Si en Estados Unidos llueve, en Colombia no escampa

A propósito de la precariedad laboral en el sector de las comidas rápidas

 En Estados Unidos los trabajadores de la industria de las comidas rápidas llevan ya varios meses en pie de lucha exigiendo mejoras salariales, derecho de representación sindical y otras reivindicaciones. Porque en este país, que inventó las comidas rápidas e hizo de ellas un modo de vida, los 2.4 millones de trabajadores vinculados a esta industria están en la escala de los trabajadores peor pagados y con empleo más precario; caracterizado por la inestabilidad y la tercerización laboral, y el pago del trabajo por horas a tarifas inferiores al promedio nacional.

En julio pasado las movilizaciones se extendieron a 7 ciudades de Estados Unidos, y el 31 de agosto más de mil restaurantes de 50 ciudades, desde San Diego hasta Nueva York, protagonizaron una de las mayores huelgas que se han realizado en el país en este sector.

¿Y en Colombia, qué condiciones tienen los trabajadores de los restaurantes de comidas rápidas? ¿El salario que ganan sí se corresponde con todo el trabajo que realizan? ¿Cuentan con todas las garantías prestacionales y la libertad de asociación?

Dentro del sector de los servicios, las cadenas de restaurantes de comida rápida constituyen uno de los subsectores que más empleo genera hoy en Colombia. Muchas de ellas son de matriz estadounidense, y han experimentado un acelerado crecimiento en los últimos años. Pero en condiciones laborales bastante precarias.

Cocineros, meseros y domiciliarios, que son los perfiles más solicitados,  trabajan con mala remuneración, exceso de carga laboral, pago por horas y no pago de horas extras, ausencia total de sindicatos y vinculación por terceros. Antes la vinculación era por cooperativas de trabajo asociado, hoy lo es por empresas de empleo temporal, lo cual es irregular, dado que son trabajadores que realizan actividades misionales y permanentes, y por tanto deben tener vinculación directa, no temporal ni por terceros.

En el siguiente informe, preparado con base en testimonios de personas que trabajan en restaurantes de comida rápida en Medellín, se verá que las condiciones son prácticamente las mismas de una cadena de restaurantes a otra, pero niveladas por lo bajo. E igual debe suceder en las otras ciudades porque son cadenas que, bajo el mismo esquema, tienen restaurantes en todo el país.

Los contratos

Carlos trabaja como domiciliario en Jeno’s Pizza, pero está contratado por Employment Solutions, una empresa bogotana que se encarga de seleccionar el personal para esta pizzería. Su contrato es por horas, y cada hora se la pagan a $2.450, excepto los domingos y festivos, que se la pagan a $3.000.

“Regularmente mi jornada es de ocho horas, nunca trabajo menos, pero las horas que trabaje de más no las cuentan como extras sino normales. Lo común es que haga entre 57 y 60 horas semanales”, explica Carlos, quien descansa un día a la semana, pero solo de lunes a miércoles, nunca sábado ni domingo, por lo que considera que ha perdido buena parte de su vida social.

Juan Camilo trabaja directamente para Frisby, que es de los pocos restaurantes que no vincula personal por empresas temporales. Fue contratado bajo la modalidad de tiempo parcial, toda vez que el personal de tiempo completo no alcanza a realizar todas las labores del restaurante. Pero no tiene horario estipulado. “Casi siempre trabajo 8 horas, otras veces menos. Todo depende del trabajo que haya”, dice. Y gana por horas, cada una a $2.500, con descanso los lunes y martes; a diferencia de quienes trabajan con contrato a jornada completa, que tienen dos horas para almorzar y descansar.

Marcela trabaja en Subway, con contrato a término de un año, en el área de preparación de sándwiches, para lo cual previamente hizo un curso de manipulación de alimentos. Aunque sus horarios varían, generalmente trabaja entre 10 y 12 horas diarias, porque prefiere alargar la jornada ya que a ella sí le pagan horas extras, como también trabaja domingos y festivos.

Funciones y salarios

En Jeno’s Pizza, dice Carlos, no pocas veces hay inconvenientes con el salario, pues les pagan menos horas de las facturadas. Pero lo que más molesta a los empleados es que no reciben respuesta cuando hacen los reclamos, ya que Jeno´s alega que eso es de incumbencia de Employment, la empresa temporal, y y ésta a su vez los devuelve a Jeno’s alegando lo mismo, que eso no le incumbe. En últimas nadie les resuelve nada. Además prefieren no reclamar mucho por temor a perder el empleo.

Como domiciliarios, tanto Carlos como Juan Camilo deben tener su propia moto, la empresa no la suministra; además debe pagar la gasolina y el mantenimiento, y si se accidenta (y el riesgo de esto no es poco en el espeso tráfico de la ciudad) la empresa no responde por nada, todo lo debe cubrir el SOAT y la EPS. Esto, en el caso de Carlos, la empresa se lo compensa pagándole $1.150 adicionales por cada domicilio, que se lo suman a la quincena. A Juan Camilo en eso le va mejor: el rodamiento se lo pagan de acuerdo con el número de horas trabajadas.

