La pandemia del hambre es la principal causa de mortalidad según Naciones Unidas
Por: Carlos Julio Díaz Lotero-Director Encargado de la ENS
Colombia necesita recuperar la capacidad productiva del campo para contener la hambruna que se nos vino como una avalancha imparable, y promover el trabajo decente en el sector rural, no solo por ser uno de los compromisos del Acuerdo de Paz Santos – FARC firmado hace unos 6 años, sino por la necesidad de una política de soberanía y seguridad alimentaria que nos blinde del colapso de la producción de alimentos que recorre el mundo, acompañado de un proceso inflacionario que dificulta aún más el acceso a una canasta básica de alimentos para unos 2.000 millones de seres humanos en todo el planeta. En nuestro país, según cifras del DANE[i], el 39,3% de los colombianos se encuentra en condición de pobreza monetaria (19,6 millones de personas) y el 12,2% en pobreza monetaria extrema (6,1 millones de personas). Pero el DANE construye estos indicadores suponiendo que si alguien gana más de $358.892 mensuales ya no es pobre, y si gana más de $176.762 mensuales tiene garantizada la canasta básica de alimentos para vivir dignamente. Esto es absurdo, por lo que son más creíbles las cifras de otros analistas que consideran que la pobreza supera el 60%, lo que nos permite concluir que más de 30 millones de colombianos se encuentran en condición de inseguridad alimentaria, es decir que la hambruna es generalizada.
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Cinco agencias especializadas de la Organización de Naciones Unidas[ii] acaban de publicar el informe del año 2022 sobre El estado de la seguridad alimentaria y la nutrición en el mundo (SOFI) donde presentan una visión apocalíptica sobre la seguridad alimentaria y la nutrición en todo el mundo. Además, en el informe se dan recomendaciones de políticas a los gobiernos para reorientar el apoyo y fomento de la producción agropecuaria y de alimentos de tal manera que se facilite el acceso de la población a una dieta básica y saludable. El informe dice lo siguiente:
- Hasta 828 millones de personas han padecido hambre en 2021: 46 millones de personas más que el año anterior y 150 millones más que en 2019.
- Tras permanecer relativamente sin cambios desde 2015, el porcentaje de personas afectadas por el hambre se disparó en 2020 y siguió aumentando en 2021, hasta alcanzar el 9,8 % de la población mundial, frente a los porcentajes del 8 % registrado en 2019 y el 9,3 % en 2020.
- Alrededor de 2 300 millones de personas en el mundo (29,3 %) se encontraban en situación de inseguridad alimentaria moderada o grave en 2021, esto es, 350 millones de personas más que antes del brote de la pandemia del COVID‑19. Cerca de 924 millones de personas (el 11,7 % de la población mundial) afrontaron niveles graves de inseguridad alimentaria, lo que supone un aumento de 207 millones en un intervalo de dos años.
- La brecha de género en relación con la inseguridad alimentaria siguió aumentando en 2021: el 31,9 % de las mujeres del mundo padecía inseguridad alimentaria moderada o grave, en comparación con el 27,6 % de los hombres, una brecha de más de 4 puntos, en comparación con los 3 puntos porcentuales registrados en 2020.
- En 2020, casi 3.100 millones de personas no pudieron permitirse mantener una dieta saludable, es decir, 112 millones más que en 2019, lo cual refleja los efectos de la inflación de los precios de los alimentos al consumidor derivada de las repercusiones económicas de la pandemia de la COVID-19 y las medidas adoptadas para contenerla.
- Se calcula que 45 millones de niños menores de cinco años padecían emaciación, la forma más mortífera de malnutrición, que aumenta hasta 12 veces el riesgo de mortalidad infantil. Además, 149 millones de niños menores de cinco años sufrían retraso en el crecimiento y el desarrollo debido a la falta crónica de nutrientes esenciales en su dieta, mientras que 39 millones tenían sobrepeso.
- De cara al futuro, se prevé que casi 670 millones de personas (el 8 % de la población mundial) seguirán pasando hambre en 2030, aun teniendo en cuenta una recuperación económica mundial. Se trata de una cifra similar a la de 2015, cuando se estableció el objetivo de acabar con el hambre, la inseguridad alimentaria y la malnutrición para finales de esta década en el marco de la Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible.
