El Ministro de Hacienda no sabe qué hacer con el desempleo. Aquí le decimos

A Albert Einstein con frecuencia se le atribuye la siguiente cita: “Locura es hacer lo mismo una y otra vez esperando obtener resultados diferentes”. Independientemente de la autoría de tan acertada reflexión, aplica perfectamente como respuesta a la reconocida ignorancia del Ministro de Hacienda.

Por Carlos Julio Díaz Lotero. Analista laboral ENS

Informes de prensa afirman que el Ministro Alberto Carrasquilla en la última reunión del Banco de la República señaló que “no tiene certeza sobre las causas del desempleo y las medidas apropiadas para corregirlo”. Parece ser entonces que el mejor economista de América Latina, según lo definió el presidente Duque, sabe más de saqueo especulativo de las finanzas públicas territoriales, con mecanismos como los bonos de agua, que de economía.

A Albert Einstein con frecuencia se le atribuye la siguiente cita: “Locura es hacer lo mismo una y otra vez esperando obtener resultados diferentes”. Independientemente de la autoría de tan acertada reflexión, aplica perfectamente como respuesta a la reconocida ignorancia del Ministro de Hacienda.

Todos los países del planeta en donde gobiernan las políticas económicas neoliberales (especulación financiera, libre comercio basado en la teoría de las ventajas comparativas, privatizaciones, desmantelamiento de la seguridad social, precarización del trabajo) han fracasado en los propósitos de proporcionar empleos estables y bien remunerados a la mayoría de la población en edad de trabajar. Insistir en estas políticas es sumarle a la ignorancia, ya reconocida, un elevado grado de locura.

Según el DANE, en el primer trimestre del 2019 la economía colombiana  creció 2,9%, y los sectores que más contribuyeron a este crecimiento son: finanzas y seguros (5,5%), minería (5,3%), comercio (4%) y comunicaciones (3,9%). Presentaron débil crecimiento la industria (2,8%) y la agricultura, ganadería y pesca (1,4%), y en franco deterioro la construcción (-5,6%).

Mención particular merece el exiguo crecimiento de las actividades agropecuarias, pues el empleo y dinámica de este sector están más ligados a los cultivos ilícitos de drogas que a la producción de alimentos. Pero la narco economía también tiene mucha incidencia en las rentas de otros sectores, como el financiero, por ejemplo.

¿Por qué crece la economía y, paralelo a ésta, crece la tasa de desempleo? Porque los sectores que mueven la economía (financiero y minero-energético) aportan menos del 2% de los ocupados, y sectores con más impacto en la ocupación (industria y construcción aportan casi el 20%) se encuentran estancados o con crecimiento negativo.

En este contexto, vale la pena preguntarse: ¿todavía es válido hablar del viejo objetivo socialdemócrata de alcanzar el pleno empleo? Bajo las reglas de juego establecidas por el neoliberalismo y la globalización financiera, la respuesta es NO. Pero si los gobiernos adoptan políticas como el restablecimiento del crédito de fomento para manufacturas avanzadas y la modernización del sector agropecuario, en combinación con inversiones públicas en infraestructura y en otros sectores claves de la economía, la respuesta es SÍ. De esta manera se podrían crear empleos productivos y garantizar la seguridad económica de la población.

El propósito de la economía es satisfacer las necesidades humanas, que son amplias y diversas. Esto se logra orientando la economía –por medio de políticas y normas adecuadas– en una trayectoria de progreso que asegure una expansión constante del empleo en las actividades esperadas, así como la oferta de bienes y servicios (incluyendo especialmente la educación y la seguridad social) necesarios para apoyar tal expansión.

En economía, la riqueza no son los recursos naturales en sí mismos (petróleo, carbón, níquel, oro,  frutos tropicales). Éstos se pueden transformar en riqueza si tenemos la tecnología y una fuerza de trabajo calificada para transformarla, como lo demuestran los casos de Japón, Corea del Sur y recientemente China. En últimas, la fuente de toda riqueza es la fuerza de trabajo y su desarrollo calificado, dado que es un requisito para un proceso de industrialización a fondo.

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La política económica debe estar al servicio de la economía productiva (industria, construcción, agropecuario, transporte, energía, minería) y del desarrollo de la infraestructura,  y no al revés.  Para lograrlo debemos recuperar el dominio soberano de la nación sobre la política monetaria y crediticia, y la política cambiaria, eliminando el modelo de banca central autónoma, pero subordinada al capital financiero especulativo y organismos supranacionales como el FMI y el Banco Mundial.

Necesitamos restablecer el control de cambios y el valor de la moneda nacional con respecto a las monedas extranjeras, de acuerdo con su capacidad de compra interna y no como ocurre hoy: “por las fuerzas del mercado”.

La política fiscal debe igualmente direccionar la inversión hacia la economía productiva, con bajos impuestos para quienes destinen sus ahorros y utilidades para el desarrollo de empresas industriales de avanzada tecnología, agropecuarias o de construcción. Por otra parte, establecer impuestos elevados para quienes prefieran inversiones especulativas, y al sector de casinos y casas de juego, que generan enfermedades sociales como las ludopatías.

Necesitamos aranceles para proteger la producción nacional y las llamadas industrias nacientes, que se irán reduciendo en la medida en que mejoremos la competitividad. La idea de esta política es atraer inversión extranjera para producir los bienes que importamos, y complementarla con la política de transferencias tecnológicas que adoptaron Japón y China, países que decidieron que las empresas extranjeras debían vender y/o transferir sus métodos y procedimientos técnicos a estos países, con el fin de que el día en que levantaran sus plantas a éstos les quedara la capacidad tecnológica.

Debemos fortalecer y trabajar en la integración latinoamericana con proyectos de infraestructura y de expansión de nuestras relaciones comerciales, por medio de políticas laborales y de seguridad social comunes, en especial de pensiones, por la creciente movilidad de trabajadores en la región, la lucha contra la criminalidad y otros problemas comunes.

Finalmente, nuestro país no solo debe mirar al norte sino también a oriente, para buscar posibilidades de desarrollo en el marco de otros enfoques, como la Iniciativa de la Franja y la Ruta que viene impulsando la República Popular China. Sería positivo que el reciente viaje del Presidente Duque a China tuviera ese propósito, y no sea simplemente un viaje de turismo más.

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Carlos Julio Díaz Lotero

Carlos Julio Díaz Lotero es Contador Público de la Universidad de Medellín. Especialista en Planeación urbano regional de la Universidad Nacional. Ex – presidente de la CUT Antioquia. Ex-Director de la Escuela Nacional Sindical y socio de la misma.

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