La trocha y el desmonte: estrategias de supervivencia organizada

Imagen de referencia tomada de cartasdevagabundo.blogspot.com/

Este texto cuenta la Memoria histórica del sindicato de trabajadores agrícolas independientes del Meta, Sintragrim seccional El Castillo, 1959-1984

Por Eugenio Castaño González PhD en Historia de la Universidad Nacional de Colombia, sede Medellín. *

Resumen

Este artículo tiene como objetivo examinar las estrategias de colonización, organización, agenda político social y formas incipientes de victimización contra el Sindicato de Trabajadores Agrícolas Independientes del Meta, Sintragrim, seccional El Castillo. Para tales efectos se hizo acopio de fuentes escritas, particularmente artículos de prensa, además de la fuente oral, proveniente de integrantes de aquella organización sindical. A partir de la recopilación de dichas fuentes se decidió triangularlas, sistematizarlas y analizarlas. Como resultado de lo anterior se abordaron varios aspectos claves, como los procesos de poblamiento desde mediados del siglo XX, producto de la Violencia bipartidista. De este primer fenómeno emergieron las primeras estrategias organizativas impulsadas por el partido comunista y luego Sintragrim, las reivindicaciones sociales y políticas ligadas con la democratización en el uso de la tierra, la lucha contra los modelos extractivistas y la participación activa en la creación y consolidación de la Unión Patriótica, a partir de la década de los ochenta. Por último, se volcará a las condiciones de posibilidad que originaron los hechos de violencia contra la organización. En resumen, se trata de desentrañar las configuraciones socio-históricas de una organización sindical campesina en un apartado territorio de colonización, fuertemente golpeado por el conflicto armado colombiano.

Palabras claves: memoria histórica, Sintragrim, procesos organizativos, violencia.

Summary

This article aims to examine the strategies of colonization, organization, social political agenda and incipient forms of victimization against the Union of Independent Agricultural Workers of Meta, Sintragrim, El Castillo section. For this purpose, written sources were collected, particularly press articles, in addition to the oral source, from members of that union organization. From the compilation of these sources, it was decided to triangulate, systematize and analyze them. As a result of the above, several key aspects were addressed, such as population processes since the mid-twentieth century, the product of bipartisan violence. From this first phenomenon emerged the first organizational strategies promoted by the communist party and then Sintragrim, the social and political demands linked to democratization in the use of land, the fight against extractive models and active participation in the creation and consolidation of the Patriotic Union, from the eighties. Finally, it will turn to the conditions of possibility that caused the violence against the organization. In summary, it is about unraveling the socio-historical configurations of a peasant union organization in a secluded territory of colonization, strongly hit by the Colombian armed conflict.

Keywords: historical memory, Sintragrim, organizational processes, violence.

Introducción

Hacer la memoria histórica de las organizaciones sindicales en el sector rural es imprescindible como herramienta para construir nuevos escenarios de reconciliación en la actual etapa de pos-acuerdo en Colombia. Se trata con ello de vincular el presente, sus vicisitudes y coyunturas en la comprensión del pasado y sus particularidades, tal como lo planteaba el historiador Marc Bloch (1996). Es aquí en donde la historia establece una relación estrecha con el concepto de memoria. La memoria como la expresión de lo vivido, lo sentido, proyección de la experiencia misma desde la subjetividad y la emocionalidad, y la historia como aquella disciplina que permite la construcción del relato y los contextos, capaces de interrogar las memorias y otorgarles un marco analítico (Pierre, 2008). En ausencia de un amplio abanico de fuentes escritas, este artículo fue elaborado, a su vez, a partir de testimonios orales de los campesinos afiliados al Sindicato de Trabajadores Agrarios Independientes del Meta (Sintragrim), seccional de El Castillo, quienes, en el marco de un proyecto de memoria histórica desarrollado por la Escuela Nacional Sindical, brindaron su testimonio de manera anónima por cuestiones de seguridad. Por tal razón y para efectos del presente artículo, se tomó la decisión de cambiar los nombres de los entrevistados, preservando así su identidad original. Tomando en cuenta lo anterior, el presente artículo procura develar las dinámicas cotidianas, ciertas formas de relacionamiento entre los campesinos sindicalizados con su territorio, las configuraciones políticas, sociales, apuestas políticas, formas de solidaridad, además de dar cuenta de las condiciones de posibilidad de la violencia padecida por la organización.

