Este viernes 23 de noviembre en Medellín se realizará un acto de conmemoración de la muerte, hace 50 años, de Ignacio Torres Giraldo, reconocido líder de la izquierda política y fogoso activista intelectual, social y sindical durante le primera mitad del siglo veinte.
El acto conmemorativo, que se llevará a cabo entre la 1:30 y las 6 de la tarde en el Paraninfo de la Universidad de Antioquia, lo organizan y auspician la Escuela Nacional Sindical, las universidades Nacional y de Antioquia, la Cooperativa Financiera Confiar, entre otros.
A lo largo de sus 75 años de vida (nació en 1893 en Filandia, Quindío, y murió en 1968 en Cali) Torres Giraldo no se quedó quieto, desarrolló múltiples actividades como agitador de masas e impulsor del ideario revolucionario. Fue uno de los fundadores del primer partido socialista en Colombia y dirigente en sus comienzos del Partido Comunista, del que fue expulsado. También se le recuerda por su relación política y sentimental con María Cano, la líder socialista de los años veinte, conocida como “La flor del trabajo”.
Torres Giraldo fue igualmente creador de periódicos y sindicatos, y dejó una vasta obra intelectual plasmada en 25 libros en distintos géneros literarios: ensayo, crónica periodística, novela, narración histórica; libros que en su mayoría su familia guardó por muchos años y apenas ahora ha venido publicando la Universidad del Valle.
Como homenaje a la memoria de Ignacio Torres Giraldo, la Agencia de Información preparó la siguiente semblanza de su vida, extractada de la entrevista a uno de sus nietos: Héctor Julio Rodríguez Torres, y de sus libros autobiográficos.
Recuerdos de infancia
Recuerdos de infancia fue un libro que Ignacio Torres Giraldo escribió entre 1946 y 1950, en el que aporta datos sobre sus primeros años de vida y su familia, compuesta por sus padres y seis hijos: 3 hombres y 3 mujeres. También detalla sucesos ocurridos en Pereira cuando él era niño, los cuales de alguna manera definieron su personalidad y su devenir histórico, caso la “Guerra de los mil días”, de la cual cuenta esta anécdota:
“Asomó al balcón un policía y tocó el bando. Las gentes se acercaron más frente al balcón, por detrás del policía apareció un señor y leyó un papel con mucha entonación. La cosa fue breve y las gentes empezaron a irse a pasos largos y en una forma que parecía deslizarse. Esto sucedió, como lo supe al correr del tiempo, el 18 de octubre de 1899, y era nada menos que la declaración del estado de guerra en todo el país. Yo tenía seis años ya corriditos”.
Ese mismo día que escuchó el bando, su padre, que se llamaba igual que él: Ignacio Antonio, se alistó y se fue a pelear en la guerra. No era su primera experiencia bélica. Como guerrillero liberal había participado en otras guerras civiles anteriores en el frente de la zona cafetera. Era como una herencia familiar, pues el abuelo de Ignacio, Antonio José, ciudadano español, también peleó en las guerras carlistas de España. Ambos eran ateos declarados, además excomulgados por sus posiciones anticlericales. En contraste con su familia materna, los Giraldo, éstos sí godos recalcitrantes.
En otro parte de Recuerdos de infancia, Ignacio cuenta que de diez años ya trabajaba cogiendo café en las fincas, y a esa edad empezó a aprender a leer y a escribir. Le enseñó Ester, su hermana mayor, quien sí tuvo la oportunidad de estudiar en una escuela privada, con monjas. Ester no solo le enseñó a Ignacio, también a otros niños del vecindario. Dos de sus ayudas didácticas fueron el libro de oraciones de la abuela, que tenía letras grandes, y el almanaque Bristol.
Una vez aprendió la lectura, la escritura y las operaciones aritméticas básicas, un tío suyo lo empleó en una cacharrería en Pereira, pues desde niño fue laborioso. Todo, menos quieto, parecía ser su lema de vida.
Formación ideológica
Influenciado por las ideas liberales y anticlericales de su padre y su abuelo, a principios de 1911 –ya con 18 años de edad–, Ignacio conoce al excoronel Germán Uribe, un sastre de Pereira veterano de las guerras civiles, que peleó al lado de un hermano del caudillo Rafael Uribe Uribe.