“Eso provoca una rebatiña entre los domiciliarios, sobre todo en los días malos en los que uno solo hace dos o tres entregas. Algunos quieren acaparar las entregas para ganar más, porque si uno pone la moto es para sacarle ganancias”, dice Carlos, quien también se queja por el tema de las propinas. Éstas ya no las dejan a criterio del cliente sino que la incluyen en el costo del producto, razón por la cual quien entrega el pedido no recibe dinero extra. En el caso de Jeno’s, el domicilio cuesta $1.400, que ni siquiera llega a los $1.150 que pagan por rodamiento.

Con todo, incluido el pago de rodamiento de su moto, Carlos recibe unos $450 mil quincenales. Pero con sobre carga de trabajo porque, si bien fue contratado para hacer domicilios, obligatoriamente debe ayudar en otras labores, como barrer, trapear, sacudir, lavar platos, hacer pizza, rallar queso, etc. Igual le ocurre a Juan Camilo en Frisby: cuando no está haciendo domicilios debe colaborar en lo que le pongan. O será que en la práctica, gracias a las actividades adicionales que realizan los domiciliarios, el restaurante se ahorra un trabajador de oficios varios.

Yo considero que para el tiempo que uno trabaja y todo lo que tiene que hacer, al sol y a la lluvia y sufriendo los riesgos de la calle, lo que nos pagan es muy poquito. Y si uno demuestra su inconformidad lo echan. Pero no pasa nada porque ahí mismo lo reemplazan, hay mucha gente necesitada de trabajo”, anota Carlos.

En Subway, el trabajo le implica a Marcela estar de pie la mayor parte de la jornada. Tienen 20 minutos para almorzar. Aparte de la preparación de los sándwiches, semanalmente también le toca, como al resto de los empleados, lavar los pisos y las paredes. “Nosotros nunca nos hemos quejado porque eso ya es costumbre”, agrega.

Cada quincena Marcela recibe $350 mil de salario, que incluye los recargos dominicales y festivos. Ella lo considera bajo para todo lo que hace. Sin embargo, dice, lo más difícil son los clientes, pues hay algunos que no brindan un trato adecuado. Debe entonces armarse de paciencia y seguir la política de la empresa que dice que el cliente siempre tiene la razón.

Por su parte Juan Camilo por su tiempo parcial cada quincena recibe entre $240 y $300 mil, dependiendo de las horas que haya trabajado, incluido el importe por rodamiento. Cuando le va muy bien gana $400 mil, pero son pocas las quincenas que eso sucede. Y pensar que para obtener este empleo tan mal remunerado tuvo que pasar por un largo proceso de selección. “Me hicieron entrevista grupal, individual, con la sicóloga, con la administradora, prueba psicotécnica, visita domiciliaria y estrictos exámenes médicos”, dice.

Para los empleados con contrato a jornada completa la situación es mejor, pues no solo ganan un sueldo determinado sino que cada mes reciben $309 mil por rodamiento. “Ellos sí cuentan con todos los beneficios. Les pagan horas extras, pero a los que somos parciales el trabajo de más no nos lo tienen en cuenta”, afirma.

Las cadenas de comida rápida dotan a los empleados con pantalones, camisetas, delantales y gorras, dependiendo de la labor que cumplan. Y el derecho a alimentación también varía en cada una. A Marcela le dan uno o dos sándwiches al día, dependiendo de la jornada laboral. A Juan Camilo le dan almuerzo solo en los turnos extendidos, pero cada mes recibe un bono para ir a Frisby con su familia. A Carlos le deducen $20 mil mensuales por alimentación, y eso le da derecho a una o dos pizzas, dependiendo de la extensión de la jornada, pero ya se siente hastiado de comer siempre lo mismo.

Y el derecho de asociación sindical está proscrito. Juan Camilo, Marcela y Carlos coinciden en que no han visto ni escuchado intentos de crearlos. Tampoco se atreven a quejarse por miedo a ser despedidos, pese a que muchos empleados están descontentos con sus condiciones laborales.

Jeno’s Pizza no ofrece el peor trabajo, pero uno piensa que por ser una empresa reconocida a nivel mundial va a tener mejores condiciones, pero no es así. Y también piensa uno que por tener la moto va a ganar en rodamientos, pero tampoco”, concluye Carlos.

Para Juan Camilo, Frisby no es la mejor ni la peor empresa, pero al menos es una oportunidad laboral y tiene todas las prestaciones. Si bien en ocasiones ha expresado su inconformidad con algunas políticas de la empresa, sabe que la mejor manera de pasar desapercibido y conservar el empleo es no refutar nada.

“Uno da gracias por tener trabajo, porque en el país hay pocas posibilidades de empleo. Uno se dobla en turnos o hace extras para ganar más, pero hay veces que se mata mucho y la plata de todas maneras es muy poca”, concluye.

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