Los trabajadores enfermos de Colmotores cumplen hoy ¡914 días! de abandono y desesperación

 

En un tugurio apostado frente a la embajada de EE.UU en Bogotá

—Anuncian otra huelga de hambre con labios cosidos para el 10 de febrero—

 

 ¡Increíble!: lo que el 2 de agosto de 2011 empezó como un simple episodio de protesta por parte de un grupo de trabajadores despedidos enfermos e inválidos por la multinacional General Motors Colmotores, quienes ese día —para visibilizar su situación— se instalaron en un tugurio de plásticos y tablas construido frente a la Embajada de Estados Unidos en Bogotá, con el paso de los meses y los años se convirtió en el modus vivendi de estos trabajadores, pues tal tugurio terminó siendo su casa.

En efecto, estos trabajadores (8 en total) completaron hoy ¡914 días! de estar viviendo allí, de día y de noche; o mejor: sobreviviendo, abandonados a su suerte, porque ni la empresa, ni la embajada gringa, ni el Ministerio de Trabajo colombiano, ni la Aseguradora de Riesgos Laborales, ni nadie, les soluciona su angustiosa situación.

Es como si no existieran, a pesar de que han hecho de todo para hacerse ver y oír: han denunciado su caso ante las autoridades del trabajo y los organismos de control y de derechos humanos, han adelantado una huelga de hambre con los labios cosidos, se han crucificado, y hasta han ido a exponer su situación a la casa matriz de la General Motors en Estados Unidos: y nada.

Están como cuando empezaron, sólo que tres años más viejos, más pobres y más enfermos. Pero todavía firmes en su empeño de que se les haga justicia, y, según dicen, dispuestos a ir hasta las últimas consecuencias, si es del caso; o sea, a dejarse morir ahí, en frente de la flamante embajada norteamericana. Por lo pronto, ya anunciaron que iniciarán otra huelga de hambre con labios cosidos el próximo 10 de febrero.

Estos 8 desesperados y abandonados héroes anónimos, responden a los nombres de Manuel Ospina, Carlos Trujillo, Rafael Ángel Jiménez, Ferney Rodríguez, Pedro Pablo Rincón, Juan Carlos Gaviria, Wilson Fabio Blandón y Jorge Alberto Parra Andrade, quienes con su resistencia en el tugurio no sólo están poniendo en evidencia su drama personal, sino también desnudando las falencias del sistema de salud profesional y riesgos laborales que hoy rige en Colombia; un sistema que los desprecia y no les resuelve nada, y que ellos no dudan en calificar como ineficaz, injusto, despiadado y corrupto.

Calificaciones médicas amañadas

Jorge Alberto Parra Andrade es el líder del grupo y presidente de Astrecol (Asociación de Trabajadores y Ex-trabajadores Enfermos de la GMC), una organización que el 19 de mayo de 2011 él conformó junto con otros 68 compañeros, la mayoría de ellos despedidos enfermos y lisiados por la multinacional.

Es un hombre que apenas tiene 36 años, pero tiene que movilizarse en muletas, ya no puede hacer trabajos que impliquen fuerza. Se lo impiden varias hernias discales y una afección del túnel carpiano en ambas manos, resultado de los cuatro años que trabajó como obrero en la planta de montaje de la GMC, manejando maquinaria pesada y ejecutando movimientos de manera repetida. Pero la ARL, que en su momento calificó su enfermedad, certificó que su mal apenas es incapacitante en un 16%, y lo que es peor: que su origen no es laboral, que es una enfermedad común, o sea adquirida por fuera de la empresa.

Más o menos ese mismo diagnóstico tuvieron los demás trabajadores afectados por problemas osteomusculares similares: síndrome del túnel carpiano y del manguito rotador, discopatías lumbares (hernias), tendinitis de codos y hombros, pulsitis, epicondilitis, afección de rodillas, lesiones de columna, entre otros. Pero sólo a uno le calificaron su mal como de origen laboral. ¿Por qué al resto no? Es la pregunta que hasta ahora nadie les ha sabido responder.

Según Astrocol, en la aparición de tales enfermedades tuvo mucho que ver el obsoleto proceso industrial que hasta hace poco imperó en la planta de la GMC, y que en Estados Unidos hace unos 30 años desapareció; un proceso en el que primaba la labor manual, con posiciones de fuerza prolongada y movimientos repetitivos de columna y hombros. Las mejoras ergonómicas solo las empezó a implementar en 2007, anota Astrocol, que calcula que por tal razón no menos 200 trabajadores están afectados en alguna medida. “Los más jodidos somos nosotros, los que fundamos Astrecol”, agrega Parra.

Pero en vez de responder por estos trabajadores, lo que hizo la empresa fue desconocer la Asociación, poner oídos sordos a sus reclamos, y empezar a salir de ellos, inventándoles procesos internos y cualquier otra razón para despedirlos; razones que en todos los casos enmascararon la razón real: estar enfermos, incompetentes ya para la producción. Despidos que, además —asegura Parra—, tuvieron otro ingrediente ilícito: los expedientes médicos fueron manipulados mediante componendas entre funcionarios del Ministerio del Trabajo, la ARL y la General Motors, con el fin de mostrar que no fueron enfermedades de origen laboral.

