Por John Fredy Bedoya
Economista. Escuela Nacional Sindical
Las negociaciones de fin de año para fijar el aumento en el salario mínimo, han estado matizadas por una antiquísima teoría macroeconómica que ha perdido validez y a su vez ha sido desmentida. Esta teoría fue introducida en los años 60 por William Phillips, quien demostraba que había un Trade off (relación inversa) entre los niveles de desempleo y la inflación. Casualmente, Phillips encontró que a menores niveles de desempleo había mayores niveles de inflación, debido a que el mayor poder adquisitivo de la economía (por la mayor fuerza de trabajo contratada) generaba presiones sobre la oferta, la cual no lograba satisfacer la demanda, y por tanto subía los precios para lograr nuevamente un equilibrio macroeconómico.
Con base en esta teoría, se ha afirmado que la economía colombiana presenta una rigidez en la oferta, es decir, no logrará ajustarse rápidamente a una presión de la demanda agregada generada por aumentos excesivos en los salarios. Sin embargo, estas afirmaciones fueron falseadas recientemente por dos estudios realizados por el Banco de la República, en los cuales se demuestra que grandes aumentos en el salario mínimo no generan mayor impacto sobre la inflación.
El primer estudio fue realizado por Francisco Lasso, quien, mediante métodos econométricos, demuestra que frente a un aumento del salario mínimo de 10% la inflación solo subirá en 0,61% anual, cifra que se equipara, en promedio, a dos meses de inflación del presente año. En el mismo sentido, Christian Posso realizó otra medición cuyo resultado sugiere que el mismo aumento en el salario mínimo generaría un aumento anual de la inflación de 1.44%, cifra que a pesar de ser mucho mayor que la del resultado de Lasso, es despreciable, pues representa sólo la mitad de la inflación acumulada hasta julio del presente año.
Cabe señalar que estos estudios también muestran que, a pesar de que los aumentos en la inflación son bajos y que los trabajadores remunerados con el salario mínimo tienen grandes ganancias en su poder adquisitivo, los más pobres (las familias en los menores quintiles de ingresos) resultan afectados por este proceso inflacionario, debido a que la participación que sobre el gasto total de estas familias tiene el gasto en productos intensivos en mano de obra, como los alimentos, es mucho mayor que el de las familias con mejores ingresos. Es decir, los más pobres son más sensibles a cualquier nivel de inflación. Sin embargo, estos efectos pueden ser contrarrestados con políticas de capacitación para el empleo, con disminución de la informalidad, del cuentapropismo y de las labores de subsistencia, lo que pondría a estas familias al mismo nivel de un trabajador formal remunerado con el salario mínimo.
Otra evidencia del bajo impacto de los costos salariales en la formación de los precios, es la baja participación de éstos en el total de los costos de producción de las empresas. Según la encuesta Anual Manufacturera de 2007, los costos laborales (sumando salarios y prestaciones sociales) sólo pesan anualmente el 7.84% sobre el valor de la producción bruta total, lo que sugiere que el 92,16% de los precios están dados por otros factores productivos. Dado esto, resulta poco creíble que los aumentos en el salario mínimo (y en los salarios en general) creen inflación. Más bien se puede deducir que esta variable en Colombia es mucho más sensible a otros factores, como a las jugadas del Banco Central en el manejo de la tasa de interés y la oferta monetaria; o al costo de los insumos primarios como los hidrocarburos y otros combustibles; e incluso a los precios internacionales de los productos que se importan al país.
También se debe señalar que si los aumentos salariales generan poca inflación, es porque la economía responde rápidamente a las presiones de la demanda. En otras palabras, cuando los trabajadores tienen más dinero en su poder, su demanda de mercancías genera una mayor producción, especialmente industrial, lo que conlleva un aumento en la contratación y por consiguiente un mayor crecimiento económico. Esto convierte al aumento real del salario en una política que llevaría a la economía colombiana en un círculo virtuoso de desarrollo.
En síntesis, se encuentra en primer lugar que, en materia laboral, estos resultados deberían mejorar el panorama en la mesa de negociación del aumento del salario mínimo, ya que se puede argumentar que aumentar el salario real no crea efectos negativos en la inflación. En segundo lugar, en materia económica, el aumento salarial podría ser una política expansionista y de desarrollo. Y en tercer lugar, permite evidenciar las intensiones del empresariado y su posición frente a los aumentos del salario mínimo, pues es evidente que desean mantener el status quo, es decir, dilatar al máximo la negociación para que al final el aumento sea el menor posible (igual a la inflación). O como el mismo Lasso concluye: “A los empleadores les interesa que los aumentos reales del SML (salario mínimo) sean minimizados al máximo, o que incluso sean eliminados”.
Fuentes relacionadas:
Lasso, Francisco (2010). Incrementos del Salario mínimo legal: ¿Cuál es el impacto redistributivo del cambio en los precios relativos al consumidor? Banco de la República, Borradores de Economía 598.
https://banrep.gov.co/documentos/conferencias/Medellin/2010/Incrementos%20del%20SML_cual%20es%20el%20impacto%20redistributivo%20del%20cambio%20en%20los%20precios%20relativos%20al%20consumidor_JavierLasso_2010.08.06.pdf
Posso, Chistian (2010). Incrementos en el Salario Mínimo Legal. Un análisis de los costos y beneficios sobre los hogares colombianos en el año 2006. Banco de la República, Borradores de Economía 595. https://www.banrep.gov.co/docum/ftp/borra595.pdf