Con este sastre algo aprendió del oficio de la sastrería, y se involucró como observador y escucha en las tertulias que con alguna frecuencia éste hacía en su taller. A estas tertulias asistían diversos tipos de personas, quienes a las discusiones políticas les revolvían algo de masonería. Allí escuchaba leer en voz alta el periódico El Liberal, de Rafael Uribe, y oyó hablar de Spencer, Kant, Spinoza, Voltaire, Bossuet, Balmes, Rabelais y otros pensadores, cuyos libros buscó, y algunos leyó, en la biblioteca de la Plaza Mayor de Pereira.
A las tertulias de la sastrería también asistía Pablo Rivas, de quien se hizo buen amigo. Éste era un obrero muy inquieto intelectualmente, quien lo acercó a las ideas revolucionarias de Proudhon, Charles Fourier, Jean Jaurés, entre otros teóricos revolucionarios, y se empezó a interesar en la lucha sindical, como lo cuenta en su libro:
“El Primero de Mayo de 1911 asistí a una reunión de obreros y artesanos, destinada a conmemorar el Día Internacional del Trabajo. Desde entonces empecé a participar en actividades obreras”.
Se convirtió entonces, como él mismo se autodefinía, en “un liberal libre-pensador con tendencias hacia un socialismo popular”, o para resumir: “un revolucionario de ideología proletaria”. Y eso lo inclinó, antes de cumplir los 20 años, a colaborar en periódicos de la región, tanto en la escritura de textos como en la elaboración de cajas tipográficas, ya que sabía tallar madera.
En 1916, ya con 22 años de edad, fundó su primer periódico en Pereira. El Martillo lo llamó, del que fue su director durante dos años. En uno de sus últimas ediciones se burló de una ceremonia de Semana Santa y eso le valió que los curas lo echaran de Pereira.
Entonces, para sobrevivir, se dedicó a vender mercancías y a otros oficios de subsistencia.
De esa manera cualquier día fue a dar a Popayán, donde conoció a Rafael Quijano, quien va a ejercer una importante influencia en él. Este era un liberal radical, dueño de una imprenta en la que hacía periódicos de virulenta crítica social. A través de Quijano se hizo amigo del poeta Guillermo Valencia, quien le prestaba libros y le permitía asistir a clases en la Universidad del Cauca, y también de su hijo, Álvaro Pío, un joven tan fogoso como él en la agitación de ideas revolucionarias, pionero del pensamiento marxista en Colombia y gestor de causas populares.
Se puede decir que su paso por Popayán lo transformó, empezando por el cambio de look. Su habitual atuendo de paisano: sombrero, cotizas y pantalón de dril, lo cambió por trajes de saco y corbata, que nunca más se volverá a quitar. Toda su vida se esmerará en vestirse como un gentleman. La otra novedad que Popayán trajo a su vida fue su matrimonio. Se casó –sin ceremonia religiosa porque su condición de ateo no le permitía una boda por la iglesia– con Carmen Quijano, una de las numerosas hijas de su mentor Rafael Quijano. Muy rápido con ella tuvo dos hijos: Eddy y Urania, que serán los únicos porque no dejó más descendencia.
En 1919 participó con sus amigos en la creación del Directorio Socialista del Cauca, y del periódico La Ola Roja, órgano de difusión de este Directorio. Además publicó con seudónimo dos folletos de agitación de ideas: Prosas Libres y Gritos de Rebelión.
En 1923 dejó a Popayán y se radicó Cali, ya involucrado de cuerpo y alma en la política y la lucha social, dueño de una especial habilidad como orador y dirigente obrero. Participó en la organización de varios sindicatos del sector del carbón y de mujeres platoneras y lavanderas, en tiempos en los que el sindicalismo todavía tenía poco reconocimiento político y jurídico, los sindicatos eran más organizaciones de resistencia. Y también participó en la creación de varias cooperativas.
En 1925, en colaboración con “Los Iguales”, grupo marxista, Ignacio Torres fundó en Cali el periódico La Humanidad, que dirigió hasta 1928. Igualmente colaboró con el Periódico del Pueblo, La Democracia y El Obrero del Valle, y por lo mismo fue objeto de algunas detenciones temporales por parte de la policía del régimen conservador.
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Nace el Partido Socialista Revolucionario
En 1925 Ignacio Torres presidió el Segundo Congreso Obrero que fundó la Confederación Obrera Nacional, de la cual fue su primer Secretario. En ejercicio de ese cargo se desplazó a Panamá, donde en asocio con el líder estudiantil cubano Julio Antonio Mella, y del boliviano José González Arce, contribuyó a organizar la Sección Colombiana de la Liga Mundial Antiimperialista, que él presidió.
