Este artículo hace parte del Informe Nacional de Coyuntura Laboral que la Escuela Nacional Sindical presentó el 30 de abril. El informe, correspondiente al periodo 2020, fue denominado “El mundo de trabajo y el sistema de salud colombiano en la encrucijada del Coronavirus” y contiene dos anexos. Esta nota a continuación, es el primero. Aquí puedes leer el segundo
Aquí puedes leer y descargar el informe completo
La pandemia asociada al Covid-19 nos ha obligado enfrentar varias realidades aterradoras, todas relacionadas con la fragilidad del modelo económico imperante a nivel global. La profundización de la mercantilización de la vida sociopolítica expuso de modo contundente la poca capacidad que tiene el mercado para proveer servicios básicos de la vida, como la salud y la atención médica.
Por otro lado, la flexibilización laboral y el desmonte de derechos laborales en nombre de la competitividad y rentabilidad del capital, nos lleva al escenario en el que tener trabajo no garantiza la protección social y menos condiciones dignas de vida.
La pandemia ha dejado totalmente desnuda la ilusión de que el neoliberalismo nos iba a traer progreso social. Por el contrario, ha generado una precariedad generalizada, donde reina la inestabilidad y la insalubridad de las y los trabajadores. En su afán por bajar los costos laborales y rebajar el poder sindical, los políticos del mundo, a nombre de las élites, han tratado a los trabajadores como un factor de producción, igual que la tierra y el capital, ignorando nuestra humanidad, nuestros deseos, sentimientos y nuestra naturaleza social. El Covid-19 ha dispersado las cortinas de humo del neoliberalismo, y dejado al destape la precaria situación de la gran mayoría de los trabajadores.
La OIT estima que 2,3 millones de trabajadores mueren al año por accidentes y enfermedades relacionadas con sus trabajos
La OIT estima que 2,3 millones de trabajadores mueren al año por accidentes y enfermedades relacionadas con sus trabajos. Y el problema de los riesgos en el trabajo parece estar creciendo. Una estimación indica que el número de trabajadores muertos por causas atribuibles al trabajo pasaron de 2,33 millones en 2014 a 2,78 millones en 2017.
Hay dos razones que, juntas, invisibilizan y subestiman el precario estado de salud y seguridad en el trabajo, especialmente en países como Colombia. Primero, los altos niveles de informalidad laboral. La gran mayoría de trabajadores colombianos están excluidos de las cifras sobre muertos y accidentes-enfermedades en los lugares del trabajo, por no estar afiliados a las ARL ni a las EPS. Sus dolencias, lesiones y hasta muertes las niega el Sistema General de Riesgos Laborales y las empresas.
Las sumas numéricas de muertes-accidentes-enfermedades en el trabajo tampoco son suficientes para expresar el problema. Primeramente, debemos examinar cuál es la relación entre trabajo y salud, para comprender mejor la precaria situación de ambos hoy en Colombia.
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Extraña como en la formulación e implementación de políticas públicas en materia laboral, el derecho a la salud de los trabajadores se ve obstaculizado por un sistema reactivo, en el cual la promoción de la salud y la prevención de los accidentes y enfermedades en el trabajo son condicionadas por factores de rentabilidad económica.
Las entidades responsables dentro del sistema de salud: EPS e IPS, las ARL y las juntas de calificación de invalidez y las AFP (de pensiones), frecuentemente se pasan el bulto de una a otra institución, en vez de actuar de acuerdo, como lo establece la legislación. Entonces los litigios los tiene que resolver la justicia laboral ordinaria laboral, ya por sí sobrecargada y altamente ineficiente. Que la salud y la prevención de riesgos laborales se tenga que pelear y dirimir frente a los jueces, en un total contrasentido.
Es imperativo rediseñar y reestructurar la institucionalidad de salud y seguridad en el trabajo.
Es imperativo rediseñar y reestructurar la institucionalidad de salud y seguridad en el trabajo. Crear un nuevo sistema que retome la noción y la importancia del Trabajo Decente y saludable, como condiciones sine qua non de la dignidad humana. La salud en el trabajo no puede ser medida solo por una concepción mínima de “accesibilidad”, que considera satisfactorio un trabajo que simplemente ofrezca afiliación a EPS y a ARL.
Un trabajo decente y saludable es uno donde el trabajador está protegido en varios aspectos: la organización del trabajo (ritmo-intensidad, estabilidad e ingresos); la prevención de riesgos laborales asociados a condiciones físicas, biológicas, químicas, fisiológicas y psíquicas de trabajo; la seguridad social (atención en salud, seguros de enfermedad, desempleo, vejez, accidentes, maternidad-paternidad, invalidez y pensiones); la autonomía para ejercer a la libertad sindical (creación-afiliación sindical y la negociación colectiva); y la inclusión, diversidad y equidad en el trabajo.
Una visión nueva del trabajo, no con el enfoque neoliberal centrado en los costos y las ganancias sino como derechos, debería comenzar por mejor las condiciones laborales de los profesionales dedicados al servicio de salud y actividades del cuidado, sobre todo en momentos como el actual, cuando el sistema de salud se encuentra asfixiado por el invisible pero móvil y destructivo Covid-19.