El sistema productivo de la globalización basado en cadenas de suministros buscando territorios de bajos salarios y tributación ha colapsado.
Por: Carlos Julio Díaz Lotero
Lo cierto es que estamos viviendo un acelerado proceso de “desglobalización” de la economía mundial, en la medida que muchos países vienen realizando transiciones productivas para asegurar dentro de sus fronteras la provisión de bienes y servicios básicos para sus poblaciones. El sistema productivo de la globalización basado en cadenas de suministros buscando territorios de bajos salarios y tributación ha colapsado. Pero adicional a esto las brutales sanciones económicas contra Rusia, que fueron planeadas para crear un caos de ingobernabilidad en dicho país y debilitar políticamente a Vladimir Putin, se han revertido contra las economías del transatlántico y el debilitamiento político de sus gobernantes.
La exclusión de Rusia del sistema de medios de pago a escala global (SWIFT), y el decomiso de 300 mil millones de dólares de las reservas rusas en favor de los bancos de Estados Unidos, Europa, Japón y Canadá, como ocurrió igual con activos financieros de Irán, Venezuela y Afganistán, han servido para que el dólar, el euro y el yen pierdan su calidad de monedas de reserva, porque es difícil volver a confiar en estas monedas en las relaciones comerciales.
La guerra económica contra Rusia, forzó a este país a exigir a los países que compran su gas y su petróleo a pagar en rublos, igual otros países como China, India y Arabia Saudita vienen comerciando con sus propias monedas y creando mecanismos alternativos al dólar en el mercado petrolero y energético. Esta dinámica comercial crecerá mucho más en la medida que las exportaciones de petróleo, gas, fertilizantes, minerales estratégicos y alimentos de Rusia se dirijan a los mercados eurasiáticos, en un momento en que el mundo enfrenta una crisis mundial de alimentos y nos encontramos en una hambruna global como lo acaban de anunciar varias agencias especializadas de Naciones Unidas. En la medida que los países vayan abandonando el uso del dólar en las transacciones comerciales, el valor de ésta moneda se desplomará, generando una crisis monetaria, mayor ritmo hiperinflacionario y fuertes tendencias recesivas en la economía de los Estados Unidos
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En la Cumbre de los BRICS (Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica), realizada a finales de junio del año en curso, el presidente ruso Vladimir Putin anunció que los países miembros del grupo se están preparando para crear una nueva moneda de reserva internacional basada en una canasta de monedas del BRICS. Por su parte el presidente de China Xi Jinping expresó en la instalación de la cumbre un llamado a “persistir en el concepto de seguridad común, integral, cooperativa y sostenible, y abrir un camino de seguridad del nuevo tipo caracterizado por el diálogo en lugar de la confrontación, las ganancias compartidas en lugar del juego de suma cero, inyectando de esta manera estabilidad y energía positiva al mundo. A persistir en el desarrollo mediante la cooperación y responder juntos a los riesgos y desafíos comunes”
Mientras tanto Europa y Estados Unidos viven un proceso hiperinflacionario, que no tiene antecedentes cercanos, debido al aumento de los precios de los alimentos y de la energía. Este proceso de crecimiento incontrolado de precios tiene su origen subyacente en las emisiones cuantitativas realizadas por los Bancos Centrales del Transatlántico (Reserva Federal, Banco Central Europeo, Banco Central de Japón, entre otros), agravado por la pandemia del COVID y la guerra en Ucrania, para sostener la burbuja especulativa que empezó a erosionarse desde la crisis del 2008.
El viejo sistema financiero mundial del FMI y del Banco Mundial, basado en la especulación y el saqueo, se encuentra en bancarrota; y el orden geopolítico unipolar ha desaparecido, para dar paso a una realidad política multipolar. Estamos presenciando el establecimiento de un nuevo sistema financiero basado en una canasta de monedas y materias primas, como preámbulo de una nueva medida de valor que tome en cuenta el potencial de la economía física de cada nación.
La configuración de dos bloques políticos y económicos globales, si bien es cierto es una reacción inevitable al unilateralismo financiero y político de occidente, no es deseable desde la perspectiva de la existencia futura de nuestro planeta ya que enfrentamos grandes desafíos como son, entre otros, las pandemias, el hambre, la crisis financiera y económica global, el narcotráfico, la trata de personas, el desempleo y la precariedad laboral, los impactos de las migraciones, y la crisis energética y ambiental, que solo podemos superar en un contexto de cooperación global y propósitos comunes, y además, la conformación de esos dos bloques implica riesgos de una confrontación militar que podría escalar a una guerra nuclear que daría fin a nuestra existencia como especie.
¿Tendrá el liderato político occidental la sensatez para entender la crisis existencial en la que nos encontramos y la ventana de oportunidad que tenemos para construir un futuro de bienestar y desarrollo como fundamento de una paz estable y duradera?
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