). Del éxodo humano a la supervivencia organizada: memoria histórica de Sintraproaceites (seccionales San Alberto y El Copey), Sintrainagro (seccional Minas), Sintragrim (seccionales El Castillo y Mesetas), 1970-2018. Medellín: Editorial Escuela Nacional Sindical.
Goggin, Kirstie A. y Denis J. Murphy (noviembre-diciembre de 2018). Monitoring the traceability, safety and authenticity of imported palm oils in Europe. Oilseeds & fats Crops & Lipids (OCL). 25 (6).
Grajales, J. 2011. The Rifle and the Title: Paramilitary Violence, Land Grab and Land Control in Colombia. Journal of Peasant Studies, 38 (4): 771-92.
Michalowski, Sabine y Sanchez-León, Nelson, Daniel Marín López, et al. (2018). Entre coacción y colaboración: verdad judicial, actores económicos y conflicto armado en Colombia. Bogotá: Transnational Justice Network; Dejusticia.
Palacios, P. (2012). Forced Displacement: Legal Versus Illegal Crops. Defence and Peace Economics, 23 (2): 133-60.
Piñeros-Lizarazo, Robinson (enero-abril de 2019). Cultivos flexibles y juventud rural trabajadora: de la caña de azúcar en Brasil al aceite de palma en Colombia. Íconos. Revista de Ciencias Sociales. (63): 75-100, Quito.
Sen, Amartya. 2000. Work and Rights. International Labour Review. International Labour Organization, 139 (2): 119-128.
Suhada, Thontowi A., Bukti Bagja y Shofia Saleh (30 de marzo de 2018). Smallholder Farmers Are Key to Making the Palm Oil Industry Sustainable. World Resources Institute. Recuperado de: https://www.wri.org/blog/2018/03/smallholder-farmers-are-key-making-palm-oil-industry-sustainable.
Trienekens (2011). Agricultural Value Chains in Developing Countries: A Framework for Analysis”. International Food and Agribusiness Management Review 14(2): 51-82.
*Este artículo hace parte de la Edición impresa de la Revista Cultura & Trabajo #94 que la Escuela Nacional Sindical publicó a finales del año anterior. La revista puede ser descargada y leída en su totalidad aquí
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