En relación con el balance historiográfico, vale la pena señalar lo siguiente. En primer lugar, es muy poco lo que se ha desarrollado en Colombia en torno al tema de las organizaciones sindicales desde la memoria histórica, más aun cuando la violencia se erige en una de las variables a explorar. En segundo lugar, la elección de testimonios orales y, desde luego, el tipo de periodicidad elegida tan cercana a los acontecimientos del presente, ha hecho que desde la disciplina propiamente histórica este tipo de ejercicios aun sean sumamente incipientes. Tomando como referencia esos dos aspectos se realizará un balance historiográfico que dé cuenta del estadi actual de las investigaciones de memoria histórica sobre organizaciones sindicales a nivel nacional. El primer enfoque es posible identificarlo a través de los trabajos desarrollados por la Escuela Nacional Sindical (Correa y González, 2011; Correa y Malagón, 2001 y Castaño, 2014) el CINEP (Archila, 2012), la Corporación Nuevo Arcoiris (Valencia y Celis, 2012) el PNUD (Ortiz, 2011), en donde los análisis y las narrativas se orientan al esclarecimiento histórico de los hechos de la violencia contra las organizaciones sindicales, valiéndose de archivos físicos y testimonios orales. En un segundo enfoque es posible advertir un tipo de investigación que no se centra única y exclusivamente en torno a los hechos de violencia, sino que también se enfoca en dar cuenta de las formas de relacionamiento político, expresiones culturales y configuraciones territoriales (Amado, 2005). Por otro lado, a pesar de reciente interés  por examinar el impacto del conflicto armado en el municipio de El Castillo (Mosquera, 2015; Centro Nacional de Memoria Histórica, 2015; Molano, 1989; y Giraldo 2009), la bibliografía es casi inexistente cuando se vuelca la atención, de manera más detallada, en la organización sindical Sintragrim (González y Barrera, 2014). De allí que aun cuando se reconocen unos avances muy importantes en términos investigativos sobre El Castillo y Sintragrim a nivel departamental, los ejes articuladores de aquellos trabajos son, por un lado, el municipio El Castillo y, por el otro, Sintragrim a nivel departamental. De allí que la elección metodológica en el presente artículo procura partir de un criterio orientado a ahondar en la histórica relación entre el sindicato y las configuraciones urbanas y partidistas en El Castillo, pero partiendo de la acción sindical como eje articulador. A partir de allí se eligió la periodicidad propuesta. La de inicio, 1959, por cuanto correspondió a la creación del  Sindicato Agrario del Meta en el Municipio de El Castillo. La fecha de cierre, 2006, corresponde a la construcción de  una zona humanitaria “Civipaz” en la vereda El Encanto, cerca del centro poblado Puerto Esperanza, y apoyada por la ya mencionada Intereclesial de Justicia y Paz. Dicha fecha, en definitiva, marcó un punto de inflexión en el retorno de los pobladores a El Castillo y la concomitante refundación de Sintragrim.

