Declaración de la Campaña Colombiana por Trabajo Decente

Trabajo Decente: El camino para superar la desigualdad  y alcanzar mayores libertades

El 29 de septiembre los trabajadores (as) y los sindicatos de Europa se han movilizado masivamente, para proponer una salida a la crisis económica global, que no profundice las desigualdades y agrave la precariedad laboral y el desempleo, especialmente juvenil, que afecta al mundo.

Hoy 7 de octubre de 2010, la sociedad civil global y el sindicalismo mundial quieren volver a insistir en la urgencia de cambiar los paradigmas económicos, que siguen privilegiando la especulación, el crecimiento económico sin igualdad, la destrucción de empleos productivos y el poder de las agencias privadas de calificación de riesgos. Es urgente dejar atrás esos paradigmas para retornar a la defensa del trabajo decente, como asunto central de la vida social, como el principal medio para disminuir las enormes desigualdades entre los ciudadanos y ciudadanas del mundo. El trabajo decente como metaderecho, protegido por un conjunto de derechos complementarios es la alternativa a esta realidad pesimista que vivimos hoy.

Los resultados de la de la reciente Asamblea Extraordinaria de Nacionales Unidas, que evaluó los avances en el cumplimiento de los Objetivos de Desarrollo del Milenio (ODM) son lamentables y su conclusión fue la imposibilidad de cumplir una agenda mínima que reduzca la pobreza extrema en el mundo.

Ni los estados ricos, ni los pobres, ni el sector privado trasnacional han hecho esfuerzos significativos que permitan cumplir los ODM y mucho menos han logrado constituir una coordinación global necesaria para alcanzarlos. Fracasando en consecuencia.

El panorama colombiano en materia de trabajo decente es igualmente dramático. Asistimos a la destrucción masiva y veloz de lo poco de empleo formal que quedaba y a la erosión de las organizaciones sindicales, sitiadas por un poderoso discurso antisindical, la violencia, un marco regulatorio que impide su accionar y la debilidad en la protección del Estado.

El desempleo juvenil y el desempleo de las mujeres son supremamente elevados, hasta de un 50% entre los jóvenes de los barrios más pobres de las grandes ciudades. A todo esto hay que sumarle pruebas evidentes de la profundización de la desigualdad en el país, la caída del componente salarial en el Producto Interno Bruto, el aumento de la pobreza extrema, el crecimiento del desempleo de los y las jefes de hogar, del número de personas buscando ocuparse, el alto número de personas que reciben menos del salario mínimo por su trabajo, las jornadas extenuantes de la mayoría de los trabajadores.

A esto hay que sumarle la crisis del sindicalismo, su disminución cuantitativa, la desaparición en la práctica de la negociación colectiva, la persecución y la violencia que persisten, las dificultades en su renovación y en los procesos de autoreforma. En fin como hace muchos años no se veía un panorama tan dramático para los trabajadores y trabajadoras.

Lo anterior nos sigue poniendo una meta y un camino. Son urgentes políticas e instituciones que permitan la generación de trabajo decente, de empleo formal. Si realmente Colombia desea generar no solo prosperidad, no solo disminuir la pobreza, sino sobre todo construir una sociedad menos desigual, debe dar un giro a su modelo de desarrollo y a sus políticas macroeconómicas.

Debe igualmente generar condiciones que permitan el establecimiento de un pacto por el empleo nacional y en sectores específicos por trabajo decente, debe dejar de considerar el trabajo como un asunto del balance social de las empresas y a los trabajadores como beneficiarios de políticas sociales y no como ciudadanos con los que se concierta.

La carencia de trabajo decente y sus efectos sobre la mayoría de la población han vuelto a traer al primer lugar de las preocupaciones ciudadanas el tema del empleo y sobre todo de su calidad. Hoy el propio gobierno ha presentado públicamente una agenda laboral que incluye temas como formalización de empleo, normas sobre el primer empleo y creación del Ministerio del Trabajo, agenda sobre la que es necesario deliberar.

Las grandes ciudades colombianas deberían dar un giro sustancial a su visión sobre el papel que pueden cumplir en la generación de trabajo decente. Las ciudades, con sus recursos y su institucionalidad, pueden promover la generación de más trabajo decente para los millones de ciudadanos y ciudadanas que padecen la trampa de la pobreza, que sobreviven por los subsidios del Estado, pero no cuentan con oportunidades para que en un futuro cercano, se valgan por sí mismos, y puedan tener la verdadera condición de ciudadanos y ciudadanas.

Es necesario que los grandes y pequeños empresarios revisen su función social, la humanidad avanza en la exigencia de una mayor responsabilidad social, en la necesidad de no solo de ser competitivos sino de alcanzar la productividad pensando en la formación de capital social y en la supervivencia a largo plazo.

En estos dos años, la Campaña Colombiana por Trabajo Decente ha promovido la urgencia de repensar el trabajo, de mirarlo no solo como problema de mercado, sino del Estado y de la sociedad. Como un problema de ciudadanía, derechos y capacidades. Nuestra convicción es la de que el trabajo decente es una de las mejores herramientas para liberar a los ciudadanos del temor, de la pobreza y de la dependencia perenne del Estado.

7 de octubre del 2010

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