Tanto así que un funcionario del Ministerio del Trabajo, Seccional Cundinamarca, fue sancionado con suspensión de 12 meses en el cargo porque se le comprobó falsificación en documento y constreñimiento para que los trabajadores firmaran actas amañadas. Por su parte, la Procuraduría adelantó una investigación y la Fiscalía también; aunque esta última no ha avanzado un ápice porque en los tres años que lleva el proceso ha cambiado 5 veces de fiscal. Asimismo, lograron que el Ministerio sancionara a la empresa con multa de $18 millones por despido irregular del trabajador Manuel Ospina; y que la ARL Colpatria fuera sancionada con $28 millones por no llevar el debido proceso en este mismo caso.

Qué piden para levantar la protesta

Su petitorio se resume en tres puntos: calificación de sus enfermedades como de origen profesional; reintegro a sus puestos de trabajo, reubicados en oficios que, dadas sus limitaciones físicas, puedan realizar; y el pago de los salarios dejados de percibir desde el momento del despido.

Pero la empresa no ha querido saber nada de este petitorio. Lo único que les ha ofrecido es un auxilio de $10 millones para cada uno, con el fin de que monten un negocio propio, previo proceso de capacitación en la Fundación Minuto de Dios. “Lo que quiere es volvernos microempresarios, que montemos un negocio de perros calientes o de alguna otra venta callejera, porque qué más se puede montar con esa plata. A nosotros, más que rabia, esa oferta nos dio fue risa”, puntualiza Parra.

Ante la desobligante respuesta de la empresa, 4 de los trabajadores —Parra entre ellos— protagonizaron el momento más dramático de su protesta: para llamar la atención de los medios, y de paso conmemorar el primer año de estadía en el tugurio, el 2 de agosto de 2012 se declararon en huelga de hambre con los labios cosidos, la cual terminaron tres semanas después.

Esa acción desesperada por lo menos sirvió para que las autoridades de Estados Unidos tomaran cartas en el asunto, pues al fin de cuentas para ese momento la General Motors estaba intervenida por el Gobierno Obama, luego de que ésta se declarara en quiebra por efecto de la crisis económica global del año 2008. Fue así como, en un hecho inédito en Colombia, una delegación del Servicio Federal de Mediación y Conciliación de Estados Unidos se desplazó  hasta Bogotá para conocer el caso y tratar de encontrar una solución, que finalmente de nada sirvió porque la GMC no quiso moverse de su punto.

O sí sirvió: posibilitó que Parra, como líder y vocero de Asotrecol, recibiera una invitación del sindicalismo de Estados Unidos para viajar a denunciar el caso en Detroit, casa matriz de la General Motors. Además en este país estuvo varios meses haciendo lo que los gringos llaman un speaking tour, o sea visitas a sindicatos, oficinas del gobierno, universidades y hasta iglesias. Logró que en estas instancias se interesaran en su caso y les dieran ayuda económica. “Esa solidaridad internacional es la que prácticamente nos ha permitido seguir con nuestra lucha. Con eso estamos medio comiendo y manteniendo a nuestras familias”, dice Parra.

Segundo aniversario

En agosto de 2012 se cumplió el segundo aniversario de su estadía en el tugurio, y tanto la GMC como la ARL seguían —como siguen todavía— ciegas, sordas y mudas ante sus demandas. Entonces recurrieron a otra acción extrema para llamar la atención: uno de ellos se colgó de una cruz de tres metros de altura que hicieron con dos maderos.

Pero eso no gustó ni poquito en la embajada norteamericana, que de inmediato movió los hilos para impedir semejante espectáculo frente a sus narices, por lo que éste apenas duró algunas horas. Se cerró la calle donde está el tugurio y llegó el ESMAD de la policía, con la orden de bajar al crucificado a las buenas o a las malas. “Además nos declararon personas no gratas, dizque porque estábamos destruyendo la imagen de la embajada, cuando es la vida de nosotros la que han destruido”, enfatiza Parra.

Y así estos trabajadores enfermos han llegado al momento actual: al día 914 de estadía en el tugurio, agobiados por la desesperación y ahorcados por las deudas. Imposibilitados para pagarlas a varios de ellos los bancos ya les remataron sus casas, para no hablar de los líos familiares que arrastran. A varios se les acabó el matrimonio.

Pero mantienen la esperanza de que su lucha encuentre una luz al final del túnel, porque la verdad es que ya no tienen nada que perder. “Si no nos dan una solución, no nos queda más de otra que volver a la huelga de hambre, a los labios cosidos y a la crucifixión. Parece que frente a las injusticias de las multinacionales los trabajadores colombianos no tenemos otra opción”, concluye Parra, quien con voz descascarada pide la ayuda del movimiento sindical, y la de cualquier samaritano que se las quiera dar.

Más información sobre este tema en la página de Asotrecol: www.asotrecol.org

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