Condiciones de trabajo y salud en el cultivo de caña de azúcar

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El cultivo de la caña de azúcar es un renglón importante para la economía del país. ¿Cómo viven los trabajadores de este sector? Este texto busca responder esa inquietud.

Por Catalina Suárez

En Colombia el uso agro industrial del cultivo de la caña de azúcar tiene una larga historia que se remonta a los siglos de la colonia. Aunque, se puede decir, que la agro-industria azucarera se consolida desde inicios del siglo XX como un negocio de los hacendados del Pacifico con el objetivo de abastecer al mercado nacional de azúcar y bebidas. A su vez, es una agro-industria que tuvo relevancia económica en el modelo de la Industrialización por Sustitución de Importaciones (ISI) y, la mantiene en el modelo actual de globalización y financiarización económica.

Es conocida la relevancia en la economía nacional y además el fuerte poder político del oligopolio azucarero. Así como que la política pública ha estado mucho más enfocada en la rentabilidad económica del negocio que en la pregunta por las condiciones laborales, de salud y de vida de las y los trabajadores en las diversas actividades del cultivo de caña de azúcar: (cosecha, corte, alce, transporte, mantenimiento) como en sus diversas actividades industriales (fabricación de azúcar, melazas, fertilizantes, de carburantes, de papeles o energías), o por el impacto social, de salud pública  o ambiental de este negocio en la sociedad.

Por esta razón parece muy oportuno, y más bajo los riesgos de una crisis sanitaria y social como la que vivimos, empezar a reflexionar en cuanto las relaciones multidimensionales y continuas de la “precariedad” y su conexión con la desigualdad en la “salud” respecto a 1) las condiciones de todo puesto de trabajo 2) la configuración macroeconómica laboral y 3) las condiciones de vida de los trabajadores.

Bajo este lente teórico, esta columna es un primer paso en esta gran tarea, que empieza por un acercamiento cuantitativo a las encuestas nacionales de hogares del DANE de las cuales se obtiene la principal información oficial de viviendas, hogares y personas en el país -que valga la pena aclarar que no son registros laborales sino muestreos estadísticos- pero que incluso con sus limitantes permiten realizar un mapeo actual de tendencias sobre las condiciones de trabajo y salud en específico de las y los trabajadores en las diversas actividades del cultivo de caña de azúcar.

Es importante mencionar que en Colombia estas encuestas son las únicas fuentes de información estadística disponible de las personas a nivel nacional, aunque su muestra estadístico sea por hogares. Estas encuestas permiten caracterizar también a los miembros de los hogares, pero tiene la limitante de ir perdiendo exactitud estadística por niveles muy específicos de desagregación. Sin embrago, ya que es la única información con la que se cuenta, se pretende analizar los datos bajo una operación analítica de tendencias.

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Condiciones de trabajo en el cultivo de caña de azúcar

Para el año 2019, de acuerdo con los micro datos de la Encuesta de Calidad de Vida del DANE, de los ocupados en las diversas actividades del cultivo de caña de azúcar, el 93% son hombres y 7% son mujeres, lo que señala que es un sector rural altamente masculinizado. Geográficamente los ocupados se ubican acorde con el área cultivada, en la Región Pacífica (60%) que tiende a ser la región con la mayor productividad, en la Región Central (16%) y el en la Región Oriental (21%), la de menor productividad.

La mayoría de los ocupados, alrededor del 37%, son trabajadores por cuenta propia sin contrato. Le siguen los obreros o empleados particulares con una participación del 32%, aunque vale mencionar que, de estos, el 17% tiene un contrato verbal y el 24% un contrato escrito a término fijo. También es muy relevante el trabajador de finca o tierra con el 18%, los cuales ninguno registra contrato, y el jornalero o peón con el 8% quienes tienen solo contrato verbal. El restante 3% son patrones o empleadores y el 2% ayudantes familiares o trabajadores sin remuneración.

Como se puede deducir fácilmente, teniendo en cuenta lo arriba expuesto, hay una importante desprotección en los sistemas de seguridad social y de acceso de garantías legales: la tendencia es que solo un tercio de los ocupados está en el régimen contributivo de salud, cotiza a pensión y en el sistema de ARL.  

Ahora, si nos enfocamos en la remuneración, vemos un bajo nivel de ingresos: los ocupados tiendan a concentrase, en su gran mayoría (80%), en hasta 1 salario mínimo y la mitad de ellos hasta 0.5 salario mínimo. También parece que hay una alta desigualdad de ingresos promedios entre los diferentes tipos de ocupación -sobre todo entre los promedios de las relaciones laboralizadas y las no laboralizadas – pero también dentro de algunas mismas relaciones; vale el ejemplo de los patrones y los obreros particulares, que, aunque parece que tienen un salario promedio mayor al salario mínimo, la mitad de ambas ocupaciones ganan menos de este salario mínimo.

Tabla 1. Ingresos promedio por ocupación en el cultivo de caña de azúcar 2019.

De la organización social de la producción se puede deducir que la gran mayoría (70%) de los ocupados en el cultivo de caña trabajan solos o en establecimientos de 2 a 5 personas. Esta situación está muy acorde con la organización de un modelo de externalización productiva en las que se descargan los riegos laborales sobre el ocupado. Sin embargo, cabe señalar también que más de la mitad de los obreros o empleados particulares trabajan en un establecimiento de más de 50-100 personas, es decir, acorde a la organización de la hacienda-fábrica industrial de los Ingenios. Por su parte, los patrones que trabajan en el cultivo, y se puede pensar también lo hacen bajo contratista-proveedor, son máximo establecimientos de 10 personas a cargo, aunque gran parte de ellos lo hacen con menos de 5 personas; que podrían ser los patrones más informales y con menores ingresos.