Colonización y organización

La construcción de la carretera Bogotá-Villavicencio, la muerte de Jorge Eliécer Gaitán el 9 de abril de 1948, las obligaciones serviles heredadas de los anacrónicos sistemas hacendatarios, sumado a la violencia bipartidista entre liberales y conservadores y la elaboración de la doctrina del “enemigo interno” para combatir las guerrillas liberales, entre otros fenómenos, fueron procesos históricos fundamentales a la hora de comprender las primeras oleadas migratorias de campesinos oriundos del interior del país. Se trató de una estrategia encauzada a apoyar económicamente la colonización en el Ariari e impulsada por la amnistía decretada por Rojas Pinilla a comienzos de la década del cincuenta (Molano, 1989, p. 285). La ubicación a orillas de ríos como el Ariari, Guapé y La Cal, además de caños como el Uruimes, fue un factor determinante en la construcción de las primeras edificaciones en torno al triángulo entre el Alto Guayabero, Medellín del Ariari y la ruta hacia el Guaviare (Néstor García, líder sindical Sintragrim subd. El Castillo, enero del 2018). Luego del arribo de las primeras familias a este territorio, otros campesinos se atrevieron a realizar el mismo periplo a partir de la década del cincuenta y sesenta. Muchos de aquellos nuevos colonizadores, quienes arribaron a la zona en compañía de sus familias, también fueron víctimas de los conflictos bipartidistas. Así mismo, con el paso de los años se fue construyendo un sistema vial que, aunque precario, acortaba el tiempo de desplazamiento de los nuevos colonos (Leonardo Bermúdez, líder sindical Sintragrim, subd. El Castillo, noviembre 2017). Algunos afirmaban que, aun así, los desplazamientos se hacían extenuantes y prolongados (Carlos Urrea, líder sindical Sintragrim subd. El Castillo, noviembre de 2017). A ello se le añadía que en algunas partes del trayecto, desde Bogotá al territorio, las crecientes de los ríos retrasaban los viajes (Mario Rengifo, líder sindical Sintragrim subd. El Castillo, enero 2018).

Quienes arribaban a la zona eran recibidos por los campesinos organizados, en principio, alrededor del Partido Comunista (Esteban Ortiz líder sindical Sintragrim subd. El Castillo, enero 2018). Para el caso de las menores de edad, quienes aún no podían afiliarse al sindicato por disposiciones normativas internas, fueron incorporados primero a la JUCO y a la Unión de Mujeres Demócratas (UMD) (Leonardo Gutiérrez, líder sindical Sintragrim departamental Villavicencio, marzo del 2018).  Las estrategias organizativas tenían como finalidad resguardarse frente a las arremetidas de los colonos de otros poblados cercanos, ubicados al otro lado del río Ariari, como El Dorado y Cubarral. Si el motivo del desplazamiento procedente del interior del país hacia Medellín del Ariari fue precisamente huir del accionar de los violentos partidarios del conservatismo, la colonización hacia esta zona contribuyó a reproducir el mismo esquema conflictivo. La frontera entre El Castillo y El dorado se definió como “la línea dura”, ubicada en la zona de Puerto Cable. Durante mucho tiempo dicha zona fue un territorio de disputa entre antiguos guerrilleros liberales, comunistas y conservadores, como Ricardo Quebradas y el Plinio Murillo.

A ello se le vino a sumar la distribución democrática de las tierras para aquellos colonos que continuaron arribando a la región, así como la creación del Sindicato Agrario del Meta en 1959. En 1970, aún sin personería jurídica, cambió su denominación por Sindicato de Trabajadores Agrícolas Independientes del Ariari, hasta que a finales de aquella década, en 1979, y producto de fuertes movilizaciones campesinas, recibió, finalmente, su reconocimiento y personería jurídica. De acuerdo con la versión de un antiguo líder sindical, durante aquella época existía una plataforma política con la cual se identificó la organización, materializada en lo que se denominó el Frente Democrático durante la década del setenta, el cual respondía a la necesidad de ampliar la base democrática entre los campesinos del Alto Ariari (Carlos Quiroz, líder sindical Sintragrim subd. El Castillo, noviembre de 2017).  La articulación entre el partido y el sindicato les permitía a los jóvenes comenzar a familiarizarse con una plataforma político-social bastante similar entre las dos organizaciones (Walter Camacho, líder sindical Sintragrim subd. El Castillo, noviembre del 2017). La ausencia del Estado en estos territorios de colonización se constituyó en un hecho que facilitó la configuración de una autoridad bastante sui generis, o vigilancia colectiva, capaz de aglutinar funciones legislativas, ejecutivas y judiciales. En principio, los procesos de urbanización en zonas como El Castillo y Medellín del Ariari carecieron de un impulso estatal, por lo cual fueron los propios pobladores quienes tomaron la iniciativa de distribuir los terrenos, lo más equitativa y racionalmente posible. Ya durante la década del setenta, incluso, las labores de colonización impulsadas por Sintragrim fueron reconocidas como una alternativa viable para acceder a la titulación de las tierras adjudicadas por el Instituto Colombiano de la Reforma Agraria, Incora. El sindicato y el partido definían a los comisionados de bosques, quienes tenían la potestad de lotear y entregar tierras a los recién llegados. La elección de los integrantes de aquella comisión tenía como condición el conocimiento del terreno y, por tanto, el acceso a fuentes de agua indispensables para el riego.

