En los municipios palmeros de Colombia la calidad de vida no corresponde con la riqueza que se extrae de sus territorios
Por Giancarlos Delgado H. Investigador, Escuela Nacional Sindical.
Colombia es el mayor productor de palma de aceite en el continente. Además, ocupa el cuarto lugar de la producción a nivel mundial – le anteceden Indonesia, Malasia y Tailandia que en su conjunto producen casi el 90% del aceite para el abastecimiento global-. Su expansión geográfica abarca una extensión considerable en el país, dando como resultado un aproximado de 559.582 hectáreas distribuidas en 122 municipios palmeros de los 32 departamentos del país.
La palma de aceite es uno de los “grandes” de la agroindustria nacional, con la particularidad de una producción de monocultivo expansivo, que tiende a un crecimiento ascendente que puede rastrearse en la evolución histórica del área sembrada: entre 2010 y 2019 las hectáreas sembradas pasaron de 379.611 a 559.960, y si llevamos este análisis a inicios de siglo, encontramos que para el 2000 el total de hectáreas sembradas fueron 158.019. En menos de 20 años la producción de Palma de Aceite en Colombia ha logrado cuadruplicar sus cultivos.
Sin duda, experimentamos una reciente bonanza del sector palmero en el país, no obstante, se hace pertinente un cuestionamiento sobre las condiciones de vida de las personas que habitan los municipios palmeros, y la forma en que estos impactan la superación de brechas de desigualdad económica entre los centros urbanos y los rurales dispersos, siendo los últimos los que concentran la producción palmicultora.
La Escuela Nacional Sindical se ha dado a la tarea de analizar cómo están los principales municipios palmeros del país en materia de educación, vivienda y salud, respectivamente, encontrando que de los 6 departamentos que más aportan a la producción en Colombia – Meta, Casanare, Magdalena, Bolívar, Cesar y Santander – todos están por debajo de la media nacional en sus tasas de analfabetismo, acceso a servicios públicos domiciliarios y afiliación a sistema de salud, lo que permite afirmar que a mayor producción no ha habido mejoramiento de la calidad de vida, y que por el contrario, la desigualdad en el acceso a aspectos tan elementales para el mantenimiento de la vida como el agua potable, sigue siendo un problema mayor en estos municipios palmeros.
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A su vez, si trasladamos estos hallazgos al actual contexto de pandemia global generado por la propagación del COVID – 19, resulta pertinente preguntarnos; ¿están preparados los principales municipios palmeros del país para afrontar una crisis de salud pública?; solo por tomar un ejemplo; en el municipio de Aracataca, Magdalena, más de la mitad de sus habitantes no cuentan con el servicio de alcantarillado, ¿cómo llevaríamos a cabo un protocolo como el lavado de manos constante?. Claramente no existen garantías para la preservación de la vida en estos territorios, y llama poderosamente la atención la vulnerabilidad a la que están expuestos sus habitantes ante los recientes acontecimientos globales.
Lo anterior, nos pone ante una reflexión de suma importancia de cara al COVID – 19: la calidad de vida de los principales municipios palmeros de Colombia no es una garantía para que sus habitantes puedan hacerle frente al virus, y lo que es peor, mientras la producción se mantiene, y las hectáreas cultivadas siguen creciendo, muchos de los habitantes de estos territorios no cuentan con las condiciones básicas para vivir dignamente.