El Tercer Congreso Obrero, que sesionó en Bogotá en diciembre de 1926, creó el Partido Socialista Revolucionario (PSR), bajo la dirección de María Cano, Tomás Uribe Márquez e Ignacio Torres Giraldo, quien así cuenta su participación:
“En 1927 estuve en la Primera Convención Nacional del PSR, en la Dorada, y recibí el encargo de redactar el proyecto de programa del partido. En este mismo año ayudé a fundar en Medellín el periódico Justicia, que dirigió María Cano”.
En estos años se afianzó su relación con María Cano Márquez, la figura más relevante de las luchas sociales y sindicales en aquel momento de la historia del país, junto con Raúl Eduardo Mahecha, Tomás Uribe Márquez y el mismo Ignacio Torres.
Y fue de nuevo encarcelado, esta vez durante varios meses en la cárcel de Manizales a comienzos de 1928. En este penal escribió lo que él mismo calificó como una “novelita romántica, casi ingenua”, que tituló Fuga de sombras. Mientras María Cano se hacía cargo de su hijo Eddy, quien al momento de caer a prisión vivía con él. Entre tanto, su hija Urania siguió al lado de su madre Carmen Quijano en Popayán y Cali.
Cuando recobró su libertad estaba en plena gestación la huelga en la zona bananera del Magdalena, cuya organización estuvo a cargo del Partido Socialista Revolucionario, especialmente de María Cano, Raúl Mahecha y Tomás Uribe Márquez , aunque él también tuvo alguna participación. Huelga que, como se sabe, terminó en masacre de obreros y en una brutal represión, que provocó la desbandada de los líderes del PSR y la detención de algunos, entre ellos María Cano y el mismo Ignacio Torres, quien esta vez fue trasladado a la cárcel de Medellín. Hasta ese momento, las distintas ocasiones en las que había estado en la cárcel sumaban en tiempo unos dos años.
La represión del Gobierno y las contradicciones políticas a su interior marcaron la disolución del PSR, y la fundación, en 1930, de nueva organización política de izquierda: el Partido Comunista de Colombia.
Bajo el faro comunista
Una vez recobró su libertad, Ignacio Torres se fue del país. En su carácter de miembro de la Internacional Sindical Roja viajó a Moscú para participar en la Comisión Preparatoria de su Quinto Congreso. Y se quedó viviendo en la capital rusa, que en ese momento era el faro del comunismo mundial, ya bajo el régimen estalinista.
En Rusia permanecerá casi cinco años, y entre las actividades que realizó en este periodo se cuenta la Conferencia Latinoamericana del Trabajo, que presidió en 1930. Hizo parte del Secretariado Latinoamericano de la Internacional Comunista, y ejerció el cargo de dirigente político de los estudiantes de habla castellana de la Escuela Internacional Leninista. Y obviamente estudió marxismo. Se convirtió en un convencido líder doctrinario estalinista.
Los pormenores de su estadía en Rusia, él mismo los relata un texto que tituló 50 meses en Moscú, recientemente publicado por la Universidad del Valle; texto en el que establece un parangón entre la Rusia y la Colombia de aquella época, y aporta sus propias reflexiones. Aparte de eso aprendió ruso, francés, italiano y algo de alemán, dada la facilidad que tenía para los idiomas, lo que le permitió trabajar como locutor de radio para audiencias de lenguas romances.
Ignacio Torres regresó a Colombia en 1934, y de inmediato se incorpora al Partido Comunista, del que es nombrado Secretario General, cargo que ocupó durante 5 años. En este tiempo también dirigió el periódico Tierra, órgano oficial del Comité Central del Partido Comunista. Para este momento ya vive con su hija Urania en Bogotá, quien le ayuda en sus actividades y en la distribución del periódico Tierra. Fue incluso concejal de Bogotá, dio clases de formación a sindicalistas y diseñó el pensum para una universidad obrera, proyecto que no logró concretar. Y seguramente en 1937 participó en la creación de la primera central obrera que tuvo el país: la CTC.
Por desavenencias con otros líderes comunistas, en 1943 Ignacio Torres es expulsado del Partido Comunista y empieza otra etapa de su vida, más dedicada a la actividad intelectual que al activismo político.
La pasión de escribir
En 1943 Ignacio Torres ya tiene 50 años de edad, y el corazón afectado por un principio de infarto. Se trasladó a Medellín donde convivió con María Cano, quien para ese momento laboraba en la Biblioteca Departamental de Antioquia, ya retirada de toda lucha social y actividad sindical; y con su hijo Eddy, a quien María cuidaba y amaba como si fuera hijo propio, y quien iniciaba su carrera de abogado en la Universidad de Antioquia. Entre tanto, su hija Urania vive en Cali con su madre Carmen.