Este informe es una ratificación de la necesidad que tiene el nuevo gobierno, de Gustavo Petro y de la Ministra de Agricultura Cecilia López, para impulsar una política de autosuficiencia alimentaria, que nos permita producir los 14 millones de toneladas de alimentos que hoy importamos de todo el mundo. Alimentos que así tengamos dólares, a lo mejor ya no se podrían importar en un futuro no muy lejano por la escasez de alimentos en los mercados globales. Y si se consiguen serán a precios hiperinflados, lo que se agrava con un peso cada vez más devaluado frente al dólar. Recordemos que estamos importando casi el 30% de los productos alimenticios que se consumen en nuestros hogares, lo que representó, según cifras del DANE, más de US$8.000 millones del total de importaciones del año 2021. Estos productos básicos y procesados se producían en el país antes de la apertura de Gaviria y de las políticas neoliberales iniciadas a finales de la década de los años 80, y por tanto es relativamente fácil volver a recuperar su producción con políticas públicas de fomento agropecuario. Esto no solo aportaría al empleo, sino al ahorro de recursos que se podrían utilizar para importar tecnologías y bienes de capital necesarios para la industrialización del país, mientras logramos una transferencia tecnológica y crear capacidades para producirlos internamente.
Con una nueva política agropecuaria, que implique créditos de fomento, precios de garantía, protecciones arancelarias, producción de fertilizantes, distritos de riego, renegociaciones de los TLC, inversión en infraestructura vial y de transporte, apoyo en los procesos de comercialización, etc., empezaríamos de manera progresiva a sustituir las importaciones de alimentos con producción nacional. Hoy importamos carnes, pescado, productos lácteos, queso, legumbres y hortalizas, café, té, cereales (maíz, trigo, cebada, avena, arroz y otros), frutas (Melones, manzanas, peras, uvas, duraznos, sandía, mangostinos, cereales y nueces, entre otros), cacao, y otros 300 productos.
[i] Datos del DANE al 2021
[ii] La Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), el Fondo Internacional de Desarrollo Agrícola (FIDA), la Organización Mundial de la Salud (OMS), el Programa Mundial de Alimentos (PMA) y el Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (UNICEF).
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Glosario de Naciones Unidas
Inseguridad alimentaria aguda: la inseguridad alimentaria aguda se define como un estado de inseguridad alimentaria, en un área concreta y en un momento determinado, que reviste una gravedad tal que amenaza las vidas humanas o los medios de subsistencia, independientemente de las causas, el contexto o la duración. A este respecto, resulta pertinente proporcionar orientación estratégica que se centre en objetivos a corto plazo para prevenir, mitigar o reducir los efectos de la inseguridad alimentaria.
Hambre: sensación incómoda o de dolor causada por un consumo insuficiente de energía alimentaria. Privación de alimentos. En este informe, el término “hambre” es sinónimo de subalimentación crónica y se cuantifica mediante la prevalencia de la subalimentación.
Malnutrición: estado fisiológico anormal debido a un consumo insuficiente, desequilibrado o excesivo de macronutrientes o micronutrientes. La malnutrición incluye la desnutrición (retraso del crecimiento y emaciación infantiles, y carencias de vitaminas y minerales), así como el sobrepeso y la obesidad.
Inseguridad alimentaria moderada: nivel de gravedad de inseguridad alimentaria en el cual las personas afrontan incertidumbres sobre su capacidad para obtener alimentos y se han visto obligadas a reducir, en ocasiones durante el año, la calidad o la cantidad de alimentos que consumen debido a la falta de dinero u otros recursos. Hace referencia a una falta de acceso continuado a los alimentos, lo cual disminuye la calidad de la dieta y altera los hábitos alimentarios normales. Se mide sobre la base de la escala de experiencia de inseguridad alimentaria.
Inseguridad alimentaria grave: nivel de gravedad de inseguridad alimentaria en el cual, en algún momento del año, las personas se han quedado sin alimentos, sufren hambre y, en el caso más extremo, pasan uno o más días sin comer. Se mide sobre la base de la escala de experiencia de inseguridad alimentaria.
Subalimentación: condición en la cual el consumo habitual de alimentos de un individuo es insuficiente para proporcionarle la cantidad de energía alimentaria necesaria a fin de llevar una vida normal, activa y sana. La prevalencia de la subalimentación se emplea para medir el hambre (indicador 2.1.1 de los ODS).
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