Sintraintabaco: 80 años por la dignidad del trabajo en la industria tabacalera resume la lucha de este importante sindicato.
El 19 de julio de 1938, con la consigna “Una vida digna para todos”, 32 trabajadores de la Compañía Colombiana de Tabaco (Coltabaco), sede Bogotá, crearon Sintracoltabaco, uno de los sindicatos más antiguos y combativos de Colombia; el mismo que después de 80 años de lucha, esfuerzo y escollos, ha logrado, no solo mantenerse en pie, sino también echar raíces profundas, fiel a su historia de derechos conquistados y a la consigna que le vio nacer.
Nacer fue, por cierto, un parto difícil. Para ese momento la llamada “Revolución en marcha” de López Pumarejo, que en un principio apoyó la actividad sindical, se había desteñido. La élite empresarial aliada con el nuevo gobierno liberal reaccionario y antisindical, estaba empeñada en sofocar la “lucha de “clases” y contener el empuje que había tomado la protesta de los trabajadores organizados en sindicatos. Entre 1934 y 1937 se registraron unas 100 huelgas.
Los académicos Ana María Jaramillo y Jorge Bernal, realizaron una completa investigación que da cuenta de la trayectoria del sindicato. Según ellos hasta 1919, año en que un grupo de empresarios antioqueños creó Coltabaco, en Colombia se fumaba básicamente cigarrillo negro, fabricado en talleres artesanales o semindustriales. La picadura y el cigarro fino se importaban, principalmente de La Habana.
Para 1938 el proceso de sustitución de importaciones había avanzado y Coltabaco era una empresa boyante, con sucursales en varias ciudades y jugosos dividendos. Por cada $100 que el trabajador recibía, la empresa obtenía $506 de ganancia. Además, las relaciones laborales las manejaba desde el paternalismo y la moral católica, tratando de evitar que los y las obreras se organizaran en sindicatos. Solo que esa fórmula no fue suficiente para contener el descontento en Coltabaco, donde trabajaban mujeres en su mayoría, quienes fuera del salario mínimo no tenían más beneficios y sí largas jornadas. Entonces empezaron a hablar de formar un sindicato.
Con la asesoría de la CTC, confederación sindical creada dos años antes, y después de tres intentos fallidos, lograron conformar el sindicato. El primer pliego de peticiones, que solo pudieron presentar 8 meses después, se chocó con la intransigencia de la empresa, que no quiso negociar ninguno de sus 9 puntos. Entonces estalló la huelga en 1937?, la primera en la historia del sindicato, no exenta de tensiones porque se desarrolló en presencia de los militares que ocuparon la fábrica, pero que al final derivó en el primer triunfo del sindicato. La empresa negoció y acogió todos los puntos del pliego.
En los primeros 6 años el sindicato solo operó en la seccional de Bogotá. A partir de allí se expandió por el país. En 1944 creó la regional de Cali, un año después Barranquilla, en 1947 Cartagena, y la de Pasto 1949, año en que realizó la primera convención nacional de delegados y negoció su primera convención colectiva.
En los cincuenta declina la lucha
Para suplir la necesidad de información a las regionales, en 1952 empezó la publicación del periódico “Uníos”, que durará 40 años. También ese año el sindicato se desafilió de la CTC, por causa de la “politiquería” que se había tomado esta confederación, argumentaron los directivos de Sintracoltabaco.
Para esta década Coltabaco operaba con 2.274 trabajadores y trabajadoras, 1.819 de ellos convencionados. Pero en general esta década se recuerda como de decaimiento de la lucha. Lo que se puso en evidencia en las negociaciones de la convención colectiva del 53 y el 55, cuando el sindicato no exigió aumento salarial, pese a que ya el costo de vida venía en alza. Permitió que se impusiera el estilo prepotente y autoritario de la empresa, que obligaba a que los obreros hicieran sus demandas salariales en forma individual y respetuosa.
Lo que contrastaba con el buen momento que atravesaba la empresa, que en esta década se ensanchó y modernizó sus equipos. Un dato lo dice todo: el trabajador se pagaba su salario con 36 minutos de labor, las restantes 7 horas y 24 minutos significaban ganancias para la empresa. Tanto así, que el gobierno dictatorial de Rojas Pinilla amenazó con nacionalizar la empresa si no distribuía mejor las ganancias entre sus trabajadores.
Para el sindicato esta década termina con la apertura de otras tres regionales: Bucaramanga en 1958, y Espinal y Medellín en 1959. No las pudo abrir antes porque en estas ciudades era más fuerte el control ideológico-clerical-empresarial de los trabajadores, y por tanto más difícil que éstos se organizaran en sindicato.
