Las formas de tercerización laboral en la palma de aceite: una mutación constante (Crónica)

Trabajadores de la palma, y su lucha contra la tercerización laboral

 

Por Cristo Vergel. Dirigente de Sintrainagro Seccional Minas (Cesar)

En 1961 se sembraron las primeras plántulas de palma africana en el sur del Cesar, en las poblaciones de San Alberto y Minas, donde se instalaron las empresas Indupalma y Palmas Oleaginosas Hipinto (Hipilandia).

El inicio de estos cultivos sugería un cambio sustancial en la economía local, despertaron la esperanza de que traerían progreso para la región y sus habitantes. Pero no fue así. El modelo de relacionamiento laboral que se implementó: la intermediación por contratistas, terminó beneficiando sólo a los contratistas y prácticamente esclavizando a la mayoría de trabajadores.

La figura de contratistas desconocía cualquier vínculo laboral con las empresas, y por ende cualquier tipo de responsabilidad contractual. Funcionaba de la siguiente manera: las empresas identificaban los trabajadores que tenían algún liderazgo y les encargaban la tarea de conseguir otros trabajadores. Así fue como esos líderes se convirtieron en contratistas, y a través de ellos la empresa impartía todas las órdenes e instrucciones de trabajo.

Los contratistas obtenían ganancias a costa de los demás trabajadores, a quienes pagaban muy poco. Su salario escasamente les alcanzaba para mal comer y mal vivir, y en ocasiones les incumplían los pagos. Tampoco tenían dotación de elementos de trabajo ni elementos de protección persona, carecían de seguridad social y servicio de casino, y trabajaban de sol a sol. Incluso había trabajadores que laboraban descalzos y sin camisa.

La situación era dura, dura de verdad. Y para las mujeres trabajadoras era peor, pues les pagaban la mitad de lo que ganaban los hombres. De esa explotación tampoco se escapaban los niños, quienes trabajaban en las plantaciones desde la edad de 10 años. Yo mismo trabajé en ellas desde los 12 años. Ese trabajo me robó la infancia.

Las huelgas cambian el panorama

Fue entonces cuando el espíritu humano se llenó de fuerza y coraje y sacó a flote la dignidad de los trabajadores. En 1977, luego de varios intentos fallidos, los 1.500 trabajadores de Indupalma se organizaron en sindicato: Asintraindupalma, e impulsaron una huelga que duró 32 días.

En medio de la huelga el grupo insurgente M-19 secuestró al gerente de Indupalma. Como condición para su liberación pidió que se solucionara el conflicto laboral, condición que se cumplió y el pliego de peticiones fue negociado.

Algunas de las conquistas que los trabajadores lograron con su movimiento de protesta, fueron: reconocimiento de su sindicato, que el abominable sistema de contratistas se cambiara por contratos directos y a término indefinido para todos los trabajadores, y la firma de una de las mejores convenciones colectivas de la historia, con el reconocimiento de la totalidad de los derechos laborales y un gran número de beneficios extralegales.

Si bien el M-19 realizó el secuestro del gerente como una acción política autónoma, sin la injerencia de los trabajadores, la empresa no lo vio así y entabló las acciones jurídicas para vincular a los trabajadores con el secuestro, lo que generó grandes líos jurídicos para el sindicato. Afortunadamente las autoridades lograron establecer que el sindicato no tuvo nada que ver con el secuestro.

Entre tanto en Hipilandia, empresa a la que yo entré a laborar, nada ocurrió. A nosotros todavía no nos llegaban las mejoras laborales. Tuvimos que esperar hasta el año 1985 para replicar la victoria lograda ocho años atrás en Indupalma, y así desterrar el fenómeno de los contratistas.

No fue un triunfo fácil. Fue necesaria una huelga de 62 días y diferentes acciones políticas, como marchas, caminatas, protestas públicas y la más importante: la toma pacífica del consulado de España en Bucaramanga, de donde fuimos desalojados violentamente por la policía y trasladados a la cárcel Modelo. Fuimos liberados gracias a que el cónsul no presentó cargos contra nosotros.

El escándalo que generó la toma del consulado visibilizó el conflicto y presionó a la empresa para que se sentara a negociar.

El paramilitarismo y el regreso de la tercerización

Pero el triunfo de los trabajadores de la palma no durará mucho. A inicios de los años noventa el sindicalismo fue duramente golpeado por el creciente fenómeno del paramilitarismo, que perseguía cualquier viso revolucionario en las comunidades. Y en ese nuevo escenario el sindicalismo fue un blanco ideal, pues siempre fue asociado con las guerrillas.

A partir de entonces sufrimos una de las más duras campañas de exterminio, que limitó al máximo la acción sindical. La disminución de la capacidad de lucha de los sindicatos y los trabajadores fue aprovechada por las empresas para avanzar en su propósito de erradicar el sindicalismo en la región. Las convenciones colectivas solo giraban en torno a un escaso aumento salarial.

En 1966 Indupalma dio un vuelco al sistema de contratación y cambió todos los contratos del personal que laboraba en el campo, e impuso la contratación por cooperativas de trabajo asociado. Dio por terminados unos dos mil empleos directos, para convertirlos supuestamente en empresarios o asociados de las cooperativas.

El mismo modelo fue implementado en Hipilandia, que para la fecha ya había cambiado su razón social por Palmas del Cesar. Aprovechando el debilitamiento del sindicato y la presión de los paramilitares, en 1997 esta empresa implementó un plan de retiro voluntario a fin de salir de un buen número de trabajadores, que reemplazó mediante la figura de las Empresas Asociativas de Trabajo (EAT), con el argumento de que contratarlos directamente le salía muy costoso.

A diferencia de lo ocurrido en Indupalma, en Palmas del Cesar la tercerización se hizo de manera escalonada. La inició con 5 EAT, cada una con 10 trabajadores para labores de mantenimiento de los cultivos.

Ante el rechazo de Sintrainagro a esa modalidad de contratación, la empresa respondió poniendo a los trabajadores de las EAT en contra del sindicato, con el argumento que éste, supuestamente, violaba su derecho al trabajo. Además, les pagó mejor salario a los de las EAT con el fin de afianzar su modelo de tercerización laboral. En un lapso de diez años los trabajadores contratados mediante este modelo pasaron de 50 a casi 300.

Luego, con el paso de los años, el sistema de intermediación laboral ilegal en Colombia fue mutando. Las cooperativas de trabajo asociado las reemplazaron por las Sociedades Anónimas Simplificadas (SAS) y el Contrato Sindical, todas formas de precarizar el empleo, evadir las responsabilidades laborales y eliminar las organizaciones sindicales.

En el año 2015 la lucha de los trabajadores de Palmas del Cesar, y una huelga que duró 87 días, logró eliminar el modelo de tercerización en esta empresa. En cambio en Indupalma no ha sido posible, pues esta empresa, aprovechando su poderío económico, se aferra a ese modelo pasando por encima de la ley y violando convenios internacionales del trabajo. Aún mantiene intermediados a 1.800 trabajadores.

La intermediación laboral ilegal transgrede todo tipo de derechos y normas, desnaturaliza el trabajo, elimina las libertades, maltrata la dignidad de los trabajadores y las comunidades, impide el desarrollo humano, suprime la alegría; es una guerra silenciosa que cobra vidas, porque en esencia nos impide vivir y disfrutar la vida, además frena el desarrollo económico del país.

La intermediación laboral ilegal merece la más dura campaña a fin de lograr su erradicación. Sólo cuando todos logremos comprender el daño que hace este modelo podremos lograr un cambio sustancial.

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