El hombre de hoy y el esclavo de 1885 en Brasil, separados por siglo y medio, se igualan cuando se les niega el derecho a una jubilación decente.
Por Franca Vilarinho*. Periodista y fotógrafa brasilera. Colaboradora de AIL.
El trabajo esclavo y la informalidad históricamente aproximan a Brasil a un régimen esclavista.
En el año 1885 se aprobó en este país la Ley de los Sexagenarios, apodada “Ley de la carcajada”, porque eran pocos los esclavos que lograban vivir hasta esa edad. Tratados como raza inferior, los negros llevaban existencias sufridas e inhumanas, trabajaban de sol a sol, sin derechos ni leyes laborales. Vivir era un milagro y ser sexagenario, rarísimo. Y, aun así, llegar a los 60 no bastaba para emanciparse.
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A los 60 años el negro “horro” (si hijos) tenía que seguir trabajando por tres años sin sueldo, para su ex dueño. Así lo exigía la ley. Ninguno conseguía jubilarse, es decir, salir del cautiverio.
¿Alguna semejanza con la reforma de la seguridad social de Bolsonaro? Sí. En el 2019 la historia se repite como tragedia.
¿Qué tienen en común la Ley de los Sexagenarios, la propuesta de reforma pensional brasileña y el régimen chileno de seguridad social? Pues eso: que el trabajador muere antes de pensionarse. Brasil quiere copiar el sistema pensional chileno, país donde el pueblo está saliendo a la calle para pedir que se vuelva al sistema de reparto, que es el que hoy está vigente en Brasil.
En Chile cada trabajador aporta a un sistema de capitalización individual instaurado en 1981 por la dictadura de Pinochet. En aquel entonces, se preveía que, al retirarse, el jubilado recibiría cerca del 80% de su último sueldo. Hoy apenas cobra un 30%.
Javier Piñeda, abogado de la Defensoría Popular de los Trabajadores, en una entrevista al periódico Brasil de Fato, alertó: “Un trabajador chileno con un sueldo de US$ 500, debería cobrar una pensión de US$ 400. Sin embargo, la tasa de retorno está aproximadamente en US$150, es decir, un poco menos del 30%. Y paralelo a eso, se señala un aumento de los suicidios de ancianos, y una parte del pueblo chileno vive en la miseria.
Los datos del Instituto Brasileño de Geografía y Estatística contrarían a Rodrigo Maia, actual presidente de la Cámara de Diputados de Brasil, quien declaró a Globo News que “todo el mundo puede trabajar hasta los 80 años”, cuando la expectativa de vida de los brasileños es de 77 años en el Sur del país, y de 73 en la región del Nordeste. Aunque en muchos municipios de esta región apenas es de 60 años.
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Trabajar, trabajar y trabajar, ese es el rostro cruel del capitalismo. La explotación del hombre por el hombre. Lo que vale es la ganancia. Ejemplo de ello es Brasilia, la capital de Brasil, ciudad en la que la desigualdad y la pobreza se observa en sus aceras y avenidas, donde los vendedores ambulantes se multiplican. Son trabajadores sin empleo, o que lo perdieron, para quienes la jubilación es un sueño inalcanzable, como lo era para los esclavos en 1885.
Solo que los esclavos vivían hasta los 30 años, el trabajador brasileño de hoy vive, en promedio, hasta los 75. Aquéllos soñaban con una vida en libertad, éstos con una pensión para no morirse de hambre, abandonados por el Estado en la fragilidad del fin de la vida.
El hombre de hoy y el esclavo de 1885, separados por siglo y medio, se igualan cuando se les niega el derecho a una jubilación decente.
* Franca Vilarinho es una periodista y fotógrafa brasileña. Trabaja en Brasilia. Contacto: www.francavilarinho.com.br
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Eduardo:
19/03/2019,Que horror eso es lo que nos espera, verdad que la democracia es una esclavitud disfrasada de impuestos . Salarios de hambre y lloran por lo que pagan de pensión, cuando van a pagar ya se los pagado otros políticos que se pagan la pensión con el dinero del pueblo, es verdad somos los mismos esclavos de ellos el pueblo es el que los sostiene usted cómo persona genera dinero impuestos y no más y cundo no le ponen la autanasia