Estos son los años de mayor fecundidad intelectual de Ignacio Torres. Retirado de su actividad política y sindical se encierra a escribir con pasión. Redactó Las cinco cuestiones colombianas: indígena, sindical, imperialista, obrera y campesina, una obra densa en la que ahonda en la interpretación de la realidad nacional y propone salidas. Y después emprende la escritura de su obra más conocida y lograda: Los inconformes, un compendio de las luchas populares en Colombia desde su visión social de izquierda.
El método particular que empleaba para escribir lo deja ver en Anecdotario, otro de sus libros de esta época, fechado en 1957:
“Yo tomo apuntes en papelitos, copio citas y cifras, todo a mano. Reviso en lo posible mis archivos y extraigo de ellos lo que pueda servirme, según el tema, y después clasifico estas cosas por materias. Teniendo a la mano un mapa de Colombia y un diccionario me siento ante una máquina y escribo, despacio, muy despacio, leyendo cada párrafo, controlando bien la claridad de las ideas, y en general desechando adjetivos decorativos, palabras sobrantes, expresiones plebeyas y giros de pedantería. Escribo a renglón cerrado, y luego de leer la cuartilla que termino, tiro al margen las correcciones. Y ya está”.
Los Inconformes la terminó durante su estadía en el barrio La Candelaria de Bogotá, donde durante algunos años se estableció con María Cano y su hijo Eddy, ya profesional graduado, vinculado a la revista Semana como editor, al lado del fundador de ese semanario, Alberto Lleras Camargo. En 1953 se produce el golpe de estado del General Gustavo Rojas Pinilla y Eddy debe salir del país hacia Nueva York, exiliado.
Últimos años en Palmira de Ignacio Torres Giraldo
Ignacio Torres regresó a Medellín, donde vivirá durante la década del 50 en casa de María Cano y sus hermanas. Pero allí el ambiente ya no era el mismo de antes, en parte porque María Cano empezó a padecer de Alzheimer, y porque llegaron a vivir a la casa otras personas, lo que hizo que se sintiera extraño. Entonces decidió armar maletas e irse para el Valle del Cauca, donde vivirá sus últimos años de vida.
En Cali labora un tiempo dictando conferencias en la Universidad Santiago de Cali, invitado por su viejo amigo, el payanés Álvaro Pío Valencia. Y monta en Palmira La Cervantes, una pequeña librería que se hará famosa como foco intelectual de la juventud rebelde de aquellos años en la capital del Valle.
Ya con 70 años de edad, y al calor de la reciente revolución cubana y el alza de la lucha social en el país, en la librería, Ignacio Torres se reunía con los jóvenes universitarios que en Cali lideraban la nueva izquierda de aquellos años, en su mayoría de tendencia trotskista, como Jaime Galarza, Ricardo Sánchez, Gustavo González, entre otros. La Cervantes se convirtió pues en un foco de debate y agitación estudiantil, por lo que Ignacio Torres, como el “gurú” de toda esa muchachada, siguió en la mira de las autoridades de policía, que en muchas ocasiones y en fechas claves lo detenían como medida precautelar.
Y continuó con su producción literaria, más que antes incluso. Escribió nuevos textos, entre ellos una novela, y muchos artículos para periódicos y revistas. También revisó los libros que ya tenía escritos y todavía no publicados. Y en esas los sorprendió la muerte, el 15 de noviembre de 1968 en la ciudad de Cali, a los 75 años de edad.
María Cano había fallecido el año atrás en Medellín. Uno de los últimos escritos de Ignacio Torres fue precisamente dedicado a ella. Allí la define de esta manera: “María Cano es la única mujer de Colombia, y de América, que ha logrado encarnar en un momento de la historia toda la angustia y los anhelos de un pueblo. De mar a mar y del macizo andino del sur, hasta la Sierra Nevada de Santa Marta, llevó su voz como campana de oro, despertando a las gentes del largo sueño”.
En el año 2008 su hija Urania, quien rescató y conservó toda la obra que su padre dejó escrita, inédita en su mayoría, donó todo este archivo a la Universidad del Valle, donde quedó en custodia para consulta pública y efectos de publicación.
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Carlos Cadavid:
21/11/2018,Excelente remembranza
Juan Carlis Cardona:
11/12/2019,Se me ocurre, que contacten a Netflyx….interesante seria,interesante documental hitorico, cultural.
Gracias