En cuanto a la jornada laboral cerca de un cuarto de los ocupados trabaja más de 48 horas a la semana, situación de sobrecarga similar viven los asalariados que los independientes. Se ratifica, además, que es un trabajo agrícola, ya que más del 80% de los ocupados tienen como lugar de trabajo el campo, pero también se trabaja en un local fijo, en la vivienda que habitan o en las otras viviendas.

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De acuerdo con este panorama laboral, si nos preguntamos por las condiciones de habitabilidad en el área rural de estos trabajadores se observa una situación igual de preocupante y desigual. Se registra que la mayoría de ocupados tanto asalariados como independientes viven en una casa, en general los profesionales y parte de los patrones viven en apartamento y algunos trabajadores independientes, de finca o jornaleros en cuartos.

Veamos las casas: más de la mitad de los ocupados son propietarios o la están pagando, el restante está en arriendo, usufructo u ocupación. En cuanto a los servicios públicos, la gran mayoría vive en una casa con energía eléctrica. Sin embargo, parece diferente con los demás servicios. Cerca de la mitad de los ocupados vive en una casa sin acueducto (39%), sin alcantarillado (64%) y sin recolección de basuras (56%); un asunto aún más de riesgo extremo de salud en la actual crisis sanitaria.

Respecto los materiales de construcción de la casa, se observa que 39% de ocupados viven en casas con paredes de diversas mezclas hechas a base de tierra (tapia pisada, adobe o bahareque revocado o sin revocar o madera burda, tablas o tablones). Un 24% vive en una casa con pisos en madera burda, tabla, tablones, tierra o arena, y un 26% con techos de asbesto (material cancerígeno), paja, palma o diverso material de desecho.

Gráfico 1. Vivienda ocupados caña de azúcar 2019. 

Ahora bien, en el ejercicio del trabajo, se tiene que la mitad de los ocupados dice tener picaduras de insectos y mordeduras de animales, experimentar mucho esfuerzo físico y sufrir permanentes variaciones de climas. Por su parte, también dicen sentir temperaturas extremas, olores fuertes o polvo y vivir jornadas extensas. Los que más padecen y sufren estas condiciones son los trabajadores por cuenta propia, los trabajadores de finca, los peones y los obreros particulares.

En esta dirección, si nos detenemos un poco más en el estado de salud de los ocupados, desde su propia percepción, se puede observar que el 23% dice tener un estado de salud regular, lo que es preocupante ya que sí da una señal muy clara de no sentirse bien y de que en algún momento uno se podría enfermar, y más si se tiene en cuenta que el sector es masculinizado y mucha veces no se reconoce la vulnerabilidad por prejuicio social: son el 48% de trabajadores sin remuneración, el 26% de los trabajadores de finca, el 24% de los obreros o empleados particulares, el 23% de los trabajadores por cuenta propia, el 19% de los empleadores y el 14% de los jornaleros.

Tabla 2. Condiciones de salud ocupados cultivo de caña 2019.

A su vez, se registra que al 15% de los ocupados le han diagnosticado alguna enfermedad crónica: más en los patrones o empleadores. Por último, ya en cuanto las deficiencias en salud las más comunes en los ocupados del cultivo de caña resultan ser la dificultad de ver de cerca, de lejos o alrededor y el mover el cuerpo, caminar o subir y bajar escaleras.

Conclusiones

Así las cosas, de acuerdo con este primer paneo general es posible mencionar que en el cultivo de caña de azúcar parece haber diversas formas de organizar la producción temporalmente interpuestas: haciendas-fabricas, peonaje, relaciones laborales y el amplio uso de relaciones deslaboralizadas como los contratistas-proveedores, el trabajador de tierra sin contrato, el ayudante familiar, el trabajador sin remuneración y el uso del trabajador por cuenta propia. Es decir, se mezclan muchas más relaciones deslaboralizadas con relaciones laboralizadas bajo un enfoque macroeconómico de globalización neoliberal y de política pública productivista más que laboral, social o de salud pública.  

Esto pone en evidencia las múltiples dimensiones de la “precariedad” o del “déficit de trabajo decente” en las actividades y en las diferentes relaciones de producción del cultivo: inestabilidad y un bajo y desigual acceso a la seguridad social y a las garantías laborales, bajos y desiguales ingresos y fuertes asimetrías en las relaciones de poder; pero también revela su relación con la desigualdad en la salud respecto a dos situaciones principales:

1) la habitabilidad de gran parte de los ocupados, sobre todo, la falta de servicios públicos, el autoconstrucción y el uso de materiales precarios en las viviendas.

2) las diversas afectaciones a la salud del puesto de trabajo y de la relación laboral como son: los degastes de salud en el puesto de trabajo, la autopercepción de la salud, las enfermedades crónicas y las deficiencias físicas y mentales.  

En conclusión, este primer diagnóstico indica que tanto las relaciones laborales como las condiciones de trabajo son en últimas también una preocupación de salud. Preocupación latente que debería seguir siendo profundizada y que, tanto en uno de los cultivos agro-industriales más relevantes en la economía nacional como en el discurso de política pública en general, tendría que ser prioridad.

Catalina Suárez

Catalina Suárez es Economista de la Escuela Colombiana de Ingeniería con máster en Estudios Avanzados del Trabajo y el Empleo de la Complutense Universidad de Madrid. Cuenta con 4 años de experiencia en investigación socioeconómica. En la actualidad es investigadora de estándares laborales de la ENS.

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