Ingrid Betancourt, a quien las Farc tuvieron en cautiverio durante 6 años, 4 meses y 9 días, dice que a pesar de la tortura y la soledad a la que fue sometida, el secuestro nunca le pudo arrebatar quién quería ser. También piensa que la verdad debe prevalecer en el relato colectivo, pues la mentira es el arma de la guerra y no puede seguir sirviendo de excusa para los violentos.
Durante el espacio de Contribución a la Verdad, Betancourt dialogó con la Comisión de la Verdad para reflexionar acerca de secuestro y sus implicaciones éticas y políticas. De igual manera presentó su visión sobre el papel que ha jugado la corrupción en el desarrollo del conflicto armado y cuál debería ser el camino para esclarecer la verdad y evitar la repetición de la violencia.
¿Cuáles son esas heridas que deja el secuestro?
Ingrid Betancourt: El secuestro no tiene fecha de vencimiento, no termina el día de la liberación. Es un asesinato porque quien lo padece, incluso si tiene la suerte de ser liberado, cuando sale del cautiverio ya es otra persona. En el secuestro hay un descuartizamiento de la dignidad, una anulación del ser humano. El peso que deja se vive en la confrontación de lo cotidiano, al relacionarse con los seres queridos, con la realidad y el mundo. El secuestro es el peor de los crímenes porque los incluye todos y para siempre
¿Qué pasa con la dignidad humana de quienes perpetraron un secuestro?
Ingrid Betancourt: Cuando leí las declaraciones de los comandantes que me secuestraron, hablando de ese periodo, me llamó la atención la manera como maquillan la verdad para presentarla bajo una perspectiva menos cruel. Creo que para ellos debe ser muy violento verse en el espejo del posconflicto, darse cuenta que sus actos no tenían justificación ni respondían a una ideología. Hubo quienes me pedían perdón por lo que estaba ocurriendo, a otros la conciencia los mortificaba tanto que preferían no estar en contacto con quienes estábamos cautivos. También hubo otros que para mostrar su poderío eran capaces de conductas que no me atrevo a nombrar. El sadismo y la capacidad para torturar a un ser humano en esos escenarios va in crescendo.
¿Cómo hacer para que los responsables puedan reconocer la verdad de lo que pasó?
Ingrid Betancourt: Los excomandantes de la guerrilla tienen que buscar su camino y ver quiénes quieren ser en este país que estamos reconstruyendo gracias a la paz. De la misma manera que se les admite la transición hacia lo bueno, hacia una sociedad que reconoce sus derechos, también tienen que corresponder, no seguir mintiendo y reconocer lo que ocurrió. De todo lo que yo he sufrido a causa del secuestro, hay un sufrimiento que duele muchísimo más y está por encima de todos, y es ser víctima de la mentira, de la deformación de lo ocurrido.
¿Por qué, más allá de dejar las armas, a un grupo como las Farc le cuesta asumir las decisiones que tomó y persiste en llamar a ciertas conductas “errores”?
Ingrid Betancourt: El miedo es algo que lo controla a los seres humanos, afecta la lógica, la racionalidad y las emociones. Creo que las Farc, al entregar las armas y firmar la paz, esperaban que se los acogiera con agradecimiento, como si se tratara de héroes generosos, pero por el otro lado la narrativa es la de un Gobierno que las derrota y les está dando una oportunidad. Esas dos visiones entran en choque. Los exguerrilleros temen bajarse de su pedestal, pero deben reflexionar sobre lo que significa históricamente el hecho de firmar la paz, para que con humildad y dulzura de corazón, que no han descubierto aún, puedan acercarse a los colombianos. Cuando eso pase, las murallas que la sociedad levantó se derrumbarán.
¿Cómo hacer para escucharnos entre todos como sociedad y apaciguar la indignación que se vive actualmente en el país?
Ingrid Betancourt: Una vez que se hace la paz el panorama parece aclararse. Cuando hay guerra es muy fácil justificar abusos, desmanes y corrupción, disfrazando todo eso el uniforme de un bando o de otro. La guerra es un extraordinario instrumento de impunidad porque permite a los corruptos esconderse detrás de una cortina de humo en una narrativa polarizada. La guerra es la masacre de muchas personas que no se conocen para servirles a unas que sí se conocen y no se masacran. Por otro lado, la paz permitirá aliviar la carga emocional y nos dejará ver, de mejor manera, la gangrena de la corrupción.
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¿Cómo vivió el momento de su liberación, luego de más de seis años, en la Operación Jaque?
