El “apartheid” sindical en Leonisa

 Desde hace varios meses en las plantas de producción de Leonisa, empresa fabricante de ropa interior femenina domiciliada en Medellín, todos los viernes los empleados y trabajadores de la parte operativa deben ponerse una camiseta blanca que por delante tiene mensajes de amor a Leonisa, y por detrás un letrero que dice: “¡Apoyamos la empresa! No al sindicato”.

El sindicato aludido es Sintratextil, y el mensaje en su contra es apenas una muestra de la enconada persecución a la que está siendo sometido, no de ahora, sino desde hace más de 20 años, lo que lo ha reducido a su mínima expresión. Sin embargo sigue ahí, sobreviviendo, porque en eso se centra ya su lucha: en no dejarse borrar por una empresa que lo quiere, a toda costa, invisibilizar.

Aparte de las camisetas de los viernes con las consignas antisindicales, el acoso contra Sintratextil, según Gonzalo Gómez, su presidente, también incluye injurias, maltratos verbales, sanciones arbitrarias, instalación de cámaras de vigilancia, y lo que a falta de otro nombre él llama “apartheid sindical”, que consiste en el asilamiento en zonas especiales de los directivos y afiliados al sindicato, con el fin de desmoralizarlos y, sobre todo, impedir que interactúen con los demás trabajadores.

Itinerario de una persecución

 Gonzalo Gómez, quien ha vivido en carne propia toda la andanada antisindical porque labora en Leonisa desde los años 70, recuerda que en aquellos años los trabajadores no sentían la necesidad de organizarse porque la empresa hacía gala de una política paternalista y los problemas laborales trataba de solucionarlos sin la intervención de un sindicato.

Hasta los años 90, cuando, con la apertura económica, esa política cambió. La empresa implementó un modelo de flexibilización y entró a eliminar beneficios conquistados por los trabajadores, para ese entonces ya representados por Sintraleonisa, sindicato de base. En 1992 impuso un Pacto Colectivo que en esencia recogió el contenido de la Convención Colectiva, más otras gabelas, todo con el fin de desestimular la afiliación al sindicato. Además ofreció dinero a los trabajadores para que adhirieran al Pacto y se retiraran del sindicato, que después de esa arremetida quedó solo con 60 afiliados, cuando venía de tener 350.

Entonces el sindicato entabló tutelas para reclamar el derecho a la igualdad, es decir, para que los beneficios del pacto cobijaran también a los sindicalizados. Unas se ganaron, otras se perdieron y algunas llegaron a la Corte Constitucional, que emitió la sentencia SU-342/95, por la cual le ordena a Leonisa pagar a los afiliados al sindicato todo lo que había dejado de pagarles.

Fue ese el momento en que la empresa adopta como política el “Apartheid sindical”. A los 32 trabajadores sindicalizados (no quedaban más) los ubicó en lugares especiales, separados el resto. Gómez recuerda que durante tres años asistieron a sus turnos pero no les daban ninguna tarea, pese a que eran obreros calificados con alto nivel de eficiencia. Después los trasladaron a la que llaman la “mesa de empaque”, también separados del resto de trabajadores, donde tienen mínimas actividades para realizar.

“Sin embargo, en las horas del almuerzo y en los vestideros podíamos tener contacto con los otros y tratábamos de convencerlos para que se unieran al sindicato. Y la gente llegaba, uno o dos trabajadores por semana”, comenta Carlos Villegas, miembro de la junta directiva de Sintratextil.

Pero esos nuevos que ingresaban no alcanzaban a suplir los que se pensionaban o por alguna rezón se retiraban del sindicato, que entró entonces en riesgo de desaparecer porque, por ser de base, requería como mínimo 25 afiliados. Así que como medida de sobrevivencia en 1998 se transformó en subdirectiva de Sintratextil, sindicato de industria.

Se recrudece la persecución

 En el año 2002 Sintratextil, con 40 asociados, presentó pliego de peticiones, que la empresa se negó a negociar, por lo que el conflicto fue a Tribunal de Arbitramento. Tres años después volvió a presentar el pliego, esta vez con énfasis en la estabilidad laboral, pues ya para entonces, en la perspectiva del TLC con Estados Unidos, Leonisa había empezado a salir de trabajadores con contratación directa para luego vincularlos por contratación con terceros, cambio que le representa menores costos de operación a costa de la desmejora de las condiciones salariales y laborales de los trabajadores.

En principio el proceso de tercerización se hizo con Cooperativas de Trabajo Asociado, modelo que a partir de 2009 cambió al de Contrato Sindical promovido por la misma empresa a través del sindicato Sintracontexa. Además aprovechó la crisis económica mundial que se dio aquel año para salir de sus trabajadores directos. Dice Gonzalo Gómez que salió de más de 500.

