Fútbol femenino colombiano: escenario de discriminación laboral, misoginia, homofobia y machismo

Yoreli Rincon, figura del fútbol femenino en Colombia,
(Yoreli Rincon, figura del fútbol femenino en Colombia, imagen ESPN tomada de playboy.co)

El fútbol femenino existe por la fuerza y el compromiso de sus practicantes, no tanto por el apoyo de la Federación o la Dimayor, para las cuales esta actividad funciona de manera gregaria, que organiza por necesidad, no porque le interesa ordenar y solventar.

Por Paola Gómez. Directora CAL Bucaramanga.

En Colombia, el denominado ‘deporte rey’ se ve empañado por causa de una administración institucional anómala y arbitraria. Cada vez más y con mayor ahínco, las mujeres futbolistas muestran su insatisfacción frente a un escenario plagado de trato desigual y discriminatorio, acoso laboral, ausencia de garantías y despreocupación casi total por la integridad física y emocional de las deportistas.

El trasfondo de todo esto es una sociedad anclada en resabios culturales, como el machismo, la misoginia y homofobia; una sociedad en la que la lucha de las mujeres también es por igualdad de oportunidades en el mundo laboral. Y el fútbol es hoy una importante oportunidad laboral. Pero lo que sucede en la Dimayor y en la Federación Colombiana de Fútbol respecto a las futbolistas, revela una crisis que repercute en el ámbito laboral.

Las mujeres futbolistas están desprotegidas en salud y seguridad social, no se les paga viáticos, entrenan en condiciones de infraestructura precarias y no tienen suficiente apoyo profesional: deportólogos, médicos, sicólogos, etc.

Y por ser un escenario en el que se ensalza la figura del hombre y se menosprecia a la mujer, con frecuencia se dan casos de acoso sexual, violencia, discriminación e irrespeto por las preferencias sexuales. El caso de la Selección Femenina Sub 17 es bastante alarmante: dos denuncias por acoso sexual en la concentración, una contra el entrenador del equipo, Didier Luna, y otra de un padre de familia que compromete al preparador físico, Sigifredo Alonso.

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Todo esto debe ser objeto de debate. Éste no se debe reducir solo a la profesionalización del fútbol femenino, pues existen otras problemáticas de orden laboral y ético que la dirigencia ha callado. o se ha limitado a expresar opiniones tímidas.

En las convocatorias a la selección Colombia a las mujeres se les constriñe a cubrir costos que por norma corresponden a la Federación, y quienes no se acoplen a las decisiones unilaterales y verticales de los entrenadores, seleccionadores y dirigentes, no vuelven a ser convocadas. Uno de los directivos llegó al colmo de decir que el futbol de mujeres solo es un foco de lesbianismo y tomadoras de trago.

¿Cuál es el panorama de la situación laboral de las mujeres futbolistas en Colombia? En primer lugar, hay una inexistencia total de institucionalidad. El fútbol femenino existe por la fuerza y el compromiso de sus practicantes, no tanto por el apoyo de la Federación o la Dimayor, para las cuales esta actividad funciona de manera gregaria, que organiza por necesidad, no porque le interesa ordenar y solventar.

Las mujeres aspiran a tener un campeonato profesional de fútbol nacional, que sería un importante adelanto en el reconocimiento y la garantía de sus derechos laborales, hoy desconocidos. Pero hoy este campeonato está en limbo, como también lo están las convocatorias a la Selección Colombia. La dirigencia afirma que el fútbol profesional femenino tiene poco número de equipos y poca cantidad de futbolistas, lo que no justifica la apertura de un campeonato profesional. Y que además habría baja afluencia de público a los estadios, cuestión que dificultaría el aspecto económico.

Todo ese déficit del fútbol femenino, guarda relación con los problemas ya mencionados: acoso laboral, sexual, impagos de viáticos, salarios injustos, condiciones indignas, etc. Por ejemplo, mientras los hombres de la Selección Colombia viatican, las mujeres deben asumir con su bolsillo el costo de sus viajes y hospedajes, so pena de perder la convocatoria.

La actitud de la dirigencia del fútbol contrasta con la actitud del Ministerio de Trabajo, que contrario a lo que podría esperarse ha llamado fuertemente la atención a las directivas y la sociedad general, y mostró su disposición a erradicar el acoso laboral y sexual, el trato desigual y discriminatorio, y a mejorar el apoyo de profesionales del deporte. Amanecerá y veremos si el Ministerio cumple con ese propósito.

De todas maneras los escándalos y denuncias recientes ofrecen interesantes presupuestos para el análisis. Nos permitió ver que el fútbol femenino está atravesado por problemas estructurales como la misoginia, el machismo, sexismo, la discriminación, la exclusión, homofobia y el acoso sexual; problemas que se dan en el marco de relaciones de trabajo y subordinación entre dirigentes y dirigidas, donde, aparte de la exigencia de disciplina, rutinas y horarios, las jugadoras están expuestas a sufrir violencia de género.

Urge que la profesionalización del fútbol femenino en Colombia se rodee de una institucionalidad propia, donde las mujeres ocupen los cargos de dirección y sean ellas las que tracen políticas y medidas para afrentar problemas como el acoso, el desfase salarial, y derechos laborales conculcados.

En la parte financiera, una solución para el fútbol femenino podría ser que parte de los recursos que recauda el fútbol profesional masculino por concepto de taquilla, publicidad, venta de jugadores y patrocinios, se destinen a subvencionar la promoción y apertura del fútbol profesional de mujeres.

Lo otro es que tampoco se ha probado que un campeonato profesional de fútbol femenino no atraiga multitudes. Con una buena publicidad a este nuevo espectáculo deportivo y tarifas más bajas que las del fútbol profesional masculino, el fútbol femenino podría tener acogida en un amplio sector de la población.

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Para resumir, el fortalecimiento del fútbol femenino y la solución de sus problemáticas, en mi opinión pasan por los siguientes puntos:

– La creación de una institución dependiente y autónoma consagrada a organizar y dirigir el fútbol femenino, en la que prime un número mayor de directivas y funcionarias mujeres.

– Pago de viáticos  e incentivos equiparables a los que perciben los hombres futbolistas. Igualar su salario promedio con el de los hombres, y garantizarles seguridad social, pensiones, cesantías, salud y demás derechos laborales.    

– Mejorar las instalaciones locativas donde entrenan y juegan, y a su vez poner a disposición de fisioterapeutas y personal médico y paramédico especializado en el deporte.

– Prevenir la violencia de género en el trabajo, a partir de una cooperación interinstitucional que involucre al Ministerio de Trabajo, la Federación, la Dimayor, la Defensoría del Pueblo, organizaciones no gubernamentales dedicas a la promoción y defensa de los derechos de la mujer, sindicatos, futbolistas organizadas, etc.

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