María Cano, la líder obrera que sembró la rebeldía. Hoy se cumplen 50 años de su muerte

María Cano, 50 años de su muerte. Homenaje.

El 26 de abril de 1967, o sea hoy hace 50 años, murió María de los Ángeles Cano Márquez, conocida simplemente como María Cano, la primera mujer que lideró la lucha por los derechos civiles de la población colombiana y por las reivindicaciones de los trabajadores asalariados.

Con tal motivo, y en honor a la memoria de esta valiosa mujer, en el auditorio Germán Arciniegas de la Universidad Nacional de Bogotá se realiza durante todo el día un foro en el que participan investigadores e historiadores conocedores de su vida y obra.

Ellos son José Eddy Torres, economista, investigador y asesor internacional, nieto de Ignacio Torres Giraldo e hijo de Eddy Torres, a quien María Cano crio desde niño; Magdala Velásquez Toro, historiadora y abogada, con investigaciones sobre derechos civiles y políticos de la mujer; María Tila Uribe, catedrática con larga trayectoria en la defensa de los derechos humanos, e hija de Tomás Uribe Márquez y Enriqueta Jiménez Gaitán, quienes con María Cano impulsaron los primeros congresos obreros del país; y Beatriz Helena Robledo, escritora e investigadora, quien en junio próximo publicará un libro sobre María Cano.

Nacida el 12 de agosto de 1887 en un hogar de 7 hermanos (dos de ellos murieron niños y otro al nacer), María Cano fue una mujer polivalente: benefactora, dirigente social, líder sindical, quien inició su actividad en el movimiento revolucionario de los trabajadores, después de la Revolución Rusa de 1917. Hizo parte de una generación de intelectuales y pensadores revolucionarios que le dieron vida al pensamiento socialista, herederos de las luchas por la democracia de los artesanos del siglo XIX.

La actividad cultural de la familia Cano Márquez hizo de su casa el sitio predilecto para el movimiento literario de los años veinte en Medellín, donde escribió sobre política y literatura en revistas y periódicos, e integró círculos intelectuales.  Su padre, Rodolfo Cano, fue un librepensador, un intelectual que dedicó su vida al magisterio.

A su entorno familiar se acercaron personajes de la talla de Fidel Cano, tío de María, fundador de El Espectador y editor de otros periódicos locales: su sobrino, el escritor y cronista Luis Tejada; el poeta Abel Farina y el escritor Efe Gómez; su primo Tomás Uribe Márquez, líder social y político de la época y secretario general del Partido Socialista Revolucionario (PSR), grupo político que en 1926 ayudó a fundar María Cano.

Ignacio Torres Giraldo, dirigente obrero y revolucionario, con quien María sostuvo una relación sentimental, dijo que ella tenía “estampa de andaluza, menudita y vibrante, […] voz de contralto y actitud arrogante en la tribuna”.

Una febril luchadora social

La tarea social de María Cano incluyó en sus comienzos visitas a las casas de los obreros, donde ver a los niños desnutridos y a sus madres luchando en la miseria impactó profundamente su sensibilidad. Esa vinculación a labores benéficas, le brindarían la conciencia social y política para vincularse a las organizaciones obreras.

Junto con Margarita Cano y Alicia Adarve integró una junta asesora y unas comisiones de trabajo que se desplazaban por fábricas, talleres y cárceles, con el fin de recolectar información y apoyar su labor y la de los comités y comandos populares. Entonces dio un paso más: se transformó en luchadora.

Junto con Ignacio Torres Giraldo, Raúl Mahecha, Manuel Quintín Lame y Tomás Uribe Márquez, redactaron el programa político del PSR, cuyos ejes fueron la lucha de los obreros del mundo, el antiimperialismo y el rechazo a la venta de Panamá y a los enclaves norteamericanos en la explotación de oro, platino, banano y petróleo.

Sus ideales de justicia social la llevaron a participar en el Comité Central Pro-Presos Sociales y Políticos, y en los Comités de Lucha por las Libertades Públicas y los Derechos Humanos, y contra la Pena de Muerte.

Por su dedicación obtuvo el reconocimiento de obreros, artesanos y maestros de obra, quienes, el primero de mayo de 1925, en Medellín, la proclamaron la “Flor del trabajo”.