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La huelga que dejó al país sin cigarrillos
En los años sesenta, a la par con la instauración del Frente Nacional, nacieron partidos alternativos como el MRL y la ANAPO, nuevos movimientos de izquierda y la insurgencia, y en general florecieron los movimientos sociales, estudiantiles, campesinos y obreros.
En el campo sindical, las centrales patronales UTC y CTC progresivamente perdieron su influencia en favor del crecimiento de bloques y federaciones independientes, que entran a jugar un papel destacado en la orientación de los más importantes conflictos huelguísticos. Además incorporan nuevas formas de lucha (huelgas de hambre, tomas de fábricas) y ganan apoyo de la población y la solidaridad de otros movimientos sociales.
Un suceso clave en todo ese proceso fue la fundación de la CSTC, nueva central obrera, en 1964, año que coincide con el traslado de la directiva nacional de Sintracoltabaco a Medellín, principal sede de operaciones de la compañía.
Hasta ese momento las peticiones del sindicato entraban dentro de los parámetros del mutuo respeto y colaboración, con el criterio de no rebasar las posibilidades reales de la empresa. Pero eso cambia a mediados de la década, cuando ésta profundiza su política de recorte de prestaciones y presenta un contrapliego, con el objetivo de eliminar la prima de costo de vida y establecer una curva salarial que reversaba lo logrado por el sindicato en 1961.
Como esta vez la empresa no logró convencer al sindicato para que depusiera sus peticiones, en agosto de 1967 sus afiliados votaron por unanimidad la huelga en las 9 factorías del país, acompañada por movilizaciones y la fuerte presencia de los trabajadores en las carpas.
Con el gobierno y los medios de comunicación a su favor, la empresa procuró desprestigiar al sindicato, pero aun así la huelga se extendió hasta octubre. De tal suerte que durante dos meses los fumadores del país debieron padecer una dolorosa abstinencia, porque Coltabaco tenía el monopolio del mercado y la huelga le sorprendió sin reservas de inventario. Su capacidad de producción era de apenas mil cigarrillos por minuto. Llegó el momento en que en las tiendas se agotaron los cigarrillos, y los que entraban de contrabando eran escasos y carísimos. Entonces no fue raro ver la escena de fumadores desesperados tirándoles piedra a los huelguistas, o gente buscando colillas en el suelo para fumarlas.
Llegan los “peludos”
A comienzos de los 70s se acentúa la presión de las compañías tabacaleras extranjeras para ingresar legalmente al mercado del país. El gobierno apoyó la industria nacional, y en esa coyuntura Coltabaco firmó con la Philip Morris un contrato para producir la marca Marlboro en el país, con la intención de frenar el contrabando que estaba afectando la compañía.
Coyuntura que también creó la necesidad de vincular más obreros, por lo que Coltabaco decidió enganchar jóvenes bachilleres, de quienes, por su formación y nivel cultural, esperaba un mejor desempeño y aumentar la producción.
Pero las cosas no le salieron como las esperaba. Los obreros veteranos, inconformes con la dirección del sindicato, a la que consideraban burocratizada y alejada de las bases, pusieron en los bachilleres la esperanza de renovación. Fue así como en poco tiempo estos jóvenes impetuosos, a los que llamaron “Los peludos”, porque muchos llevaban el cabello largo, a la moda, asumieron la dirección del sindicato, con una visión clasista y antipatronal.
Bajo la dirección de los jóvenes “peludos” se impulsa una amplia campaña de afiliación al sindicato y se incrementa la labor educativa sindical, que ya no se restringe a los dirigentes sino que también se proyecta a las bases. Para ello se hacen frecuentes foros y cursillos de formación, y se promociona la participación en mítines, movilizaciones o jornadas de protesta, que van a tener una notable expresión en el paro cívico de 1977.
También hay un esfuerzo para vincular las familias de los afiliados con el sindicato, y en esa perspectiva una buena parte de los excedentes se destina a actividades para los hijos y cónyuges de las y los trabajadores, como la fiesta que desde entonces no ha dejado de celebrarse cada año con las familias. También abrió servicios médicos y odontológicos subsidiados, y líneas de crédito para vacaciones. Incluso compró una sede vacacional en la Costa Atlántica.
Otro hecho importante fue la incorporación al sindicato de los trabajadores que en Santander hacían la labor de recolección de cosechas (estacionales), quienes no eran reconocidos por la empresa como trabajadores propios. En la negociación colectiva de 1977 y 1979 se logró que la empresa los reconociera y les concediera algunos beneficios convencionales.