Una alianza fructífera con la UP

Estas estrategias organizativas tuvieron un nuevo impulso con la creación de la Unión Patriótica durante la primera mitad de la década del ochenta. Si los cargos administrativos locales como las alcaldías y los concejos habían estado en poder de los partidos tradicionales, en este caso el partido liberal y conservador, la irrupción de la UP promovió una participación más amplia de sectores ligados con los movimientos sociales y sindicales. La elección popular de alcaldes y concejales en 1988, luego de la expedición del acto legislativo 01 del 19 de enero, fue un hecho histórico clave que definitivamente amplió la participación de la UP y Sintragrim en aquellas magistraturas locales. La histórica doble militancia de un porcentaje importante de los líderes del sindicato se fue concretando en un proyecto político mucho más ambicioso y con un mayor poder de incidencia en los planos departamental y nacional. Para el caso particular de El Castillo, esta relación fue mucho más estrecha. Fue tal el poder que alcanzó a tener el sindicato de la mano con la Unión Patriótica, que a mediados de la década del ochenta, la gran mayoría de concejales de este municipio pertenecían a ambas organizaciones. Ello obedecía a un acumulado de experiencia y conocimiento de la región, es decir, a la mayor pericia de este tipo de dirigentes a la hora de conectar con las necesidades de un campesinado tradicionalmente proclive a consentir con la autoridad del sindicato. Así, la emergencia de la Unión Patriótica le dio un impulso definitivo a este proyecto de acción política y, por tanto, de crecimiento sindical.

Conflictividad entre Estado y sindicato

De manera simultánea, la emergencia, consolidación y articulación de estos procesos organizativos a mediados de la década del ochenta desató una fuerte oposición y persecución sistemática en la región. Si bien se resaltó cómo en los comienzos de aquellos procesos de colonización y asentamiento fue casi inexistente la presencia del Estado, y mucho menos de la fuerza pública, durante la década del setenta comenzaron a ser más frecuentes sus patrullajes por el territorio. Lo anterior no significa que la fuerza pública jamás hiciese presencia en la zona. En efecto, durante la década del cincuenta, cuando en la región aún vivían aquellos legendarios guerrilleros liberales como Plinio Murillo, el ejército solía hacer incursiones esporádicas en busca de su paradero. Sin embargo, con el pasar de los años, especialmente a partir de la década del setenta, dichas incursiones se fueron haciendo más frecuentes. Esta presencia incipiente de la fuerza pública, especialmente el ejército, se vio reflejada en las peticiones a los pobladores locales por alimentación y, algunas veces, albergue en las fincas, con el fin de impedir la permanencia de la insurgencia (Carlos Urrea, líder sindical Sintragrim subd El Castillo, abril del 2018). Si bien ello no condujo, en principio, a una relación marcada por la hostilidad y la desconfianza, sí empezó a evidenciar una nueva reconfiguración de las influencias estratégicas en el territorio. Sin embargo, durante la década siguiente la situación comenzó a tornarse diferente y los patrullajes se volvieron cada vez más frecuentes, además de percibirse un mayor nivel de hostilidad. De acuerdo con el testimonio de un antiguo líder de Sintragrim (Didier Rojas, líder sindical Sintragrim subd El Castillo, noviembre del 2017), las incursiones realizadas por el ejército a comienzos de año, especialmente durante el mes de enero, eran motivo de inquietud y zozobra para el campesinado local. Las persecuciones contra la guerrilla de las Farc, a través del frente 31 y quienes habían arribado a la región entre 1982 y 1984, fueron claves a la hora de comprender esta nueva etapa de conflicto por la hegemonía territorial. El silencio de los campesinos por su desconocimiento de los hechos fue asumido por aquel como un acto de complicidad, y por tanto, tomado como un pretexto para criminalizar la presencia de ellos en el territorio. El silencio se convirtió en uno de los argumentos esgrimidos para señalar la presunta connivencia de los pobladores y el sindicato, con la guerrilla. La veracidad o la falsedad del testimonio no eran relevantes en esta relación establecida entre la población y la fuerza pública. Por ello, la confesión obligada, incluso si su contenido no era cierto, fue una estrategia de supervivencia de los habitantes y una manera de conservar la buena relación con la fuerza pública. Dicho de otra manera, el delito se tipificó a partir de la negativa del campesino a confesar haber visto a la guerrilla, más que su presunta connivencia con estos grupos armados irregulares. En estos casos no se trataba tanto de constatar la legitimidad de la información suministrada, sino más bien de arrancar el acto de confesión como un modo de verificar la favorabilidad del campesino en esta “lucha antisubversiva” (Mario Jaramillo, líder sindical Sintragrim subd. El Castillo, marzo del 2018).

