Todos estos indicadores del mercado laboral no van a cambiar durante todo el gobierno de Duque, por más discursos que nos echen sobre las supuestas bondades de la “economía naranja”.
Por Héctor Vásquez Fernández. Analista Escuela Nacional Sindical
Después de un año del gobierno de Duque, la situación de las personas en el mercado laboral en vez de mejorar ha empeorado. Aunque la población económicamente activa se incrementó en 68.223 personas, la población ocupada disminuyó en 363.923 personas, situación que incrementó la tasa de desempleo, que pasó de 9.1% en 2018 a 9.4% en 2019. O sea 95.000 desocupados más, para un total de 2´357.914 personas sin empleo, con una situación peor para las mujeres, cuyo desempleo es del 12.9%, frente al 8.0% de los hombres, con un incremento más pronunciado en éstas.
Y es todavía peor la situación de desempleo en los jóvenes (población entre 14 y 28 años económicamente activa), que pasó de 16.6% en 2018 a 18.1% en 2019 (trimestre móvil de marzo/mayo de cada año). Situación que afecta más a las mujeres jóvenes, que de una tasa de desempleo del 21.6% en 2018, pasaron al 22.9% en 2019, en tanto que la de los hombres jóvenes pasó del 13.1% al 14.4% en el mismo período.
En este sentido, el supuesto “poder de los millennials” al que se refería el presidente Duque, exaltando la estrategia ocupacional de una empresa como Rappi, no es más que el aprovechamiento descarado de estas altísimas tasas de desempleo, pues para muchos jóvenes, emplearse en este tipo de trabajos, completamente precarios, es la única alternativa para conseguir algún ingreso.
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Gran parte de las personas que salieron del mercado de trabajo se convirtieron en población “inactiva”, la cual aumentó en 431.197 personas, principalmente aquellas que se dedicaron a “oficios del hogar”, o que fueron clasificadas como “otros”: incapacitados, rentistas, pensionados, y personas a los que no les gusta, o piensan que no vale la pena trabajar. Este aumento de los inactivos contribuyó a bajar la tasa de desempleo, pero se trata de un resultado engañoso, pues en buena proporción estos “inactivos” simplemente son desempleados de larga duración, que no tienen ninguna expectativa cierta de vincularse al mercado de trabajo en condiciones dignas.
También favorece estos indicadores la gran cantidad de personas que todos los años salen hacia otros países en calidad de “residentes”: 806.140 en 2017. Aunque no todos hacen parte de la población económicamente activa, en su mayoría sí lo son, como lo son también las 266.518 personas que en 2017 salieron del país por “motivos de trabajo”.(Según el Anuario estadístico de movimientos internacionales del DANE, entre 2012 y 2017 salieron del país en calidad de “residentes” 4´332.786 personas. ) No obstante, el impacto positivo de la migración de colombianos en el mercado de trabajo ha sido contrarrestado con la masiva llegada de inmigrantes venezolanos.
Aumentaron también las tasa de desempleo subjetivo (de 25.8 a 27.4), y de desempleo objetivo (de 9.6 a 10.8), lo que significa un incremento de personas ocupadas descontentas con el empleo que tienen, por insuficiencia de horas, por malos ingresos, o porque su empleo no se corresponden con sus competencias.
Hoy tenemos en Colombia 22´226.109 de ocupados en las siguientes ramas de actividad:
La mayor proporción de estos ocupados se encuentra en actividades en las que el trabajo informal sin protección social es predominante: comercio, hoteles y restaurantes (26.8%); servicios sociales, comunales y personales (20.7%) y el sector agropecuario (15.5%). En la industria está ocupada apenas el 11.8% de la población trabajadora; en las actividades inmobiliarias, empresariales y de alquiler (7.9%); en la construcción (6.9%); en la minería (1.2%); en intermediación financiera (1.4%); y en actividades de suministro de electricidad, gas y agua (0.5%).
Como lo indica la información del DANE, las actividades económicas que más disminuyeron en población ocupada fueron, en su orden: sector agropecuario, sector inmobiliario y la industria. Y la actividad que más empleo creó fue la construcción.
La buena noticia es que en el último año aumentó el empleo asalariado, al tiempo que disminuyó el empleo por cuenta propia, que mayoritariamente es un empleo informal. El empleo asalariado aumentó en 313.324 y los cuenta-propia disminuyeron en 432.762.
Sin embargo, la mayoría del crecimiento del trabajo asalariado es informal, sin protección social, como lo muestra el indicador de personas afiliadas al sistema de riesgos laborales, que según Fasecolda, pasó de 9´607.367 en junio de 2018, a 9´611.102 en junio de 2019, un incremento de 3.735 personas, apenas el 1.2% de los nuevos trabajadores asalariados.
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Lo que puede indicar esta baja formalización y protección de los derechos laborales de los trabajadores dependientes o asalariados, es un aprovechamiento descarado de los migrantes venezolanos por parte de muchos empleadores, principalmente en actividades del comercio, restaurantes y en los servicios.
En este punto se corrobora una vez más la preocupante debilidad del Estado, pues las inspección del trabajo, que es una de sus funciones fundamentales, está ausente en gran parte del territorio nacional, lo que explica la enorme desprotección social en la que se encuentra la mayor parte de las trabajadoras y trabajadores colombianos, según lo indica la afiliación al sistema de riesgos laborales.
Todos estos indicadores no van a cambiar durante todo el gobierno de Duque, por más discursos que nos echen sobre las supuestas bondades de la “economía naranja”. Nada va a cambiar si en este país no se hace reforma agraria; nada va a cambiar mientras no salgamos del modelo de crecimiento impulsado por la exportación de petróleo, carbón y cocaína. Todo va a ser peor mientras no abandonemos un estilo de hacer política al servicio de los corruptos y de las grandes empresas.
Colombia no se va a desarrollar mientras no fortalezcamos la educación pública de calidad. Seguirá siendo un país de tercera clase mientras mantengamos una política de distribución del ingreso que condena a la mayoría de la población a salarios precarios, con un mercado interno incapaz de jalonar el crecimiento económico hasta niveles que mejoren el empleo y el ingreso de toda la población.
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