De tal suerte que para finales de esta década, el cambio generacional en la dirección del sindicato se había consolidado. El 80% de sus directivos no pasaba de los 30 años de edad.
Los trágicos años ochenta para Sintraintabaco
En los inicios de la década de los ochentas entra en crisis el sector industrial del país, afectado por problemas de productividad y capacidad para competir en los mercados internacionales. Muchas empresas caen en concordatos y quiebras, al tiempo que se agudizan los conflictos laborales, y se acentúa la represión de la protesta social.
En 1981, en plena vigencia del autoritario Estatuto de Seguridad, impuesto por el gobierno de Turbay Ayala, Sintraintabaco participó en el 2º paro cívico nacional. Y meses después, en enero de 1982, va a encajar uno de los mayores golpes de su historia: es torturado y asesinado Luis Javier Cifuentes, destacado directivo en aquellos años, y uno de los mejores exponentes de la generación de obreros bachilleres que ingresó a Coltabaco a comienzos de los setentas.
Ese mismo año estalla la tercera huelga en Coltabaco, motivada por la negativa de la empresa a aceptar las demandas del sindicato, entre ellas el reintegro de 8 trabajadores despedidos. Pero a diferencia de la huelga del 67, en esta no hubo desabastecimiento del mercado porque la empresa se previno con inventarios. Además en el país ya operaban otras dos tabacaleras: Protabaco y la Nacional de Cigarrillos.
Lo que sí hubo fue un grave incidente en inmediaciones de la fábrica de Medellín, donde un grupo armado asesinó a dos policías que vigilaban en la parte externa, suceso que la empresa quiso achacarle al sindicato y lo presentó como causal para que este levantara la huelga. Incluso varios directivos fueron detenidos por la justicia militar que actuaba bajo la jurisdicción del Estatuto de Seguridad. A los pocos días fueron liberados porque no se les comprobó nada.
La huelga terminó con la imposición de un tribunal de arbitramento por parte del Ministerio del Trabajo. Además la empresa aprovechó la coyuntura para tercerizar el servicio de alimentación, despedir 150 trabajadores en Medellín, y licenciar otros 250 a nivel nacional, argumentando dificultades por causa del incremento del contrabando y los altos impuestos. La movilización del sindicato logró que los licenciados fueran reincorporados y que se restituyera la prima de marzo, que la empresa también había eliminado.
El nuevo gobierno de Belisario Betancur no facilitó las cosas en cuanto a garantías para la protesta social. Da continuidad a las medidas represivas de los gobiernos de Pastrana, López y Turbay. Mantiene el estado de sitio y la restricción de las libertades de expresión y movilización.
Para mediados de la década de los 80 la situación de Coltabaco había mejorado. Su productividad crecía más rápido que la remuneración de los trabajadores. También había concentrado toda su operación en Medellín, para así dedicarse casi que exclusivamente a producir cigarrillo rubio con filtro, ya que el cigarrillo negro, que producía en las otras sucursales, estaba desapareciendo del mercado. Ese proceso había comenzado en 1968 con el cierre de la fábrica de Pasto, a la que siguieron las de Cartagena, Barranquilla, Bogotá, El Espinal, Bucaramanga y Cali, en ese orden.
A esta política de cierres el sindicato opuso fuerte resistencia, hasta lograr que los obreros despedidos tuvieran el reconocimiento de jubilaciones, traslados y mejoras en las indemnizaciones. Y también decidió cambiar su estrategia para enfrentar la nueva realidad de la empresa. La 48ª Convención Nacional de Delegados de 1985 definió un plan para dejar de ser organización de base y convertirse en un sindicato de trabajadores de toda la industria del tabaco, tomando como base el sindicato de industria fundado en la seccional de Capitanejo en 1975. Paso que dio mediante la fusión con el sindicato de industria en 1996, cambiando entonces su razón social, pasó a llamarse Sintraintabaco.
Estos fueron también los años en que la guerra sucia se intensifica a niveles alarmantes. Crece el número de asesinatos y desapariciones de líderes cívicos y sindicales, de defensores de derechos humanos y en especial de militantes de la Unión Patriótica y otros grupos políticos de oposición. Un ambiente bastante difícil para la actividad sindical.
En tal contexto, Sintraintabaco asumió con firmeza el compromiso de contribuir a la creación de una confederación “clasista, democrática, unitaria y pluralista» que agrupara a la mayoría de sindicatos del país. Con ese propósito acompañó las actividades promovidas por la CSTC y el sindicalismo independiente, que en noviembre de 1986 constituyeron la Central Unitaria de Trabajadores (CUT), con el objetivo de superar la crisis del movimiento sindical.
