Por José Luciano Sanín Vásquez
Socio y exdirector de la ENS
jose.luciano.sanin.vasquez@gmail.com
Desde su fundación, las organizaciones sindicales del país afiliadas a la CUT, la CTC y la CGT están decididas por la paz, y por ello no vacilaron en darle inmediato respaldo al proceso de diálogo que se inició hace cuatro años en La Habana, y hoy abogan para que el proceso con el ELN se inicie por fin en su fase pública. Así lo han dado a conocer en distintas comunicaciones y también han expresado inequívocamente que apoyarán con el SÍ el plebiscito que busca refrendar los acuerdos entre las FARC-EP y el Gobierno para la terminación del conflicto armado.
Con el mismo entusiasmo la CSA, la CSI, las federaciones sindicales internacionales y otras centrales sindicales mundiales han manifestado su confianza en que el logro de este acuerdo genere posibilidades para que se cimiente la democracia, y han resaltado el papel determinante que deberán ocupar los y las trabajadoras y sus organizaciones sindicales en la construcción de la paz.
Con gran madurez y precisión política, las centrales sindicales han manifestado que su postura decidida y afirmativa al proceso de paz no disminuye su autonomía, y por tanto no significa de manera alguna un apoyo al gobierno. Tan claro y meridiano es su mensaje que han creado una gran coalición de organizaciones sociales y políticas para rechazar las principales medidas económicas y sociales del gobierno, reflejado en el paro nacional del pasado 17 de marzo, y más recientemente con el llamado a una nueva jornada de protesta para el segundo semestre de este año, porque ninguno de los puntos del pliego de peticiones ha sido resuelto y el Gobierno se sigue negando a abrir un espacio de negociación.
Lo que queda claro es que, si bien el sindicalismo ha decidido apoyar incondicionalmente los acuerdos para la terminación del conflicto armado, ello no le implica renunciar a su agenda laboral y sindical, pues comprende que más temprano que tarde la aspiración por el trabajo decente tendrá que reconocerse como un eje fundamental para la construcción de la paz.
Así el papel de los sindicatos en este escenario de paz que se empieza a dibujar son innumerables, los eventos (foros, seminarios, escuelas) que se vienen realizando para comprender e identificar las grandes ventajas y posibilidades que para los colombianos y en particular para los y las trabajadoras se generarían con la terminación del conflicto armado.
En su conjunto se están preparando para lanzar una gran campaña nacional por el SÍ a los acuerdos. Muestra de ello es que la CUT definió en su última Junta Nacional realizar una campaña independiente a la del Gobierno, que iniciará el 17 de agosto con una jornada de sensibilización por el SÍ a lo pactado en la mesa de negociación. Ha convocado a sus 32 subdirectivas y más de 700 sindicatos a realizar actividades en todo el país.
Asimismo, FECODE ha empezado un ambicioso programa de formación de un gran número de sus activistas y dirigentes para desplegar una novedosa estrategia de pedagogía con las comunidades educativas y todos sus afiliados (más de 350.000). El objetivo es que éstos comprendan lo que ha pasado en el proceso, se decidan a apoyar su refrendación y a participar en la implementación de los acuerdos, como un paso necesario para hacer de las escuelas un territorio de paz.
La CTC por su parte también ha manifestado su apoyo irrestricto al proceso de negociación y sus resultados, y por ello ha iniciado la socialización y análisis de los acuerdos en sus estructuras nacionales y departamentales, como preparación para los escenarios de participación que se abrirán. Y la CGT, que participa con su Presidente en la Comisión Asesora de Paz, ha señalado en diferentes escenarios su pleno respaldo al mecanismo para la refrendación de los acuerdos que se firmen entre la guerrilla de las FARC-EP y el Gobierno.
Con ese norte trazado los sindicatos se han puesto a la tarea de identificar y discutir la agenda que permita edificar la paz desde sus sectores. Así lo hizo, por ejemplo, la USO con su Asamblea Nacional Por la Paz realizada en noviembre del 2015; y la UNEB, con el Foro Nacional Financiero por la Paz el 19 y 20 mayo de este año.
Pero tal vez lo más importante es que en las asambleas y reuniones de las organizaciones sindicales se está hablando de una agenda laboral para la paz, por el trabajo decente y por la democratización de las relaciones laborales; una agenda que convoca a imaginar y a construir un futuro en el que la estigmatización, la violencia, la criminalización en contra de las organizaciones sindicales, la informalidad y la ilegalidad laboral, se conviertan en temas del pasado. Un futuro en el que el trabajo y los trabajadores recuperen su valor, y en el que los derechos laborales y la libertad sindical sean efectivos.
El paso a seguir ahora es que los sindicatos comprendan que cuentan con un enorme potencial para ser protagonistas de primer orden en la tarea de “aterrizar” los acuerdos para la terminación del conflicto armado en los lugares de trabajo, en las escuelas, en los hospitales, en los bancos, en los supermercados, etc.
Con su capacidad organizativa los sindicatos pueden contribuir a remover el desconocimiento y el escepticismo existente, provocando conversaciones en todos estos espacios acerca del significado y los beneficios concretos que se obtienen con el fin de la guerra, y las posibilidades inmensas que se abren para que el contenido de la anhelada paz signifique una mejor vida para todos. Esa fortaleza será decisiva, tanto para la refrendación, la implementación de los acuerdos, como para, de manera principal, darle un lugar trascendente a la agenda laboral en el logro de la paz duradera y sostenible.