Consideraciones finales: La configuración de un desangre

El reajuste del mapa geopolítico regional se expresó, por un lado, en la presencia de la insurgencia en la zona de El Castillo y, por otro, del paramilitarismo, auspiciado por Víctor Carranza (además de otros paramilitares como Mario de Jesús Pirabán, alias “Jorge Pirata”) y algunos políticos locales, tanto en Cubarral y El Dorado como en Puerto López. Aquella hostilidad reconfiguró ciertos imaginarios culturales entre los pobladores de los tres centros poblados. Si anteriormente la hostilidad surgió por cuenta de las filiaciones partidistas, lo que aconteció a partir de mediados de la década del ochenta se suscribió a las luchas contrainsurgentes. En medio de aquella confrontación, los integrantes de la organización sindical y de la Unión Patriótica ubicados en el Alto Ariari comenzaron a ser asesinados. Los grupos paramilitares, en principio asentados en Cubarral y El Dorado, expandieron su accionar violento en dirección a Medellín del Ariari y El Castillo. Este fenómeno obliga a replantear la hipótesis de hasta qué punto las lógicas particulares de la violencia antisindical no estuvieron atravesadas por las lógicas del conflicto armado, tal como ha sostenido la Escuela Nacional Sindical. Si bien la violencia antisindical en el sector urbano posee unas dinámicas particulares que han tratado de ser desentrañadas de manera cuidadosa en diferentes estudios de memoria histórica, lo sucedido en esta zona rural entraña unas complejidades, hasta cierto punto, disímiles. La ausencia histórica del Estado colombiano, la situación de vulnerabilidad de los campesinos sometidos a varios procesos de desplazamiento, la relación inextricable entre el sindicato y el Partido comunista, el conflicto bipartidista y la participación de algunos exguerrilleros liberales y comunistas en la conformación de la organización sindical, la condición de no asalariados de sus integrantes, la relación estrecha de la Unión Patriótica con Sintragrim, entre otros asuntos, son elementos que permiten realizar una nueva interpretación respecto a la tajante separación entre ambas lógicas. Con ello no se desea incurrir en la legitimación apresurada, orientada a asimilar la lucha antisindical con la lucha insurgente. De ninguna manera. Esa interpretación sobre los hechos históricos es bastante simplificadora y no responde a un contexto local, mucho más complejo y rico en acciones de tipo económico, social, político y cultural. De manera que cuando se plantea la necesidad de articular ambas lógicas, se trata de, precisamente, poner en juego un análisis capaz de desentrañar los modos específicos de relacionamiento entre un actor político como la Unión Patriótica, con un actor sindical como Sintragrim.