Desafortunadamente la apertura económica, las contrarreformas laborales pensionales y tributarias del gobierno de César Gaviria, y la violenta arremetida del Estado y las fuerzas paraestatales, frustraron ese objetivo. Se inició una cacería de brujas contra la CUT, que pasó por el asesinato de cientos de sus dirigentes y el encarcelamiento y destierro de otros, lo que terminó por profundizar la crisis del movimiento sindical.
El siguiente video realizado por el sindicato muestra parte de sus historia en estos 80 años
Los estragos de la política neoliberal
Con las contrarreformas laborales y la apertura económica impulsadas en el año 1990 en el gobierno de Cesar Gaviria, con su célebre, paro desastrosa frase “Bienvenidos al futuro” se inicia la arremetida del Gobierno y los patronos, y la entrega a las multinacionales de los derechos de los trabajadores y los recursos naturales.
Las negociaciones colectivas comienzan a sufrir los reveses de la nueva política neoliberal. Se imponen los pactos colectivos, los tribunales de arbitramento y la pérdida de las conquistas logradas en arduas jornadas de lucha. Frente a lo cual el movimiento sindical no mostró suficiente capacidad de reacción.
En Coltabaco el embate neoliberal tuvo su primera expresión en 1993, con el licenciamiento de 268 trabajadores y su posterior solicitud de despido colectivo. Esto porque la apertura económica trajo consigo la inundación del mercado por productos extranjeros, en especial de la marca Belmont, un cigarrillo económico y de buena calidad contra el cual Coltabaco no podía competir. Así que para abaratar costos procedió a despedir trabajadores.
En respuesta, un grupo de sindicalizados realizó una visita permanente de una semana a las instalaciones del Ministerio de Trabajo en Medellín, donde cursaba el trámite del despido colectivo. Con esa acción lograron rebajar a 117 el número de despedidos.
Pero pese a esas dificultades, en esta década logra hacerse con una de las casas tradicionales del céntrico barrio Boston de Medellín, que desde entonces es su centro de operaciones. Dotada además de un amplio auditorio, no solo para servicio propio sino del movimiento sindical y popular de la ciudad.
La apertura económica hizo que el llamado Sindicato Antioqueño, grupo empresarial propietario de Coltabaco, empezara a pensar en concentrarse en sectores estratégicos, como la banca y los seguros, el cemento y la industria alimenticia. Así que en 2005 vende Coltabaco a la Philip Morris, ya que la producción de cigarrillos salió de sus prioridades.
Pero en el interregno ocurrió otro hecho trágico que cabe reseñar en esta crónica: Ciro Arias Blanco, presidente de la seccional Capitanejo y miembro de la Junta Directiva Nacional de Sintraintabaco, fue sacado de su casa y cruelmente torturado y asesinado por paramilitares el 24 de marzo de 2001. Con su muerte la seccional que dirigía se acabó en términos operativos.
En manos de las multinacionales, las empresas tabacaleras instauran una política de rebaja de costos operativos, con el consiguiente arrasamiento de los puestos de trabajo mediante cierres de las plantas menos productivas; de arreglos con los trabajadores más antiguos, o su despido; de polifuncionalidad y tercerización, entre otras medidas.
Coltabaco en sus mejores tiempos (década de los setenta) llegó a tener 3.200 trabajadores en sus plantas; para 1994 ya son 1.900; en 2007, tras la reestructuración y los planes de retiro “voluntario” impuestos por la Philip Morris, quedaron 1.300, y hoy quedan apenas 950, el 60% sindicalizado. Quienes no aceptaron o no clasificaron para el plan optativo, fueron despedidos, razón por la cual hoy en la justicia laboral ordinaria cursan unas 300 demandas, ya que con esos despidos la empresa violó la convención colectiva.
Según Juan Carlos Ospina, caracterizado directivo de Sintraintabaco desde hace 38 años, ha sido con la unidad, la movilización y la solidaridad como el sindicato ha logrado resistir los embates de la Philip Morris. Pese a los golpes recibidos de parte de esta multinacional, no solo se ha defendido su convención colectiva, sino que en cada negociación la ha mejorado, al punto de ser una de las mejores convenciones del país.
Hoy Sintraintabaco se mantiene firme como una organización clasista y combativa, referente para el movimiento sindical colombiano. Y ha logrado mantener viva la consigna que hace 80 años la vio nacer: “Una vida digna para todos”.
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Juan Carlos Dominguez Dominguez:
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