Las importaciones han afectado la producción nacional, lo cual ha desencadenado un déficit en cuenta corriente y un desbalance comercial.
Por Jorge Coronel López
El crecimiento económico se ubicará entre 8% y 10%. Este dato fue el que utilizó el presidente Duque para decir que será el mayor en 115 años, cometiendo dos graves errores: atribuirse un logro que directamente no es de él, y omitir que no será el más alto, pues el profesor Kalmanovitz le recordó que Colombia ha crecido por encima de 8% en otras siete ocasiones.
La inflación fue de 5,6%, pero por grupo de gasto, la inflación de alimentos fue la más alta (17,2%), seguida de restaurantes y servicio a la mesa (8,8%) y transporte (5,7%). Estas alzas han golpeado fuertemente los bolsillos, especialmente de los más pobres y vulnerables, para quienes la inflación fue de 6,9%, mientras que para la clase media y alta fue 5,8% y 4,4% respectivamente.
Las importaciones han afectado la producción nacional, lo cual ha desencadenado un déficit en cuenta corriente y un desbalance comercial. Sobre esto no ha dicho nada el Gobierno, indicando entonces que se siente cómodo con la situación de que las importaciones crezcan 26%, mientras las exportaciones sólo 8,8%.
Es bien sabido que esta situación ha erosionado la industria nacional y ya le pasa factura al sector agropecuario, el único donde tenemos ventajas reales frente al mundo y sobre el cual se podría pensar en una reindustrialización.
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El silencio del gobierno significa que poco le interesa que se estén importando entre 14 y 15 millones de toneladas de alimentos al año, cuando hace tres décadas solo se importaba un millón. ¿Se habrá preguntado cuánta pobreza se explica por esta razón? La tesis del gobierno es que falta competitividad y así descarga todo el peso en los cultivadores y productores. Pero resulta que mientras no haya buenas vías terciarias para sacar cosechas, amplios programas de tecnificación y créditos blandos alcanzables y democratizados, además de una cadena de intermediación menos compleja y sin carteles que le quiebran precio al productor, pues la mejor elección será dejar perder las cosechas, seguir importando alimentos y continuar inundando el campo y las ciudades con pobreza.
Pero las importaciones y la devaluación también han afectado los hogares. Hay que recordar que al cierre de 2021 el peso quedó como la moneda más devaluada del mundo, lo que contribuyó a que el 47% de jefes de hogar considere que está en una situación económica peor a hace un año, mientras el 66% no tiene posibilidades para comprar ropa, zapatos y alimentos y el 77% no puede ahorrar.
Esta radiografía refleja serios problemas de ingresos y confirman el fracaso del modelo económico y de la apertura con su política exterior bajo los TLC. Algunos candidatos promovieron políticas que nos han traído hasta aquí, mientras otros están convencidos de ellas, luego sería incomprensible persistir en las mismas ideas.
*Esta columna fue publicada originalmente en Portafolio y la puedes leer aquí
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