Educar para avanzar

Imagen de referencia tomada de Infobae

Este Paro dejó ver las grietas de nuestro sistema político. Sin embargo, es la crisis de representación la más emblemática y evidente. La distancia entre los gobernantes y los gobernados es hoy abismal e insostenible.

Por Nelson Alarcón Suárez

Para sofocar la fuerza del Paro Nacional, el gobierno nacional se ha propuesto censurar toda manifestación, opinión y/o declaración que ponga en peligro a quienes hoy en Colombia detentan el poder político. Para hacer esto, los medios de comunicación hegemónicos y la clase política de ultraderecha sirven como ventrílocuos de la voz gobiernista. Su estrategia es inocular el miedo y desprestigiar al contradictor. Pero el sol no se puede tapar con un dedo. En la actualidad, la ciudadanía en Colombia reconoce que la política está presente en nuestra vida cotidiana y configura todo discurso sobre el futuro colectivo.

El Paro Nacional que inició el pasado 28 de abril es una expresión política; un ejemplo de lo que significa “hacer la política”. Pero ¿qué entendemos por política? Desde Aristóteles y Rousseau, hasta José Carlos Mariátegui y Carlos Gaviria Díaz, la política es la forma en que los ciudadanos participan para conformar proyectos colectivos con miras al bien común. Si se acepta lo anterior; ¿por qué genera tanto revuelo que un dirigente sindical opine y haga declaraciones personales sobre política?, ¿cuál es el afán por suprimir el derecho a expresar libremente que el poder político en Colombia se disputará en las elecciones del año entrante?, ¿un maestro, líder sindical y ciudadano no puede afirmar que la lucha democrática debe dar como resultado otro tipo de gobierno? ¿Acaso se puede negar que uno de los objetivos del Paro Nacional es crear un escenario propicio para una transición en el poder político?

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El Paro Nacional no es un fin, sino un medio para articular sectores sociales, unificar demandas y presionar al gobierno nacional para que efectúe las transformaciones políticas necesarias para satisfacer las demandas del pueblo. ¿Y de qué manera se pueden hacer estas reformas? En un primer camino, mediante la figura de la mesa de negociación, caracterizada por la voluntad de las partes a ceder los intereses propios y reconocer la validez de los intereses del interlocutor. En el Paro Nacional se han dado varios intentos de negociación entre el gobierno y el Comité Nacional de Paro. Pero la insolencia del gobierno ha producido que el avance de dicha negociación sea nulo. Cuando ya existía un preacuerdo inicial para negociar, la vertiente más reaccionaria y militarista del partido de gobierno prohibió su puesta en marcha. El segundo camino es la confrontación permanente esperando que el gobierno se avergüence de asesinar al pueblo, situación que en Colombia ha puesto en evidencia el carácter fascista del régimen. Urge una reforma a la doctrina militar y de seguridad interna, pues la masacre ocasionada por el terrorismo de Estado es inadmisible. El tercer camino es mediante la representación política, es decir, mediante la elección de representantes que lleven la vocería de las demandas del Paro Nacional.

Este Paro dejó ver las grietas de nuestro sistema político. Sin embargo, es la crisis de representación la más emblemática y evidente. La distancia entre los gobernantes y los gobernados es hoy abismal e insostenible. Ante la pérdida de legitimidad el gobierno ha respondido con represión, una muestra de su debilidad y aislamiento. Pero es tan grande la inconformidad ciudadana y principalmente juvenil, que la capacidad de representación del Comité Nacional de Paro también fue rebasada. Es esperanzador sentir y observar que los escenarios de participación se han multiplicado y que la necesidad de dignificar la vida ha llevado los ideales democráticos a los barrios y a las calles que ahora son “puntos de resistencia”.

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Cómo demócrata, defiendo que los cambios políticos sean alcanzados por el voto popular y el proceso para llegar a este proceso de transformación se llama hoy, en Colombia, Paro Nacional. Este debe continuar y seguir avanzando en distintos escenarios, como el Comité Nacional de Paro, las mesas regionales, las asambleas juveniles y populares, entre otros. En todos estos lugares la tarea es, además de imaginar otro futuro posible, presionar al gobierno para que no olvide que su función es gobernar para que la gente viva mejor, no para privatizar el futuro, militarizar la cotidianidad y concentrar en manos privadas una riqueza que no lo pertenece.

El mensaje para el magisterio es claro: es necesario que el paro transite hacia una segunda fase, donde el centro sea la movilización permanente y el diálogo con las comunidades para formar una cultura política crítica y democrática. Es importante brindar herramientas sobre los mecanismos de participación ciudadana, sobre la necesidad de leer distintos contextos de la realidad, construir pliegos y agitar reivindicaciones. Es fundamental edificar la “primera línea pedagógica” para crear lazos de solidaridad empatía frente a las injusticias y las violencias que traviesan nuestra sociedad. Allí los y las docentes de Colombia tenemos mucho que aportar. Preparémonos porque nos llamarán adoctrinadores. Y nosotros les diremos que una nueva ciudadanía se está pariendo.

*Las opiniones aquí expresadas no comprometen necesariamente a la Escuela Nacional Sindical y son solamente del autor

Nelson Alarcón Suarez

Nelson Alarcón Suarez es profesor boyacense. Se desempeñó como Presidente de la Federación Colombiana de Educadores, Fecode y hace parte de la Junta Directiva de esta Federación.

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