En medio de la pandemia, el SENA avanza hacia la pérdida de sus objetivos sociales

Imagen de referencia tomada de Twitter @ValleSindesena

El SENA viene abandonando la formación tecnológica de largo plazo, en beneficio de la multiplicación de cursos cortos de poco impacto.

Por: Carlos Julio Díaz Lotero.

El 21 de junio de 1957 nació el Servicio Nacional de Aprendizaje (SENA) por iniciativa de los trabajadores, financiado con el 20% de los aportes de nómina que se destinaban al pago del subsidio familiar. Es decir, los trabajadores renunciaron a parte de este derecho para hacer realidad un centro gratuito de formación profesional para el trabajo, al servicio de los sectores más vulnerables y pobres de la sociedad.

El diálogo social tripartito fue el escenario democrático donde se maduró la idea que dio origen al SENA, una de las instituciones más fructíferas, reconocidas, y apreciadas por el pueblo colombiano.

Desde entonces, no han sido pocos los intentos de las élites y los gremios neoliberales para privatizar la entidad y apropiarse de su acumulado de recursos tecnológicos y de infraestructura. En 1984 la Misión de Empleo, dirigida por el economista norteamericano Hollis Chenery, fue contratada para elaborar un diagnóstico y estrategia para resolver el desempleo en Colombia. En su informe final la Misión hizo una serie de recomendaciones, que luego se tradujeron en las reformas laborales de los años 90. Una de esas recomendaciones era la reforma del SENA.

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A partir de entonces se ha venido desnaturalizando la misión de la entidad, que no es otra que la formación en el desarrollo de capacidades y habilidades para el trabajo de las nuevas generaciones, y la actualización en nuevas tecnologías de la fuerza laboral activa.  

El SENA viene abandonando la formación tecnológica de largo plazo, en beneficio de la multiplicación de cursos cortos de poco impacto en la formación de fuerza laboral calificada, pero sí muy útiles para la demagogia de una creciente cobertura, la cual solo sirve a las campañas politiqueras de cada gobierno.

Las cartas neoliberales de privatización, reformas tributarias regresivas y reducción del gasto social, tuvieron su expresión con el desmonte progresivo de los mal llamados aportes parafiscales, los cuales, con la ley 1607 del 2012, de Santos, que exonera a las empresas del pago de aportes al SENA y al Instituto Colombiano de Bienestar Familiar (ICBF), recibieron la estocada.

El Gobierno del Presidente Duque, heredero de estas políticas, ha aprovechado la pandemia del COVID-19 para gobernar con el autoritarismo extremo que ha caracterizado al partido gobierno. Ha debilitado el equilibrio de poderes, la democracia participativa, y ha excluido el diálogo social y la deliberación ciudadana, los cuales posibilitaron el surgimiento de instituciones que han sido la columna vertebral de la política social del país en los últimos 60 años, como son las Cajas de Compensación Familiar, el SENA, y el ICBF.

Se utiliza el sofisma de la “reinvención” del SENA para acabar la formación profesional de trabajadores y campesinos en oficios y actividades agrícolas y manufactureras, que son necesarias en un mundo en proceso de desglobalización como consecuencia de la pandemia del COVID-19.

Es así como el gobierno Duque entregará la formación profesional del SENA a multinacionales, cuyo interés se centra en las tecnologías de la informática y las comunicaciones, desconociendo las necesidades del país en el sector agropecuario e industrial. No desconocemos la importancia de la informática y las tecnologías de la información, pero no pueden borrar la necesidad de regresar a la producción real y acabar con la especulación como dinamizadora de la economía en un mundo pos-pandemia, papel en el cual el SENA es fundamental.

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En un contexto de crisis de salud pública global, de colapso de la economía con niveles de desempleo aterradores, y amenazas de hambrunas, ¿será que no se necesitan auxiliares de enfermería, mecánicos, soldadores, agricultores y productores de alimentos? ¿Vamos a sobrevivir solo con la virtualidad y la formación en profesiones desconectadas de la economía real?

¿A cuenta de qué el gobierno Duque pretende entregar a multinacionales las bases de datos del SENA, para que oferten programas que no hacen parte de la formación misional del SENA? ¿Qué futuro les depara a los docentes con vínculo legal y a los contratistas? ¿Será el SENA la entidad “chequera” que siempre han anhelado los gremios neoliberales del empresariado?

En desarrollo de las facultades dictatoriales que la pandemia del COVID-19 le ha entregado al gobierno Duque, que le ha facilitado coartar la protesta social, limitar el principio de pesos y contrapesos del sistema democrático, debilitar a la oposición, y fortalecer la corrupción, no solo se vienen aprobando medidas regresivas en materia laboral, sino que también pretende desnaturalizar al SENA privatizando la formación profesional, limitándola a la prestación de servicios empresariales.

La pandemia del COVID-19 le cayó bien a un gobierno que se encontraba acorralado por el movimiento social y con una imagen negativa del 70%. La única forma de sostenerse en el poder el gobierno ilegitimo de Duque, que tiene denuncias muy serias de corrupción y vínculos con el narcotráfico para la compra de votos, es impulsando el crecimiento de la pandemia y el genocidio social.

La reapertura de la economía sin haber controlado el virus ni fortalecido el sistema público de salud, como lo hicieron China, Singapur, Corea del Sur, Nueva Zelanda, Taiwán, entre otros, es un crimen de lesa humanidad. Para mantenerse en el poder y profundizar el neoliberalismo Duque promueve el genocidio malthusiano y el darwinismo social.

Edgar Alan Poe en el cuento “La máscara de la muerte roja” relata la conducta de un príncipe llamado Próspero, descrito como “robusto, intrépido, indolente y malvado”, dueño y señor de un gran reino en decadencia por culpa de una peste, llamada la Muerte Roja. Próspero se confinó en un castillo con un millar de amigos para evadir la pandemia, en un derroche de excesos, lujurias y vanidades. Pero como ladrón en la noche, la Muerte Roja penetró en el castillo y –dice Poe– “uno por uno fueron cayendo los libertinos en las salas de la orgia regadas de sangre”.

Poe denuncia la vanidad del poder, que, en medio del derroche, roza con la estupidez y la indiferencia ante el sufrimiento humano. El destino final es la muerte del poder y de los prósperos. Bien haría el presidente Duque y su equipo de gobierno en leer este impresionante relato. ¿Acaso Poe presagiaría su destino?

¡La defensa del SENA no es solo una responsabilidad de los sindicatos de la entidad, sino de todo el sindicalismo del país y de los trabajadores en su conjunto!

Carlos Julio Díaz Lotero

Carlos Julio Díaz Lotero es Contador Público de la Universidad de Medellín. Especialista en Planeación urbano regional de la Universidad Nacional. Ex – presidente de la CUT Antioquia. Ex-Director de la Escuela Nacional Sindical y socio de la misma.

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