Ingrid Betancourt: Es algo como el Ying y el Yang, la Operación Jaque significó todo lo opuesto al secuestro. El Ejército, un grupo de muchachos, se jugaron la vida por salvar personas que no conocían. Esas son las fuerzas militares que queremos, entregadas, valientes, integradas por personas desinteresadas. Colombia no le ha reconocido al Ejército en su justa proporción lo que logró. En cualquier otro país se harían estatuas, se nombrarían avenidas por eso que ocurrió, pero en Colombia no. A muchos, tanto de los militares que participaron como de aquellos liberados, no los ascendieron, los retiraron de forma prematura, y son cosas que a uno le duelen. Si no respetamos a los héroes de nuestra tierra, entonces a quién valoramos, ¿a los bandidos y a los corruptos?
La Operación Jaque fue montada sobe una mentira, se pintó como una operación humanitaria internacional, ¿cómo compaginar que el Estado, que debe ser garante de la legalidad, recurra a estos métodos, aun cuando sea para fines tan nobles?
Ingrid Betancourt: Hubo engaño, sí, perfidia no. Al Ejército le correspondía buscar la manera de rescatarnos sin poner nuestra vida en riesgo, no podía llegar diciendo que eran militares, tenía que existir alguna estrategia y creo que eso es válido para combatir el crimen. No es válido entre dos naciones que están en guerra, no es válido para crear trampas a personas inocentes. No lo digo porque yo fui la beneficiaria, lo digo porque salvó vidas. A mí me secuestraron con perfidia y engaño, el retén que montaron estaba disfrazado de retén militar. Ellos nos secuestraron de una manera mentirosa. No podemos equiparar una organización ilegal con una institución trabajando en la legalidad. Colombia tiene que salir de esa polarización y de esa forma cómo sopesamos los hechos históricos. La Operación Jaque fue éticamente perfecta.
¿Qué particularidades tuvo su secuestro en razón de ser mujer?
Ingrid Betancourt: A momento de mi secuestro se dijo, y fue la versión oficial, que yo quería que me pasara. Me cuesta eso porque me siento estigmatizada. Acepté ir a San Vicente del Caguán para acompañar al alcalde elegido por mi partido Oxígeno Verde porque creía que podía regresar el mismo día. Luego se dijo que me hice secuestrar por llamar la atención y estoy segura que a un hombre no le dicen eso. Es ofensivo y cruel sugerir que yo busqué el secuestro. Es una tragedia culpabilizar a las víctimas solo porque la verdad es incómoda para alguien. Se trata de imponer otro relato y se le quita a la inocencia a quien padeció, despojándolo del único capital moral que tiene para cargar esa cruz (el secuestro).
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El país te conoció por tus batallas en el Congreso en el marco del proceso 8.000. ¿Cuál es el balance que haces de lo que ha significado el narcotráfico en este conflicto?
Ingrid Betancourt: Es el meollo del asunto. El proceso 8.000 no logró impartir justicia, pese a que quedó demostrado que hubo recursos del narcotráfico en la campaña presidencial de (Ernesto) Samper. Si bien antes los narcotraficantes trataban de usar y comprar a la política, en ese momento ya no tenían intermediarios, sino que ellos mismos estuvieron en el Congreso. La guerra también sirvió para que se escudaran en ella, por eso la paz y la firma de los acuerdos son tan importantes, porque los ciudadanos podemos salir de esa polarización y ver otras cosas. Avanzar en la paz es tener cuidado cómo leemos, manteniendo la independencia y el criterio. Esa es la tarea social, y la institución que puede enseñarles eso a los colombianos es la Comisión de la Verdad, a tener una mirada sin prejuicios.
¿Ha conversado con los exintegrantes del secretariado de las Farc? ¿Le interesaría conversar con ellos para avanzar en la resolución de decir la verdad?
Ingrid Betancourt: Durante el proceso de paz me llamaron a decirme que el secretariado se quería reunir conmigo a pedirme perdón. Les dije que estaba de acuerdo para hacerlo, pero sin cámaras. Cuando puse esa condición no volvieron a acercarse y lo que hicieron fue organizar, en un escenario mediático, un acto con las familias de los diputados asesinados en el Valle. Si hay algo que hay que exigir es respeto, después de tantos años de irrespeto. Hay que ser serio en las aproximaciones e intenciones. Hasta que yo no vea por parte de ellos una reflexión íntima y que haya la voluntad de hablar desde el fondo del alma, no desde lo que conviene para ganar puntos, no voy a aceptar una reunión. En el fondo sí creo que cada uno de nosotros puede cambiar, rectificar. Pero si ellos necesitan hablar con nosotros (quienes fuimos sus secuestrados), la razón tiene que ser muy clara.
* Este texto fue publicado originalmente en la página de la Comisión, puede leer el texto aquí.
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