Por José Luciano Sanín V.
Escuela Nacional Sindical
El nombramiento de Clara López Obregón como Ministra de Trabajo ha abierto, de nuevo, varios viejos debates.
De un lado, al interior del Polo Democrático, la aparente contradicción entre la definición de éste como partido de oposición al gobierno de Santos, y la decisión de su presidenta (hasta esta semana) de entrar a hacer parte del Gobierno. Y de otro lado, en sectores del empresariado, la preocupación porque se pierda la sintonía de su agenda con la del Gobierno. Muestra de ello son las declaraciones del presidente de Analdex, Javier Díaz, quien afirmó que “un lenguaje populista en la cartera puede ser perjudicial para el sector empresarial”, un anacrónico discurso que en pleno siglo XXI sigue viendo con sospecha los derechos sociales.
Hay que reconocerle a Clara López la valentía al aceptar este nombramiento, a pesar de los duros cuestionamientos de algunos sectores de su partido, y del calificativo de populista con que la reciben algunos sectores del empresariado. Unos y otros aún no logran aceptar que la transición democrática que se está configurando en Colombia tendrá éste y muchos ejemplos más, en los que visiones muy diversas, incluso contrapuestas, empiezan a confluir en el propósito común de la construcción de la paz. Una transición en la que la polarización y crispación de la política y la expresión violenta de los conflictos, deben superarse, incrementando los debates, elevando la calidad y la intensidad de nuestra precaria vida democrática, con una ciudadanía cada vez más exigente con los resultados.
¿Cuáles pueden ser las expectativas que nos podemos hacer con este nombramiento? Aún puede ser prematuro, porque no se conocen los acuerdos programáticos que debieron establecerse para que el nombramiento y la aceptación del cargo se dieran. Sin embargo, se podrían determinar algunas expectativas, analizando las primeras declaraciones de la nueva Ministra, y los muchos apremios que en materia laboral viven los 22 millones de trabajadores colombianos.
La Ministra de Trabajo, quien viene de presidir un partido político de izquierda, con un altísimo perfil académico y político, con peso y representatividad lograda con el apoyo de amplios sectores sindicales y sociales, debe destacarse por defender con solvencia sus puntos de vista divergentes con la política económica y social del gobierno, dominada hasta ahora por los intereses de los empresarios.
Clara López ha señalado que ingresa al “gabinete del posconflicto”, que será una voz disidente, que su énfasis estará en los temas de la inclusión laboral, que no se puede pretender que la política económica del gobierno cambie con su nombramiento, pero que ella se compromete a introducir el enfoque de la equidad en el mundo del trabajo, que empezará con el tema de la igualdad salarial y laboral entre hombres y mujeres, con la inclusión de los trabajadores del campo, y en la lucha por la formalización laboral.
Su nombramiento es un mensaje claro en la dirección de los cambios que se avecinan para el país, esto es, la ampliación del espacio político democrático. Una mujer, líder del principal partido de la izquierda, ingresa como Ministra a un gobierno de la derecha, y lo hace –como lo ha dicho en sus primeras declaraciones– para contribuir a una amplia convergencia democrática que impulse la refrendación, la implementación de los acuerdos para la terminación del conflicto armado, y la construcción de la Paz.
También podemos esperar, dada su extensa trayectoria pública y su gran capacidad académica, y porque se trata de una líder que abandera un proyecto político con futuro, que la nueva Ministra con su discurso y sus decisiones incida en las políticas públicas laborales desde su enfoque, el cual coloca en el centro los derechos y cuestiona la marginalidad en que el neoliberalismo ha traído al mundo del trabajo.
Por el nuevo escenario político que empieza a configurarse en la construcción de la paz, se puede esperar que la nueva Ministra centre su gestión en aportar a la principal tarea del momento: preparar el Estado y la sociedad para la transición a la paz. Y al hacerlo desde el Ministerio del Trabajo seguramente tendrá que avocarse a un rediseño de la institucionalidad pública laboral, y a construir un nuevo modelo de relaciones laborales que incorpore, como elementos sustanciales, la vigencia de los derechos laborales y sindicales, el diálogo social eficaz y la negociación colectiva.
Por la enorme presión que tiene el gobierno para resolver los graves problemas de los y las trabajadoras, expresada en el incremento de las protestas y las movilizaciones por razones laborales, y por el incumplimiento de los compromisos con la OIT, el Parlamento Europeo y con el gobierno de Estados Unidos, la nueva Ministra tendrá que diseñar una agenda de transformaciones reales que le permita al Estado ampliar su capacidad para hacer vigentes los derechos laborales y sindicales.
Trabajadores y empresarios, y sus organizaciones, bien harían en darle una oportunidad a esta nueva Ministra del Trabajo, y la mejor manera sería disponerse a acordar una agenda laboral para la construcción de la paz. Las centrales sindicales y los gremios empresariales están decididos por la paz, además tienen sus propuestas, hace falta un espacio y un método para abordarlas, una propuesta de “mesa laboral por la paz”, que busque generar una política pública de trabajo decente.
Finalmente, estamos seguros de que la nueva Ministra rápidamente empezará a hablar al país con un enfoque y una agenda desde la izquierda, que enriquecerá los debates para que, desde el mundo del trabajo, se construya la paz.