Consideraciones finales

Finalmente, vale la pena hacer hincapié en las particularidades que entraña una organización como esta. Se pudo constatar que el histórico abandono del Estado se tradujo en configuraciones territoriales y organizativas disímiles. A diferencia de los sindicatos palmeros, cuyos integrantes han sido trabajadores asalariados, ligados con una economía agroindustrial, los integrantes de este sindicato son campesinos, no asalariados y dueños de pequeñas parcelas. Si bien los procesos de colonización en El Castillo han sido el resultado de una intrincada inmigración interna a partir de la segunda mitad del siglo XX, este último aspecto es fundamental para comprender cómo dentro de las reivindicaciones de estos últimos ha tenido mucho mayor peso el tema de la posesión y uso de la tierra, en vez de las reivindicaciones salariales, características en las relaciones entre un empleador y un empleado. Dicho de otra manera, la relación entre el trabajo y la tierra ha sido mucho más marcada en este tipo de estructuras sindicales rurales. A ello se le suma la relación entre su agenda organizativa con otro tipo de apuestas políticas, como fue el caso del Partido comunista y, particularmente, la Unión Patriótica. Se verificó que muchos de sus líderes sindicales comenzaron a hacer parte de este tipo de apuestas políticas durante la segunda mitad de la década del ochenta, lo cual se tradujo en una capacidad de incidencia que trascendió las fronteras estrictamente laborales. De allí la dificultad de identificar, incluso, unas fronteras claras y precisas entre los históricos ámbitos de acción desarrollados por el Partido Comunista y los efectuados por el sindicato agrario.

Tal como se pudo constatar en este artículo, los propios procesos de colonización adelantados en estas zonas del departamento del Meta apelaron a un acumulado previo, rico en movilizaciones y luchas campesinas. Desde un principio, las columnas en marcha tuvieron como característica todo un andamiaje político-pedagógico, irradiado en la construcción del tejido social en el Alto Ariari en las décadas siguientes. De allí que la fundación del sindicato y del Partido comunista hiciese parte de aquel contexto social marcado por la intención de organizar los procesos de colonización y asentamiento. Estas configuraciones socio-históricas son un elemento de análisis, fundamental para comprender las lógicas de la violencia padecida por aquella organización. Con ello no se trata de identificar una relación mecánica y homogénea entre causa y efecto. Las complejidades territoriales invitan a realizar una lectura mucho más compleja y dinámica de los acontecimientos y las relaciones históricas entre los procesos organizativos y las configuraciones territoriales. Si bien Sintragrim se fundó como una estrategia orientada a facilitar una interlocución mucho más legitimada entre la población y el Estado, en un contexto caracterizado por la criminalización del Partido comunista, lo que sucedió a partir de la segunda mitad de la década del ochenta evidenció nuevos rasgos. Así, la creación de la Unión Patriótica consolidó una especie de simbiosis organizativa entre los partidos de izquierda y el sindicato, lo cual propició una creciente participación de la dirigencia sindical en los cargos públicos municipales y departamentales a finales de la década del ochenta. Esta especie de sincretismo político, cuyo antecedente es posible rastrear en la ya referida relación inextricable entre el Partido comunista y Sintragrim, se tradujo en una creciente denuncia y ejercicio de control territorial en torno a las prácticas desarrolladas por un sector de las élites tradicionales de la región. Se constató cómo la lucha por la democratización de la tierra, por la inversión en infraestructura, la instauración de políticas ambientalmente responsables, la defensa de la cultura campesina y en favor de los créditos accesibles para estos últimos, tropezaban con los proyectos orientados a montar un orden favorable a las economías extractivas, agroindustriales y, por lo tanto, proclives a la concentración de la tierra. La presencia de soberanías armadas, alimentadas por las disputas territoriales, se constituyó en una fuente de estigmatización y violencia contra Sintragrim en El Castillo. Para las fuerzas paraestatales, la militancia en el Partido comunista, la UP y la organización sindical campesina fueron un motivo de constante señalamiento, estigmatización y exterminio

Referencia bibliográfica

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*Este artículo hace parte de la Edición impresa de la Revista Cultura & Trabajo #94 que la Escuela Nacional Sindical publicó a finales del año anterior. La revista puede ser descargada y leída en su totalidad aquí

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