Con el temor de que la empresa aprovechara esa coyuntura de crisis para despedir a 30 trabajadores sindicalizados que no tenían la protección del fuero sindical, Sintratextil decidió crear otro sindicato alterno: la Asociación de Trabajadores de Leonisa (Asotraleonisa), cuyos socios tenían doble afiliación. Lo hizo con el único fin de proteger con fuero a los trabajadores que estaban en riesgo de ser despedidos.

En ese año 2009, que fue de despidos masivos, muchos trabajadores y trabajadoras se afiliaron a Asotraleonisa buscando protegerse con el fuero circunstancial, y así conseguimos casi 122 socios”, recuerda Carlos Villegas.

La respuesta de la empresa a esta estrategia sindical fue enredar la negociación del pliego que presentó Asotraleonisa, e incluso demandó al Estado y al Ministerio de Trabajo por concederle personería jurídica a este sindicato, demanda que aún está en trámite. Además, alertada por el hecho de que ambas organizaciones cada vez captaban más afiliados y movilizaban más trabajadores, arreció sus ataques. Se recrudeció el “Apartehid” y proliferaron las acusaciones y sanciones para los trabajadores sindicalizados, consistentes en suspensión entre uno y 7 días sin derecho a salario.

Aparecen las camisetas blancas

 El 19 de junio de este año, Sintratextil y Asotraleonisa tenían planeada una manifestación pacífica dentro de las instalaciones de la empresa; acción a la que la empresa se opuso instando a sus empleados y trabajadores no sindicalizados para que rechazaran la manifestación y provocaran a los manifestantes. Ese día no ocurrieron hechos lamentables gracias a la cautela de los sindicatos.

“El señor Víctor Pérez, gerente de gestión humana, dijo que herimos a algunos trabajadores, algo que nunca ocurrió. Pero si hubiese ocurrido, hubiera sido responsabilidad de él mismo”, dice Gómez.

Es en ese momento que surge la estrategia de las camisetas. Todos los viernes los empleados y trabajadores no sindicalizados, incluso los del Contrato Sindical y practicantes del SENA, deben ponerse una camiseta blanca con mensajes positivos sobre Leonisa en la parte delantera, y consignas contra el sindicato en la parte de atrás. Asimismo, les suministra materiales para que escriban en las carteleras mensajes de este tenor: “Si a la guerrilla se le llama terrorista, ¿cómo se le puede llamar a este sindicato?”. “¡Fuera terroristas de nuestra Leonisa!”. “El perro nunca muerde la mano del amo”. “Hombres de mentes cortas”, entre otros.

Aunque las directivas afirman que estas acciones provienen de la voluntad y la iniciativa de los trabajadores que no hacen parte del sindicato, se han presentado casos de despidos de aquellos que los viernes se niegan a ponerse la camiseta blanca. Además instaló más cámaras de vigilancia en la bodega donde trabajan los sindicalizados.

La situación para las organizaciones sindicales se agravó hace un mes tras la aparición de un panfleto en el que se pedía el retiro de los Urrea, dueños de la empresa. Por este panfleto los directivos responsabilizaron a los sindicatos, sin prueba alguna. De tal suerte que 4 directivos, incluido su presidente Gonzalo Gómez, fueron suspendidos durante 7 días. Asimismo, como parte de la sanción, a quienes laboran en la “mesa de empaque” les prohibieron entrar a las instalaciones de la empresa. Tanto así, que les construyeron un vestier y un restaurante aparte.

 “Una de nuestras compañeras estaba muy enferma y ni siquiera nos dejaron entrarla a la enfermería para que fuera atendida”, cuenta Libardo Jiménez, secretario general de Sintratextil.

La aparición de ese panfleto fue muy ventajosa para la empresa y muy desafortunada para nosotros los del sindicato. Nos desbarató en gran medida el trabajo que veníamos realizando”, agrega Villegas.

Por eso los líderes sindicales creen que lo del panfleto puede tratarse de una estrategia de la empresa para generarles mala imagen y deslegitimar su labor. De hecho, desde su aparición las afiliaciones se han reducido ostensiblemente. Sin embargo, los pocos que quedan siguen firmes en su lucha.

En este momento hay en proceso varias demandas en contra de Leonisa, algunas por acoso laboral y sindical, y las otras por injuria y calumnia, pues por el tema del panfleto acusaron y sancionaron trabajadores y directivos sindicales sin ninguna prueba.

Pero pese a todo, Sintratextil y Asotraleonisa, con 153 afiliados, persisten en la defensa de sus derechos laborales, hoy con un nuevo frente de lucha: Sintracontexa, la organización sindical promovida por los directivos de Leonisa y con la que ésta tiene firmado un contrato sindical que aglutina a más de mil trabajadores.

“Ese sindicato ha demostrado que no solo es enemigo de los defensores de los derechos laborales, sino que también busca la división, la enemistad y el enfrentamiento entre los mismos trabajadores”, asegura Gómez.

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