Entre sus hazañas más destacadas se cuentan sus giras por los enclaves obreros y sindicales del país. En Bogotá intercedió por los presos políticos y asistió a la creación del PSR. A Boyacá fue con Sofía López, Tomás Uribe, Ignacio Torres y Raúl Mahecha. Por el río Magdalena viajó a Girardot y a Barrancabermeja, para asistir al Congreso Obrero de los petroleros. En Caldas impulsó la expresión “los tres ochos” (8 horas de trabajo, 8 de estudio y 8 de descanso), la cual siguió usando como consigna por todo el movimiento obrero.

El papel de María Cano y sus compañeros fue decisivo para el país, pues con su oratoria en las plazas le hizo saber a los trabajadores lo que ocurría en el resto del país y el mundo. De esta forma apoyó el nacimiento de la clase trabajadora colombiana.

Quizá el nombre de María Cano no les diga mucho a las jóvenes de hoy, pero su legado como la mujer que “sembró” la rebeldía ha quedado indeleble.

Opinan dos conocedores de su vida y obra

 Sobre María Cano, esto opinó la historiadora Magdala Velásquez Toro:

Para evaluar la labor de María Cano, es necesario analizar el contexto histórico en el que se movió, muy polarizado. El liberalismo había sido derrotado por la extrema derecha y el ultraconservatismo de la iglesia. Ella creció en ese régimen. Las condiciones económicas y sociales eran precarias, el proceso de industrialización y modernización que se inició en esta época no se aprovechó para transformar a fondo el país. Surgieron nuevas clases sociales, que fueron reprimidas. El ambiente social y político se caldeó y la protesta social se penalizó. 

Una faceta importante de María Cano fue su carácter de intelectual, con acceso a los libros, en una época en que las mujeres librepensadoras eran rechazadas, amenazaban la feminidad y la institución del matrimonio, era una transgresión.  

Hoy su memoria sigue vive. Hay que hacer un proceso didáctico para que los jóvenes entiendan la trascendencia de los cambios históricos que ella propició. Lo que ella hizo por los trabajadores fue enorme. Cuando llegaba a las huelgas y a las concentraciones de trabajadores era recibida como si bajara un hada, una mujer de otra clase social, una intelectual que estaba de su lado.

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Y el economista e investigador José Eddy Torres, allegado a su familia, la recuerda de esta manera:

María Cano crió a mí papá, Eddy Torres, hijo de mi abuelo Ignacio Torres Giraldo, su compañero de vida y de luchas. La conocí en la década de los 60 cuando llegué a vivir a Medellín, tenía yo unos 12 años. Ya era una señora muy mayor, pues murió de casi 80 años, le faltaron algunos meses. Era baja de estatura, algo encorvada, tenía una forma de vestir muy peculiar: cuello tapado, mangas largas, una batola grande y el pelo recogido. Y era muy cariñosa con mi papá.

Con nosotros no hablaba de política ni de la situación del país. Hablaba mucho de mi papá, de los libros que leía, porque hasta vieja fue buena lectora. Ella y sus dos hermanas decidieron vivir juntas y solas cuando murieron sus padres. Carmen, una de ellas, trabajaba en el taller del fotógrafo Meliton Rodríguez, les hacía retoques a las fotos.

Para esa época me parecía que ya estaba muy olvidada, tanto por los medios de comunicación como por los políticos. Pero fue ella misma la que se excluyó. El último año que asistió y lideró manifestaciones fue 1934. Ese año estuvo en una huelga y los soldados del ejército les echaron balas. Después la persecución siguió en Medellín y eso la hizo desistir de seguir en la lucha. Decidió retirarse a acabar de criar a mi papá, que en ese momento tenía unos 10 años. A veces sí recibía en su casa la vista de obreros y gente del sindicalismo.

Al final de su vida tuvo un reconocimiento. El Consejo de Medellín aprobó darle una medalla de homenaje, en el marco de la celebración del Día de la Mujer, el 27 de abril de 1967, como una de las mujeres destacadas de Antioquia. Pero no alcanzó a recibirla. Murió el día anterior. Le dieron la medalla póstuma.      

Recuerdo que al entierro fue mucha gente, con el ataúd cubierto por una bandera de Colombia. Siempre causó alboroto su muerte. Aunque creo que hoy en día tiene más reconocimiento que en esa época.

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